Buscó una foto de Circe Maia -poeta uruguaya, casada con uno de sus tíos-. Después encontró una hoja de hiedra e hizo, más o menos, este procedimiento: imprimió la imagen en acetato transparente, colocó, unas sobre otras, una pieza de Mdf, unas hojas de impresora, la hoja de hiedra, el acetato y un vidrio. A todo eso lo apretó con pinzas y lo puso al sol. Después de unos días -el proceso en general lleva uno o dos- estaba, sobre la hiedra, la fotografíade Circe, con el pelo corto, con la mirada en alguna parte.
Luego hizo lo mismo con una imagen deIrene Vallejo, escritora española a la que admira y la reveló en hojas de hiedra y de bambú. Al final, cuando el proceso estaba terminado, le escribió por redes sociales a la escritora y le mandó la imagen junto a un poema de Circe Maia, Hoja. Irene le respondió emocionada, le agradeció por las fotografías y le contó que la poesía de la uruguaya era una constante en su vida, que cuando su hijo había estado internado, leerla había sido un oasis.
Después le contó esa misma historia a Circe, a quien sus primeras le estaban leyendo, justamente, El infinito en un junco. Circe se emocionó con la misma intensidad. Para ella, que tiene 91 años y algunas dificultades para leer por su cuenta, la literatura de Vallejo también era un lugar de cobijo.
Marnels Ferreira es médica jubilada, neuróloga y artista. Hace no mucho tiempo aprendió, con Federico Ruiz Santesteban, sobre clorotipia, una técnica de revelado de imágenes sobre hojas vegetales que no necesita ningún químico. Y, desde que lo probó por primera vez, no ha parado de hacerlo: fotografías de sus hijos, de sus sobrinos, de sus nietos, de sus mascotas y, también, de personas que admira, como Circe Maia e Irene Vallejo. No esperaba, cuando lo hizo, que unas imágenes reproducidas en unas plantas, iban a ser un puente entre dos autoras que se admiran sin conocerse.
Esa, la de las autoras encontrándose en sus clorotipias, es una historia que la emociona. Marnels la cuenta entre el orgullo y la timidez. Pero antes de llegar a ella hay otra historia: la suya propia, la de las circunstancias que la llevaron a buscar en el arte una forma de equilibrio .
De la medicina al arte
Marnels nació en Tacuarembó, en una familia de médicos. Su padre era cirujano, pero, también, un apasionado por el arte y la fotografía. La casa estaba llena de libros y de cuadros. Y, en medio de ese hogar, cuando Marnels era adolescente, empezó a tomar fotografías y se armó, en un baño, su propio laboratorio de revelado.
Al momento de elegir, se decidió por estudiar medicina en la Universidad de la República. Después se especializó en neurología y regresó a Tacuarembó a ejercer en su ciudad. Fue, en todo este camino, la primera mujer del interior del país en presidir la Sociedad de Neurología.
A los 40 y pocos años, cuando sus hijos ya estaban más grandes y la medicina le dio un respiro, decidió regresar al lugar en el que siempre había sentido que encontraba tranquilidad: el arte. Empezó un taller de pintura con Miguel Álvarez, y después con Gustavo Alamón, su maestro. Estudió también con Oscar Larroca, con Leo Gularte, con Javier Álvez, con Roberto Schettini, con Gustavo Alsó y Armando Sartorotti, con Federico Arnaud. En 2013 hizo su primera exposición.
Hay algo que encontró en el arte y que la ayudó a mirar de otra manera su profesión de médica. “Yo siempre estaba en contacto con la muerte, con la enfermedad, y el arte me permitía salir de eso, llegar a un equilibrio emocional y ser más humana, mirar al paciente con otros ojos, porque el arte es mucho de observar, de escuchar, te enseña otra mirada”.
Desde que conoció la clorotipia hubo un nuevo sentido que se reveló: una vez que las fotografías están en las hojas, no se sabe cuánto tiempo perduran. Se pueden borrar, pueden durar años. Es un mecanismo misterioso. Al principio, cuando empezó a practicarla, le preocupaba lo efímero. Después dejó de hacerlo. “Es como si quisieras agarrar el presente con más intensidad, ver la belleza de otra manera, ser consciente de lo fugaz”.