ARTESANÍAS
Un muñeco de madera le cambió la vida a Iojana Schmidt Fraga. Lo bautizó Tanto y así también llamó a su taller
Quizás recorriendo la Feria de Artesanías de Atlántida, Tristán Narvaja o Ideas + se topó con una mesa llena de juguetes de madera con un cartelito que decía “Por favor jugar”. Lo leyó tan rápido que creyó que decía “Por favor NO jugar”, se detuvo y al darse cuenta se empezó a reír o tal vez se asombró por su error.
Ahí es donde entra en acción Iojana Schmidt Fraga (34 años), la artesana autora de esos juguetes y defensora de la filosofía de que el juego es vital. “No te invito a jugar sino que te lo pido por favor”, dice cuando le explica el cartel a la gente.
Para Ioajana, si supiéramos el valor que tiene cada pieza sobre esa mesa, el amor y el trabajo que puso el que las hizo, el “no” no aparecería, más tratándose de juguetes.
Pero para esta artesana lo primero no fue el juego, sino la madera y casi que por casualidad porque sus primeros trabajos fueron con plantas en viveros y dictando talleres de huerta orgánica en escuelas.
“Igual siempre tenía mucha curiosidad por la madera, mucho encanto, pero no estaba enfocada en eso”, cuenta. Hasta que en 2013 empezó a visitar un taller amigo donde aprendió a usar determinadas máquinas. “Era muy como hobby, saber lo básico para poder producir cositas en madera”, apunta.
Un día se llevó unos materiales a su casa y con ellos hizo un muñeco. “Al terminarlo me impactó, fue como amor a primera vista, quedé maravillada. Fue un antes y un después”, señala.
Aunque el verdadero clic se produjo cuando días después se lo mostró a una amiga. “Fue ahí donde pude poner en palabras, decir en voz alta, ‘yo quiero hacer esto’. Agradezco a las plantas, transitar en ellas fue para mí muy placentero y rico, pero quiero hacer juguetes”, recuerda que se dijo.
Entonces bautizó a su muñeco Tanto como sinónimo de acierto, de que estaba encaminada, de que era por ahí la cosa. Lo confirmó tiempo después cuando decidió ponerle pelo de verdad, su pelo, como forma de mostrar que compartían genética, que eran familia. “Hasta el día de hoy ese muñeco me acompaña a todos lados”, dice y eso explica el nombre que le dio al taller de juguetes de madera que pasó a ocupar un lugar muy importante en su vida.
Con él se postuló para ingresar a la Asociación Uruguaya de Artesanos (AUDA), “una asociación por la que tengo amor profundo y respeto a más no poder” –acota– y fue aceptada. Pero aún seguía compartiendo el tiempo con las plantas.
En el fondo de su casa, en Remanso de Neptunia, montó un tallercito con sus tres máquinas “amigazas”, según ella misma las define: la caladora, la lijadora y el taladro. Empezó a producir en sus ratos libres hasta que otra amiga le hizo ver que no podía estar encerrada, que tenía que salir a hacer ferias para mostrarse y para conocer la respuesta de la gente.
“Era una instancia que me ponía súper nerviosa pero le hice caso y en 2017 me presenté a la Feria de Atlántida, que se hace todos los eneros y febreros, y quedé. Es una feria que quiero mucho y desde entonces la hago todos los veranos” comenta.
Piezas que atraen a chicos y grandes.
Iojana se ha ido asombrando bastante con la edad de la gente que atrae su stand en las distintas ferias que hace. “Uno sabe que vas a llegar a las infancias porque piensa ‘juguete igual niño’, pero me he llevado la sorpresa y el encanto de encontrarme con adolescentes y adultos frenando en la mesa y conmoviéndose, involucrándose mucho, jugando”, cuenta entusiasmada. Ella dispone todos sus juguetes en una mesa e invita a los transeúntes a jugar, a tocar, a hacer lo que quieran con esas piezas de madera.
Confiesa que para ella es maravilloso que los adolescentes se detengan a ver y jugar con sus creaciones. “Se me abrió el abanico”, dice sobre un público que realmente no esperaba. Eso la hace afirmar que sus clientes o interesados son de todas las edades.
“Hasta al adulto ver el autito rosado le trae un montón de info. El niño capaz que juega con el autito, mientras que el adulto está haciendo otra lectura”, acota. ¿Hay edad para sus juguetes? “Yo no diría que no hay edad; hay edad sí, desde 0 hasta que quieras jugar”, concluye.
Fue lo que necesitaba para definitivamente decirle adiós a las plantas, aunque precisó del empujoncito final que le dio una tercera amiga, haciéndole ver que lo suyo era la madera. Desde ese momento Tanto Taller se transformó en su prioridad y su forma de sustento.
Soltó el trabajo seguro y se lanzó a su pasión, con la incertidumbre que significaba la llegada del otoño y el invierno. Allí comenzó a actuar el boca a boca entre la familia, los amigos, los vecinos, y llegaron los pedidos.
Mientras producía para el Mercado de los Artesanos y para otra temporada en Atlántida, decidió postularse para la feria Ideas+, consiguiendo también ser aceptada. Desde 2017 todas estas ferias, más Tristán Narvaja, ferias barriales, eventos puntuales y el Mercado son su vidriera.
Logró vivir de esto, obviamente con altibajos entre los que la COVID pegó fuerte como a todos los artesanos. “Igual puedo sostener mi economía porque soy bastante austera. Pudiendo pagar mis cuentas, pasear y mantener a mis animalitos soy feliz”, confiesa la dueña de varios perros y gatitas.
Las redes sociales le cuestan un poco más, pero también recurre a ellas (Instagram y Facebook). “Me cuesta horrores la virtualidad, la sigo sintiendo bastante fría; me gusta la instancia de entregarte el juguete en mano, que juegues con él, que lo toques. Deseo que el clic no nos gane, que antes esté la presencialidad y que las redes sean una cuota más; les tengo un poco de miedo la verdad”, admite.
Su sueño es que Tanto Taller siga siendo un taller artesanal y abarcar hasta donde pueda abarcar, no piensa en recurrir a nadie más para su producción. “Somos Tanto y yo y por ahora vamos bien”, concluye.
Juguetes que buscan generar cambios.
Tanto Taller comenzó como un proyecto personal y autodidacta de Iojana Schmidt Fraga. Con el tiempo su creadora se dio cuenta de que los juguetes podían ser no solo una pieza lúdica que ayudara al desarrollo de la motricidad y de la imaginación, sino también una poderosa herramienta de cambio. “Cambio en conceptos que tenemos súper arraigados de años, años y años, que parece que ya desaparecieron y hoy en día continúan, como el famoso concepto de los autitos para nenes y el rosado para nenas”, dice la artesana. Por eso los autitos de Tanto Taller hace años que son rosados. “Tenés los dos conceptos en una pieza, me explota la cabeza”, señala su autora.
Otros ejemplos son el juguete vos-yo, que es la versión no egocéntrica del yo-yo, o los dados de tareas. “Mucha gente los confunde con los dados de roles y es al contrario; la idea es erradicar los roles y generar las tareas en la familia o en quienes conviven. Se tira el dado y cada persona hace una tarea y con eso se logra fomentar el trabajo en equipo”, explica Iojana.
Otro de los juguetes característicos de Tanto Taller son los abrazos, pequeños muñecos que están abrazados pero que se pueden separar y funcionan también individualmente. “Como cualquier ser, pero que se adoran y simbolizan el abrazo. Es un juguete, pero lo que está demostrando es el abrazo”, detalla la artesana de un artículo que suelen llevar los adultos como regalo para otros adultos.
“Son pequeños cambios que aspiro generar con los juguetes, buscar esa veta muy rica que tienen. Ese es el objetivo de Tanto Taller”, destaca.
También aprende mucho de los juguetes que se han roto al ser usados por la gente que acepta su invitación a jugar. “Hoy están en mi taller, en el altarcito, y yo los considero juguetes con mucha vida y mucha vivencia. No los pude vender, pero no lo vivo como pérdida porque sé que es parte del aprendizaje. Si en la vida tomáramos las cosas diferentes, el ‘no’ que muchos creen ver en mi cartelito no sería necesario”, sostiene.