Por Soledad Gago
Hay una iglesia en Alcalá de Henares, en España, que podría estar acá, en Montevideo. Se trata de la Iglesia de San Juan de Ávila, situada al norte de la ciudad.
Alcanza con hacer la prueba y buscar una imagen. Y alcanza, también, con mirar la primera que aparezca en Google para darse cuenta de que ese templo que está al otro lado del mundo tiene unas marcas que delatan su identidad y, con ella, las características de la obra del ingeniero uruguayo Eladio Dieste.
“La de Alcalá es una iglesia construida con la lógica del sistema de cerámica armada, pero con una dimensión profundamente orgánica. Tiene unas paredes curvas y su cubierta es una bóveda de cerámica armada de forma continua. Presenta un gran rosetón en su fachada como único elemento que permite entrar la luz desde allí y contiene algunos elementos en las paredes que permiten ingresar luz, una luz con color, un poco como la tradición de los viejos vitrales medievales”, dice al respecto William Rey, arquitecto, director de la Comisión de Patrimonio.
Esos elementos son característicos en la obra del ingeniero que se transformó “en la gran referencia de la arquitectura uruguaya en el mundo”, dice Marcelo Danza, arquitecto y decano de Facultad de Arquitectura de la Universidad de la República.
“Dieste es un ingeniero que calcula muy bien, que conoce muy bien el ladrillo (el material que utilizó para sus obras) y sabe qué incorporarle para darle lo que le falta de resistencia: cemento y acero (de eso se trata la cerámica armada). Sabe cómo juntar ladrillo con ladrillo de tal modo de sacarle mayor provecho desde el punto de vista estructural. Ese es el ingeniero, pero también hay en él un arquitecto, aunque no haya estudiado nunca arquitectura, con una sensibilidad enorme para trabajar esos materiales: a esos cálculos le incorpora la belleza física y también de la interioridad. Dieste logra una atmósfera muy particular que genera a partir del cuidado de la entrada de luz, de los colores, de las formas”, agrega Danza.
En Uruguay Dieste proyectó dos iglesias, la parroquia San Pedro de Durazno y la iglesia Cristo Obrero y Nuestra Señora de Lourdes que está en Atlántida y que fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Esa, dice Danza, es la que más condensa la esencia de su obra.
Sin embargo hay otra, que contiene sus huellas y que nunca se concretó. Se trata de la parroquia Nuestra Señora de Lourdes, en el barrio Malvín que tiene, en el fondo, un muro de ladrillos idéntico al que tiene la iglesia de Alcalá de Henares.
Está sobre la calle Michigan y hoy por allí trepan plantas y arbustos. Ese muro redondeado es, también, el indicio de lo que no fue.
La historia dice así: cuando Malvín aún no formaba parte de la zona urbana de Montevideo y se estaba conformando como balneario, la pequeña comunidad que vivía allí celebraba los bautismos y las misas en una carpa. La idea de construir una iglesia para tan pocas personas parecía exagerada pero por iniciativa de Monseñor Juan Francisco Aragone, entonces arzobispo de Montevideo, y gracias al aporte económico de los vecinos del lugar, en la década de 1920 se empezó a manejar como una posibilidad. Finalmente comenzó a construirse en 1932 y, dos años después, en febrero de 1934, se terminó.
Sin embargo, quizás esta historia empiece (y termine) después, en la década de 1960 cuando, por iniciativa del cura al frente de la parroquia y con apoyo de la comunidad, acordaron con Eladio Dieste un proyecto para ampliar el lugar.
“Fue un proyecto que continuó en un mismo camino de búsqueda en el uso de la técnica y las formas usadas en la iglesia de Atlántida para definir el espacio arquitectónico de un templo de mayores dimensiones y mayor complejidad en cuanto a sus requerimientos funcionales”, explica Esteban Dieste, arquitecto, hijo de Eladio. “El plan en sí incluyó la reforma y ampliación de la Casa Parroquial, que se realizó, y el nuevo templo, del que se construyó solamente el muro en forma de torre que delimita el espacio de lo que sería el presbiterio”.
Como para la construcción inicial de la parroquia, el proyecto de ampliación de Dieste también recibió el apoyo de la comunidad y las obras empezaron a realizarse a buen ritmo. Sin embargo, la obra nunca se terminó. ¿Qué sucedió, entonces? Según Esteban Dieste, hay algunas razones que lo explican.
“En primer lugar las partes de la obra que había que hacer a continuación del presbiterio, (los muros laterales y la cubierta así como el techo del presbiterio, la fachada), tenían una complejidad que no permitía hacerlas con muy poco personal y equipo como se habían hecho la casa parroquial y el presbiterio. Estas obras siguientes hubiesen requerido de un aporte mayor de recursos en menos tiempo”, explica.
Pero, además, dice “teniendo en cuenta los tiempos de apasionadas y conflictivas relaciones que vivíamos como sociedad en esos años de fines de la década del 60 y comienzos de los 70 del siglo pasado, hicieron que surgieran en la comunidad parroquial discrepancias y cuestionamientos a la pertinencia de construir un nuevo templo”.
Se decidió no continuar con la obra y Dieste recibió una propuesta desde la diócesis de Alcalá y un grupo de arquitectos españoles vinculados a ella.
Así, entre 1996 y 1998, se construyó allí, en una ciudad española a la que el ingeniero había sido invitado en 1993 a dar una conferencia, una iglesia con los planos de lo que iba a ser la nueva parroquia Nuestra Señora de Lourdes, en Malvín.