RECONSTRUCCIÓN DEL PURGATORIO
Ubicada a 30 kilómetros al sureste de Montevideo, poco se sabe de la historia de la isla y menos se conoce sobre su aspecto en su momento de apogeo como centro de cuarentena.
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En 1867, el presidente provisorio de Uruguay, Venancio Flores, dio una orden: la construcción de un lazareto en la Isla de Flores para aislar a los polizones que llegaban a Montevideo con enfermedades infecciosas como lepra o tuberculosis.
Ubicada a 30 kilómetros al sureste de la ciudad, de casi dos kilómetros de longitud y un ancho máximo de 400 metros, con forma irregular, costas erizadas y fuertes escollos, la isla de Flores era el lugar perfecto para mantener lejos a los enfermos de la población sana.
Allí funcionó un hospital hasta 1934 llamado, eufemismo mediante, “Hotel para Inmigrantes”. Su apartamiento en el Río de la Plata sirvió luego para una cárcel. Durante mucho tiempo, la Isla de Flores se convirtió en “la Isla del Purgatorio”. Allí iban los desahuciados que veían por su ventana una costa que no volverían (o llegarían) a pisar.
Poco se conoce de la historia de la Isla de Flores y menos se conoce su aspecto en su momento de apogeo como centro de cuarentena. Las tormentas y el abandono fueron dándole su paisaje actual: muros derribados. Solo sigue en pie la señal para los navegantes que hoy es mantenida por la Armada.
El arquitecto Daniel Thul, con la colaboración del periodista Javier Benítez, inició en 2005 su reconstrucción virtual para recuperar la memoria pero, recién en 2019, gracias al avance que han conseguido las técnicas de modelado en tres dimensiones, pudo completar videos y fotografías que muestran cómo era la Isla de Flores en su momento de apogeo. Ahora prepara recorridos por todos los edificios y animaciones de realidad virtual.
Historia.
La Isla de Flores comprende tres divisiones naturales: en la primera -la más grande- funcionaba el lazareto de observación y el faro; en la segunda estaba el alojamiento para las afecciones comunes y el cementerio; en la tercera estaban los enfermos incurables y, como aviso de su destino, el horno crematorio.
“La reconstrucción representa específicamente el año 1911 que es cuando se terminaron casi todas las construcciones”, dijo Thul a El País.
Así, en los anticipos que el arquitecto ha subido al sitio pixelarq.com se pueden ver las edificaciones de piedra, sus techos rojos y sus interiores (por ejemplo, habitaciones y comedor) amueblados. “El modelado en 3D es lo más fiel posible a la realidad”, señaló.
Thul y Benítez consiguieron los planos originales y visitaron la isla para armar los puzles, dado que finalmente se hizo otra cosa. Por ejemplo, en 1911, se hizo un puente de madera que unía la segunda y la tercera isla pero duró solo tres meses porque una tormenta lo tiró abajo; se mandó a hacer otro puente de hormigón armado, pero otra tormenta hizo lo mismo al poco tiempo. El faro tuvo una ampliación de cinco metros que no siguió el modelo de la parte inferior. Pero en la reconstrucción virtual, la “Isla del Purgatorio” todo se ve como recién hecho. Además de los planos, accedieron a decenas de fotografías, registros, mapas, archivos y recortes de prensa.
El modelado contrasta con la realidad. En la isla solo quedan los restos de las construcciones hechas con las piedras del lugar. “El lazareto está bastante destrozado; allí estaban las habitaciones de primera y segunda clase. Del edificio de la comandancia quedaron los muros perimetrales; lo mismo del edificio del correo y otros. Los pisos desaparecieron, al igual que las aberturas y techos. Del hospital de la segunda isla solo quedaron los muros principales. En la tercera, hay restos del desinfectorio y lo que más se mantuvo es la chimenea del horno crematorio que se ve desde Montevideo en un día claro. De las construcciones de madera no queda nada; salvo fundaciones o algún piso”, relató Thul.
Próximamente.
El arquitecto tiene listo una animación general sobre la “Isla del Purgatorio” pero prepara otras para los diferentes edificios. “Así tendremos una comprensión más grande de toda la isla”, comentó.
Otras etapas del proyecto son el desarrollo de un recorrido en tercera persona con el mismo nivel de detalle de la reconstrucción virtual y una animación para usar con realidad virtual.
“En Montevideo han desaparecido muchas cosas, algunas por el avance de la ciudad y otras por otras causas, como el conventillo Mediomundo. La idea es mostrar el patrimonio con un medio que no es el habitual, que no implica ir a un museo o que queda en el ámbito privado; sino que llega a todo el mundo”, concluyó Thul.
Un paseo inmersivo por el Mediomundo
El arquitecto Daniel Thul finalizó en 2017 la reconstrucción virtual del conventillo Mediomundo tal como era a fines de la década de 1950. El proceso para realizar la reconstrucción consistió en dos etapas. Inicialmente se realizó la planimetría del edificio y luego, a partir de esta, se obtuvo el modelo 3D al cual se le agregaron los materiales, las texturas y la iluminación. El resultado incluyó imágenes renderizadas, un video inmersivo y un modelo 3D interactivo que puede verse en el sitio www.pixelarq.com. El conventillo estaba ubicado en la calle Cuareim 1080 (actual Zelmar Michelini). Se trataba de un edificio construido en 1885 en un predio perteneciente a los hermanos Miguel y José Nicanor Risso como solución habitacional económica para grupos sociales de bajos recursos : inmigrantes, peones rurales y afrodescendientes.
En el libro de Eduardo Langguth y Juan Antonio Varese Historias y leyendas de la Isla de Flores (Editorial Torre del Vigía, 2000) se cuenta que la “Isla de Flores está situada en el corazón del Río de la Plata, equidistante entre la costa uruguaya y el Banco Inglés y, si bien mira de frente a Montevideo y la Costa de Oro, señala también la ruta hacia Buenos Aires y la Hidrovía. Bendecida por algunos y maldecida por otros, la isla nunca supo de términos medios”.
El relato continúa: “El Hotel para Inmigrantes, en realidad un hospital para cumplir cuarentenas obligatorias, fue utilizado también como cárcel para revolucionarios políticos y presos especiales. Entre sus ruinas rondan leyendas de amor y muerte, de marinos intrépidos y fareros esforzados”.
La Isla de Flores o la Isla del Purgatorio sirvió como lugar donde cumplir la cuarenta para inmigrantes y como leprosario. Los barcos debían detenerse frente a la isla donde eran sometidos a una visita sanitaria. Ahí se permitía la continuidad del viaje o, en su defecto, la reclusión de la tripulación y los pasajeros en cuarentena. Los viajeros eran divididos en tres categorías: sanos, enfermos y muertos. A los primeros se los dejaba seguir viaje rumbo al puerto de Montevideo, a los segundos se los internaba en el lazareto y se les desinfectaba la ropa y las valijas y a los terceros se los llevaba al crematorio de la tercera isla.
Pero la Isla de Flores también fue cárcel para los prisioneros de las revoluciones blancas de 1897 y 1904, lideradas por Aparicio Saravia, para presos políticos durante la dictadura de Gabriel Terra (1933-1934) y, durante la segunda guerra mundial, fue la zona de reclusión para los 55 marineros de la embarcación alemana Tacoma, en represalia por el hundimiento del carguero de bandera nacional Montevideo, torpedeado en aguas caribeñas por el submarino italiano Tazzolli. Se cuenta que también hubo allí detenidos del último régimen militar, en particular, sindicalistas de UTE. Se dice, además, que hubo un plan fallido de trasladar a los tupamaros del Penal de Punta Carretas en 1971.
“El lazareto fue una solución de la sociedad de la época para proteger a Uruguay de la llegada de inmigrantes con enfermedades como la fiebre amarilla, la viruela o el cólera, aunque para la gente que lo tuvo que vivir fue una situación muy dura”, señala el investigador Juan Antonio Varese.
Desde principios de la década de 1970, la isla de Flores solo es habitada por los fareros del Servicio de Iluminación y Balizamiento de la Armada y es visitada por esporádicos viajeros.