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Descendiente de japoneses, esta mujer siempre estuvo vinculada a la floricultura. Cultiva, vende y decora en una zona identificada con la actividad
Keiko (59 años) proviene de una familia japonesa“histórica” en Uruguay. Su abuela materna fue la primera persona que salió directo de Japón con destino a nuestro país. En Montevideo dio a luz a la madre de Keiko, que nació nada menos que en la quinta de Luis Alberto de Herrera, dado que su padre era el jardinero.
“Mi papá vino después de la Segunda Guerra Mundial, cuando Japón era un país pobre y sin muchas promesas para los jóvenes”, cuenta quien creció en una chacra que su familia compró en la zona de Paso de la Arena.
“Allí se afincaron varias familias japonesas, por la calle Tomkinson. Todo el mundo se dedicaba al cultivo y a la producción de flores de corte: crisantemos, claveles… Era como una colonia y yo nací dentro de ella”, recuerda en diálogo con El País.
Aclara que no se trataba de una colonia desde el punto de vista formal, pero eran todos vecinos e incluso amigos. Había familias de otras nacionalidades que se fueron afincando en la zona y también se empezaron a dedicar al cultivo de flores.
“Eso ya no está porque la gente fue haciendo otras actividades y se fue yendo. Hoy en Paso de la Arena quedamos pocos descendientes de japoneses y, dedicándose al tema de las flores, en comparación con lo que había antes, también quedamos pocos. La mayoría somos descendientes de japoneses y hay algunos que aprendieron porque trabajaron con algún japonés en algún momento”, precisa Keiko.
En lo que ella llama “la época de oro” habrían alcanzado a ser 200, hoy rondan los 40.
Si bien tuvo otros trabajos, Keiko siempre estuvo relacionada con la floricultura. “Mi vida laboral tiene que ver con las flores”, dice orgullosa. “Hago de todo con ellas”, agrega, ya que las cultiva, las comercializa y las usa para decoración.
“Trabajo con todo tipo de flores, pero más bien abocada a las flores de corte. En un ratito me voy al Mercado de Flores donde me proveo de crisantemos, felpillas, fresias, algunas orquídeas, narcisos… Hay de todo, la variedad es muy grande”, acota.
Celebra que últimamente estén surgiendo nuevos floristas y floricultores, muchos de los cuales ha ido conociendo a través de las redes sociales y no tanto personalmente como sí ocurría antes. “Como que hay mucha gente trabajando además de las florerías tradicionales”, señala sin olvidarse que 2020 fue casi un año perdido porque la pandemia eliminó muchas de las cosas para las que se destinan las flores.
La ausencia de casamientos, cumpleaños y fiestas fue apenas compensada por alguna charla o reunión por Zoom para la que el anfitrión quería tener un lindo arreglo floral sobre su mesa, o por la decoración de oficinas, casas o edificios. “Me parece que son rubros interesantes para explotar, pero todos extrañamos eso que había antes en forma normal y que esperemos que vuelva pronto”, expresa.
También cuenta que han aparecido cultivadores de flores no tan comerciales y que ella define como “una nueva mirada”. “Es gente que empezó a cultivar cosas que son más antiguas, que no se veían tanto. Todo suma”, destaca.
Keiko cultiva en su casa, pero también se aprovisiona en el Mercado de Flores. Además vende en la Unidad Agroalimentaria Metropolitana (UAM). Su Instagram es @floresdekeiko.
“Los floricultores hacemos esto porque nos gusta. No sabría decir si es una actividad lucrativa, pero creo que es una actividad linda. Ha pasado como en otras actividades que tienen que ver con la tierra, que la ciudad avanza y es algo que no se puede detener. Se van sacrificando lugares donde antes había chacras de producción rural. Está difícil, pero todavía subsistimos unos cuantos y cuando me entero de que hay alguien nuevo, la verdad que me pongo muy contenta”, confiesa quien no tiene hijos, pero que confía en que alguien continúe con su legado.
Familia con historia
Su madre tiene 83 años y fue de las primeras hijas de japoneses nacidas en Uruguay, en una quinta famosa.