Hace piñatas mexicanas atendiendo los pedidos más insólitos, muchas de Luis Suárez

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Alba Peña

HISTORIAS

Alba Peña aprendió a hacer piñatas en su México natal, las trasladó al Uruguay y no hay idea que se resista a sus habilidades. Hace desde personajes de películas hasta pedidos muy personalizados.

Una media anaranjada de dos metros y medio. Uno de los pedidos más insólitos que recibió Alba Peña en su larga trayectoria haciendo piñatas mexicanas. “Fue para un casamiento del que la invitación decía: ‘Encontré mi media naranja’. El living de mi casa se transformó en un taller, tuve que correr todos los muebles y vinieron en un camión a llevárselo”, recuerda entre risas.

Alba aprendió a hacer piñatas en la escuela dado que en México, país en el que nació, es algo que les enseñan de niños.

“Mis padres son uruguayos. Son arquitectos y emigraron a México porque a papá le ofrecieron trabajo en la OEA y en aquel momento era una muy buena oportunidad laboral. Se suponía que era un contrato transitorio, pero se quedaron 15 años y allá nacimos mi hermano y yo”, cuenta quien en 1987 se vino a vivir al país de sus progenitores.

En Uruguay la primera piñata se la pidió una amiga, que había llegado unos meses antes, para el primer año de su hijo.

“Después una vecina me pidió otra, las amigas de mi madrina me empezaron a pedir para sus nietos… Durante mucho tiempo fue una cosa que hacía como hobby, por el boca a boca”, dice. Su principal trabajo por ese entonces era como diseñadora gráfica en el diario El País.

Siguiendo los consejos de otra amiga hizo un curso para aprender a comercializar por Internet, comenzó a vender y poco a poco se fue armando una cartera de clientes. Eso fue fundamental porque en 2009 decidió renunciar a El País porque su sección se mudaba a la Ruta 1 y eso complicaba su rutina familiar dado que tenía un hijo muy chico.

Durante varios años solo trabajó para Apeñapiñatas, mechando cada tanto con algún trabajo freelance como diseñadora. También tuvo una época en la que complementó con otro tipo de actividades, caso de una empresa de seguros. Y desde hace seis años es parte de una agencia de publicidad.

Pero las piñatas o esculturas en papel –como le enseñó a decir la ex periodista de El País Alicia Haber– siempre estuvieron ahí.

“La pandemia me fumigó porque me quedé sin trabajo, como toda la gente que se dedicaba a servicios para fiestas. Ahora viene retornando a un ritmo muy lento; jamás volvió a ser lo que era antes del covid”, se lamenta sin perder las esperanzas.

Piñatas mexicanas

Tradición.

“Las piñatas forman parte de una tradición, son un tema cien por ciento cultural. En México están presentes en todo tipo de eventos y festividades, desde las posadas, que son celebraciones que se hacen previas a Navidad, hasta cumpleaños y más”, explica Alba.

La artesana aclara que las piñatas mexicanas se diferencian del resto en que le ponen tercera dimensión al objeto o personaje que se elige como protagonista.

“Mis clientes saben que me pueden pedir lo que sea. Me traen una foto y se la reproduzco tal cual. Muchas veces me tiro al agua considerando que son desafíos maravillosos y después digo ‘¿para qué me metí en esto?’”, confiesa a las risas.

Piñatas mexicanas

No ha sido en vano, sus clientes siempre vuelven. “Tengo familias que me siguen. Por ejemplo, hay una familia a la que le hice la piñata para el primer hijo varón cuando cumplió 2 años y a partir de ahí le hice para todos sus cumpleaños y los de sus tres hermanas hasta que fueron grandes”, comenta.

Destaca que su mejor paga son las sonrisas de los niños cuando van a levantar la piñata a su casa. “No hay nada más gratificante que eso, la plata no lo paga. Tengo caras, gestos y anécdotas maravillosos”, apunta.

Cuenta que las piñatas han ido ganando aceptación entre el público uruguayo, ya no es como hace 30 años que se veían como algo exótico. “Hoy se consiguen dónde quieras y cómo quieras”, acota.

De todas formas por estos lares sigue siendo un producto destinado fundamentalmente a los cumpleaños infantiles, si bien ha hecho piñatas para casamientos o cumpleaños de 15. También durante muchos años la Embajada de México le encargaba trabajos especiales, como una vez que le pidieron un caballo en tamaño natural.

Piñatas mexicanas

Muchos eligen que el protagonista sea el villano de un cuento porque no quieren “pegarle” al personaje principal. En tal sentido Alba quiere echar por tierra la falsa visión que tienen algunos sobre que las piñatas promueven la violencia.

“Es un tema cultural y forma parte de tradiciones muy arraigadas que tienen que ver con la posibilidad de experimentar un momento. Junto con la piñata yo te estoy vendiendo una experiencia, un espacio dentro del evento que va a girar alrededor de ella, te va a divertir, va a haber risa, va a haber canto. Mi idea es que todo el mundo pase lindo”, asegura con firmeza.

Piñatas mexicanas

Instrumento para evangelizar indígenas

Alba Peña cuenta que la tradición de hacer piñatas nació en China, donde las usaban en épocas de siembra y las rellenaban con semillas. De ahí se trasladaron a Europa, primero a Italia, después a España y desde allí a América. Las más típicas son las que tienen siete picos, como si fueran una estrella.

“Los conquistadores las utilizaban como elemento para evangelizar a los indios, entonces los picos eran los siete pecados capitales, el mal que tenían que vencer. La venda en los ojos era la fe y el palo representaba toda la voluntad y la fuerza que nos da Dios para vencer el mal”, explica Alba y agrega que en esa época se rellenaban con chocolate o cacao, que era el tesoro más grande.

“Fue mutando y terminó en esta historia de que es un símbolo de abundancia y festejo, que adentro trae las cosas que te benefician, te gratifican, los premios, los dones”, apunta.

La emprendedora señala que en México hay tres formas típicas de confeccionar piñatas. La primera –y más inofensiva si los destinatarios son los niños– es con papel maché. La segunda, tan popular como la primera, es la que se hace con una vasija de barro revestida con papel. Y la tercera es una estructura de alambre cubierta de papel.

“En Uruguay tenemos el problema de la humedad, que hace que los procesos de secado se vean alterados y se limiten los tiempos. Lo ideal es encargarla con 15 días de anticipación o mínimo una semana, pero depende de la época del año”, detalla. Aclara que el relleno corre por cuenta del cliente porque por lo general es algo muy personal.

Comenta que, de acuerdo al concepto más amplio de “esculturas en papel”, ha hecho varias cosas para productoras. “El trabajo más grande fue un árbol de casi tres metros de alto y 80 centímetros de diámetro con una puertita para que los niños entraran”, describe.

A su hijo Franco, que hoy tiene 16 años, le hizo todas las piñatas de cumpleaños hasta la pandemia. “Fue evolucionando con los temas y eran cosas cada vez más difíciles o grandes. Lo de él son los autos, desde la película Cars hasta todo lo que puedas imaginar”, apunta.

Piñatas mexicanas

Cabezudos de novio, mucho de Disney y Luis Suárez

“Me han pedido las cosas más insólitas que te puedas imaginar”, dice Alba Peña sobre sus piñatas. En una oportunidad llegó una pareja con una foto de ellos abrazados queriendo que la reprodujera. “Es complicado porque los seres humanos representados en piñata son una caricaturización. Fue un desafío enorme; yo quedé conforme, pero el cliente no aunque se la llevó igual”, cuenta.

En una época de popularidad de los cabezudos, para un casamiento le pidieron que hiciera 11 reproducciones de la cabeza del novio. “Fue muy divertido”, recuerda y le viene a la mente otra vez que hizo cabezudos de toros y vacas mientras que los amigos de los novios se encargaron de hacer los cuerpos de los animales.

Ha hecho muchas piñatas con Luis Suárez como protagonista y ni que hablar con los personajes de Disney, prácticamente no queda afuera ninguno, incluyendo los villanos. “Me acuerdo de la mala de la Sirenita, que es una mujer pulpo, o de la bruja de Blancanieves”, acota.

También le encargan de videojuegos, de surf, de skate. “Una vez me pidieron un cuervo de dos metros”, añade quien no pone reparos a casi ninguna idea.

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