El hombre que cruzó los Andes en bicicleta y con un trasplante de hígado ahora va rumbo al Mundial de Trasplantados 2023

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Sergio Miranda

DEPORTES

Sergio Miranda y otros nueve uruguayos participarán en la competencia internacional que tendrá lugar el año que viene en Australia.

Sergio Miranda llevaba una vida normal: trabajaba como vendedor y dedicaba su tiempo libre a la familia y el fútbol. Sin embargo, un día de 1996 todo cambió. “Fui a hacer una donación de sangre y saltó que tenía el virus de la hepatitis C”, contó en diálogo con El País. Pronto, se encontró con que su hígado estaba “bastante alterado” y tuvo que someterse a tratamientos y suspender todo tipo de actividad física por fuera de su trabajo.

Era el principio de una odisea, pero también la antesala de una vida con logros extraordinarios, como el cruce de la Cordillera de los Andes en bicicleta o su futura participación en los Juegos Mundiales de Trasplantados 2023 en Australia. No obstante, más que logros personales, Sergio entiende que estas son formas de homenajear a los donantes y de celebrar, una vez más, la posibilidad de vivir.

– ¿Cuándo surgió la necesidad de un trasplante?
– Desde un primer momento los médicos me dijeron que lo mío posiblemente terminaría en un trasplante y transcurrido el tiempo fue la única solución para salvarme la vida. La hepatitis C es una enfermedad silenciosa y, cuando se detecta, en general el hígado ya tiene un daño importante. Pero para mí el trasplante era una utopía, algo casi imposible, muy lejano. En ese entonces se tenía que hacer en Argentina y solo se operaban tres o cuatro uruguayos al año. Fueron siete años en lista de espera. De todas formas, en julio de 2009 empezó a funcionar el Programa Bi institucional de Trasplante Hepático del Hospital de Clínicas y el Hospital Central de las Fuerzas Armadas, y yo fui el octavo paciente trasplantado en Uruguay, en febrero del 2010.

– ¿Cómo fue el momento en el que recibió la noticia de que había un órgano para usted?
– Era un martes de semana de Carnaval y yo estaba en mi casa, con mi señora. Como a la una de la mañana me llamó la doctora que me atendía y me dijo que aparentemente había un órgano para mí, que coincidía con mi tamaño y mi grupo sanguíneo, y que fuera acercándome al sanatorio. No te lo afirman porque hay que hacer una cantidad de evaluaciones en el órgano y el paciente. Esa llamada fue un disparador de muchas cosas, un tsunami de emociones contradictorias, porque sabés que puede ser el pasaporte a una nueva vida, pero al mismo tiempo genera muchos miedos porque no es una intervención sencilla. Fue mi esposa quien me llevó hasta el hospital porque yo no estaba en un estado emocional como para manejar.

– ¿Y cómo salió todo?
– La recuperación fue muy buena. Cuando se fue el efecto de la anestesia y me desperté, me pude levantar y sentar en un sillón, y a los tres o cuatro días de estar internado podía salir a caminar por los pasillos. A los nueve días, me dieron el alta.

– ¿Qué fue lo que lo llevó a querer practicar deporte?
– Los trasplantados tomamos una medicación que es inmunosupresora para que nuestro organismo no rechace el nuevo órgano y uno de los efectos secundarios es que genera degradación muscular. Si no hacés ejercicio, el músculo se empieza a degradar por esa medicación. Yo hacía fisioterapia, pero no estaba logrando un gran avance, así que agarré una bicicleta vieja y empecé a pedalear. Al principio me costó porque venía de muchos años sin hacer ninguna actividad física. Recuerdo que andaba cuatro o cinco kilómetros y parecía que había corrido un Tour de France. Pero vi que me recuperaba rápidamente y ahí quedé enganchado con el tema del ciclismo. Con el tiempo empecé a aumentar el kilometraje y hoy puedo salir y hacer 90, 100 o 120 kilómetros.

– ¿Cómo surgió la idea de hacer recorridos más largos y competir?
– Empecé a pensar en eso a medida que aumentaba los kilómetros en la bicicleta y que me sentía mejor. Me parecía que estaba preparado para otros desafíos, pero esos desafíos tenían que tener algún contenido importante. No quería hacerlo por el desafío en sí mismo, sino por el mensaje. La idea es visibilizar la calidad de vida que puede llegar a tener una persona trasplantada, homenajear a los donantes de órganos y también brindar esperanza a aquellos que están en una lista de espera.

– ¿Qué travesías ha hecho?
– La primera fue el cruce de la Cordillera de los Andes en el año 2012, desde Malargüe, Argentina, hasta Curicó, en Chile. Elegí esa zona porque está muy vinculada a los sobrevivientes de los Andes y hay puntos de unión entre ellos y nosotros, las personas trasplantadas. Ellos pudieron vivir gracias a la solidaridad de aquellos que dejaron de existir, y nosotros también. Somos producto de la solidaridad de otros. Y el recorrido no fue al azar, ya que ellos caminaron hacia Curicó, aunque estaban más cerca de Malargüe. Luego, en 2015, hice una travesía en bicicleta de Salta a Tucumán, y en 2017 unos amigos alemanes trasplantados de corazón me invitaron a hacer el cruce en los Alpes, desde Austria hasta Italia. Ese recorrido se hace con médicos de trasplantes y personas trasplantadas, o sea que están las personas que están del otro lado del mostrador y los pacientes. También participé en una carrera de tres días en el desierto de Atacama, Chile, en 2018. Fue una experiencia impresionante porque es una escenografía a la que no estamos acostumbrados.

– ¿Alguna vez se sintió desmotivado?
– A veces, sobre todo en invierno, el frío puede hacer que a uno le cueste subirse a la bicicleta. Pero tengo un dicho que dice así: ‘Por lo menos me subo y salgo, después veo qué hago’. Ese acto de subir y salir me motiva por sí mismo.

– ¿Cuándo empezó a competir en los Juegos Mundiales de Trasplantados?
– Para ir al Mundial primero tenés que clasificar en los Juegos Latinoamericanos y mi primera experiencia fue en el 2010, nueve meses después de haber recibido el trasplante. Ahí clasifiqué para ir al Mundial del 2011 que se realizaba en Suecia. Después pasaron una cantidad de Juegos Latinoamericanos en diferentes lados, con sucesivas clasificaciones para los Mundiales de Sudáfrica, Argentina, España e Inglaterra. Me he ido superando, porque en el primero salí en el lugar número 16, después en el 11, luego en el 10 y por último en el 5.

Sergio Miranda
Sergio Miranda.

– ¿Cómo va la preparación para el Mundial de 2023?
– Tenemos un equipo importante porque siempre vamos cuatro o cinco a los Mundiales y este año somos 10 deportistas. Hay dos con trasplantes de corazón, yo de hígado y el resto son renales. El porcentaje de trasplantes renales siempre es mayor en todas las comunidades de trasplantados. Las edades son variadas. Hay un chico de 18 años, después hay de 30, 40 y 50, y el más abuelo soy yo, que estoy por cumplir 65 años. Una de las competencias es en equipo y ahí juegan tres del grupo juntos, pero después cada uno participa individualmente en su especialidad. Provenimos de dos asociaciones, una es la Asociación Uruguaya de Deportistas Trasplantados (AUDET) y otra es la Asociación de Trasplantados del Uruguay (ATUR). Contamos con el apoyo de la Secretaría Nacional de Deporte, pero estamos buscando sponsors para terminar de cubrir el costo de esta participación.

– ¿Y cuál es su meta?
– Poder hacer podio. Es a lo que aspiro. De todas formas, considero que estos mundiales tienen un trasfondo mucho más importante que es poder celebrar la vida. La mejor medalla ya la llevamos puesta. Pero es lindo también poder subirse a un podio y representar al país en un evento donde compiten más de 3.000 atletas de 50 países.

– ¿Qué ha aprendido de todo lo que ha vivido?
– Primero, aprendí a convertir una situación complicada, o que uno ve muy negativa en un principio, en una expresión de vida. También a valorar las cosas importantes. A veces uno corre atrás de cosas que en realidad no son tan importantes, porque en las situaciones límites te das cuenta de que lo que importa son los afectos, la familia y la empatía de la gente que te atiende. Además, volviendo al paralelismo con los sobrevivientes de los Andes, esto me ha enseñado que el ser humano tiene muy buenas condiciones de adaptabilidad. De repente pensás en una situación y creés que no la podés superar, pero una vez enfrentado a esa situación te vas adaptando y sí que podés. Quizás para aprender todo eso tuve que transitar este camino.

La vida vívela, luego dónala.

Los próximos Juegos Mundiales de Trasplantados se realizarán en Perth, Australia, del 15 al 23 de abril de 2023. Sergio Miranda competirá en ciclismo, atletismo y 5k marcha, y el resto de la delegación uruguaya está integrada por José Fernández (lanzamientos), Santiago Álvarez (ciclismo y triatlón), Santiago Torres (atletismo y basquetbol), Pablo Techera (atletismo y petanca), Miguel Yelos (ciclismo), Luis Tice (atletismo y lanzamiento), Facundo Olivera (running), Leonardo Russi (ciclismo y 5k marcha) y Freddy Saldivia (100, 200 llanos, salto largo y ciclismo). Los últimos dos tienen un trasplante de corazón, Sergio de hígado y el resto de riñón.

Se puede colaborar con la delegación a través del Colectivo RedPagos N° 77601 o por transferencia bancaria a las cuentas del Banco República 00156143000002 (pesos) y 00156143000001 (dólares).

Según indicó el ciclista, en los Juegos Mundiales de Trasplantados solo pueden competir personas que tomen medicación inmunosupresora. De esta manera, ninguno está en desventaja. “Por ejemplo, las personas con trasplante de médula autólogo no pueden participar porque al ser un autotrasplante no tienen que tomar esa medicación”, señaló.

Sergio está casado hace 41 años y tiene dos hijos, Leonardo y Braulio. “Mi familia y fundamentalmente mi señora fueron muy importantes para transitar este camino”, aseguró. También le debe su vida a la persona que donó su órgano. En ese sentido, dijo: “Una vez escuché una frase que me impactó y que se convirtió en mi frase de cabecera: ‘La vida vívela, luego dónala’”.

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