La cuenta de Instagram de Adrián Kirchnitz —25 años, uruguayo— tiene, hoy, 11 de junio de 2024, 195.485 seguidores. Allí se presenta como “un uruguayoviajandodesde 2017”. En la descripción también dice: “Te motivo si querés viajar y emigrar”, Verbier/Suiza, junto a un emoji de chef, y la frase “el universo provee”. Tiene tres publicaciones fijas en su perfil. Es decir, las primeras tres publicaciones que alguien ve si abre su cuenta @viajandoconadrian, son estas: un video que titula “Emigrar, ¿vale la pena o no?”, en el que enumera las razones por las que elegir vivir en el extranjero o no -“vas a estar lejos de tu familia y amigos, vas a empezar en un país de cero donde capaz no entendés ni el idioma (…) ¿y qué ganás con todo esto? Vas a vivir una experiencia increíble, vas a conocer nuevas culturas y nuevos paisajes”- otro que empieza diciendo “cuánto se gana y cuánto podes ahorrar como chef en Suiza”, y otro en el que cuenta cómo empezó a viajar, cómo siguió, cómo viaja hoy. Ese video empieza así: “Buenas, soy Adrián, más conocido como Viajando con Adrián. Hace siete años empecé a viajar y te quería contar mi historia”.
Adrián dice, desde Nueva Zelanda, que está allí de vacaciones, que fue a visitar a su hermano y a varios amigos, que de ahí se irá a trabajar a Australia. Pero esta historia no empieza en Nueva Zelanda. Empieza en Solymar, Canelones, Uruguay, hace muchos años.
Adrián estaba cursando cuarto en el liceo de Solymar, el balneario en el que nació y creció, cuando empezó a pensar en qué orientación elegir, en si quería estudiar y qué carrera elegiría, y, en ese camino, supo que no se veía estudiando cinco, seis, ocho años en una facultad. Le gustaba aprender de todo, pero lo que más le gustaba era cocinar. Le dijo a su madre que eso era lo que quería -aprender gastronomía- se anotó en un curso corto primero y después dejó el liceo para estudiar cocina en la UTU de Atlántida.
“Ahí fue donde agarré mi base fuerte de conocimiento. Tengo que agradecerle a mis profesores, Marcelo y Nora, porque parte de lo que soy hoy es gracias a ellos. Yo vivo de viajar y de trabajar mientras viajo, y consigo trabajo rápido gracias al oficio que aprendí con ellos”, dice.
Hizo dos años. Empezó a estudiar idiomas en el Centro de Lenguas Extranjeras de Solymar, con quienes estuvo tres años juntando dinero para hacer un viaje a Europa. Adrián tenía 18 años la primera vez que se subió a avión. Visitó, durante dos semanas, Portugal, Italia, Francia y Alemania. Ese viaje fue un impacto. Quedó fascinado. Al poco tiempo de estar en Uruguay otra vez, una amiga le propuso irse a vivir a Suiza, tenían una casa a la que llegar y trabajo asegurado. Tal vez este es el inicio de todo. Porque se fue a Suiza y desde allí conoció el mundo.
Llegó a vivir en la casa de una uruguaya y su pareja, y, antes de conseguir trabajo, se dedicó a aprender francés. Trabajó como cajero en un supermercado en los Alpes y fue entonces cuando se dio cuenta de que, en términos económicos, su tiempo valía mucho más que en Uruguay. “No podía creer el sueldo que tenía. Después empecé a trabajar en la cocina de distintos restaurantes y hoteles y los sueldos eran una demencia. Lo que quiero decir es que me di cuenta de que lo que yo lograba ahorrar en una temporada trabajando en Suiza, en Uruguay me podía llevar años. Por ejemplo, en mi última temporada en Suiza pude ahorrar 13 mil francos en cinco meses, estamos hablando de más de medio millón de pesos uruguayos ahorrados, no ganados. Entendí que lo que gano trabajando de esta manera es tiempo. Y cuando entendí eso fue una locura”.
Fue una locura, dice Adrián, porque hoy, siete años después, vive de viajar y genera ingresos trabajando en los lugares a los que viaja. O en la mayoría. Estuvo en Nueva Zelanda donde hizo de todo: desde trabajar en la producción de kiwis, hasta ordeñar vacas en un tambo.
“Fue uno de los trabajos más duros de mi vida, pero también una experiencia muy enriquecedora. Pasé de no estar nunca en el campo, a trabajar literalmente entre la mierda. Pero me adapté, si lo tengo que hacer lo hago, aprendo, y me encanta aprender lo que sea”.
La mayoría de sus trabajos, sin embargo, han sido en cocina. Trabajó en Mallorca, en Barcelona y en Suiza. Y, mientras, entre temporada y temporada, viajó: por España, por Francia, por Suiza, por Portugal, por Italia, por Croacia, por República Checa, por Países Bajos, por Indonesia, por Tailandia, por las islas Fiyi.
Se fue de Suiza porque necesitaba moverse. Estaba cómodo, seguía trabajando en la cocina de un restaurante en las montañas. Vivía en una casa de madera con unos paisajes de fantasía, esquiaba cada vez que tenía tiempo libre, salía con sus amigos, se sentía como en casa. Pero, en el último tiempo, Adrián se acostumbró a vivir de un lugar a otro, a nunca quedarse quieto, a alejarse de la comodidad, a saber que el mundo es un lugar inmenso que quiere conocer.
“Decidí que viajar iba a ser mi forma de vida porque desde la primera vez que lo hice me llenó completamente. Hace siete años que vivo viajando y la verdad es que han sido siete años de mucha felicidad, los mejores de mi vida, año tras año, he tenido momentos muy hermosos, conocí mucha gente, culturas, comidas, paisajes. A veces miro todo lo que pasó en este tiempo y no lo puedo creer”.
Por eso comparte su experiencia en Instagram. Cuenta, por ejemplo, cómo se puedeemigrar y trabajar de forma legalen algunos países del mundo, cómo irse y en qué momento es mejor hacerlo, de qué manera conseguir mejores trabajos, de qué forma moverse, qué hacer y qué no hacer. Un día, alguien lo reconoció en un bar de Nueva Zelanda, se le acercó, lo saludó y le dijo que gracias a un video suyo se había animado a irse de Chile. A veces Adrián mira todo lo que pasó en siete años y no lo puede creer.