Por Soledad Gago

Entonces, mientras camina entre las veredas amplias del Prado, José Mata relata algunas historias. Como cuando pasan por donde fue la casa de Washington Beltrán y les cuenta sobre el duelo en el que José Batlle y Ordóñez lo mató, sin titubeos, de un disparo seco en el corazón.

O como cuando llegan, hacia el final del recorrido, al Hotel del Prado y les cuenta esto: que ese lugar que hoy se llama hotel pero funciona como salón de eventos, que fue demolido y vuelto a construir, un día de diciembre de 1904 vivió una noche que fue, también, su derrumbe.

La historia dice así: que Celia Rodríguez Larreta y Adolfo Latorre Reyes habían ido a pasar unos días al hotel que, por entonces, era habitual para que las parejas celebraran su luna de miel o pasaran sus vacaciones. Que la idea fue de Teófilo Díaz, abogado de la familia Rodríguez Larreta, con la intención de ayudar a reconstruir su matrimonio, que venía, desde hacía tiempo, con dificultades. Que la reconciliación salió mal y la primera noche Adolfo Latorre mató de un disparo a su mujer porque, dicen, era amante de Luis Alberto de Herrera. Que Teófilo, por entonces trabaja en un diario - o eso dicen-, se enteró de la noticia y fue hacia el hotel. Y que cuando llegó, furioso y dolido por sentirse traicionado, le dio un disparo a Adolfo, que murió tiempo después en el Hospital Maciel.

Como esas hay más. Es que si el barrio Prado es un lugar repleto de historias e identidad, José, 58 años, guía de turismo, actor y apasionado por el pasado, se las sabe a todas y es la persona indicada para contarlas.

Eso es lo que hace desde Pradotours: un recorrido caminando por el barrio que propone una mirada histórica y cultural de la zona Oeste de la ciudad de Montevideo.

Empieza en el Monumento a la Diligencia, de ahí van hacia Avenida Agraciada y Capurro, suben por la calle 19 de abril, cruzan el Parque Prado y siguen hacia el Hotel del Prado. El paseo dura tres horas y el pago es a voluntad. Lo hace los domingos a las diez de la mañana y el próximo será en febrero. Para participar hay que anotarse a través de Instagram (@pradotoursmvd) o del celular, 093309364.

También realiza un tour los domingos por la tarde por el barrio Atahualpa, que retomará cuando termine el verano para evitar el calor, y otro los sábados por la zona histórica del Parque Rodó.

“El Prado tiene un pasado glorioso que lo hace especial”, dice. “Y además hay parte de ese pasado que todavía continúa”

Dos historias

Para el barrio todo empezó, cuenta José, en la época colonial, con chacras alrededor del arroyo Miguelete.

“Allí, en ambas márgenes, se plantaban frutas y verduras para abastecer a toda la ciudad, todo el abastecimiento de productos de la tierra venía de ahí. Así empiezan a surgir los primeros caminos, para poder transportar todo eso, surgen lo que es Agraciada o Millán. Por entonces, también, en la bahía, donde desemboca el Miguelete, se estableció el caserío de los negros, unas barracas en donde dejaban a las personas que traían como esclavas desde África, para que hicieran una cuarentena antes de ir a la ciudad”.

Después, en la segunda mitad del siglo XIX, el Prado pasó a ser el lugar donde las familias de la aristocracia montevideana construían sus casas de veraneo: unos edificios de una sola planta con una torre mirador en el centro y enormes jardines que mandaban a diseñar por paisajistas extranjeros en los que se celebraban bailes y fiestas. Luego, sobre la década de 1890, pasa a ser lugar de residencia permanente de esas familias y, por eso, a partir de entonces las construcciones cambian de patrón. Pasan a ser de dos pisos, como castillos franceses, porque la planta baja tiene que ser para espacios sociales, con salones para grandes bailes y piezas particulares para que las mujeres reciban a sus invitadas y los hombres se reúnan a fumar, y la superior tiene que ser privada, el lugar de la familia.

Para José, que es hijo de españoles, todo esto - los paseos, el turismo, el interés por la ciudad- empezó temprano, cuando era un niño apasionado por la Historia. Primero leyó la nacional, después la española y con la española vino todo lo demás: la Historia universal. Después empezó a viajar y todo se acentuó. Hizo un curso de turismo y estudió para ser guía en la UTU Pedro Figari. Entonces supo que quería dedicarse a hacer tours por alguna parte de su ciudad.

Leonardo Mainé

Así llegó a Daniela Duarte, que en 2017 había creado Pradotours, que consistía en paseos por el barrio para extranjeros. Se sumó y le propuso extenderlo para personas locales. Ahora que Daniela se abrió del emprendimiento, él es quien se ocupa de todo.

“Yo no nací en el Prado pero viví al lado, en Paso Molino, hasta mis 18 años. Mi vínculo viene de ahí”.

De hecho, el tour que él propone empieza en el Paso Molino. En el camino recorren la historia de los lugares que van encontrando, desde monumentos hasta casas quintas que aún perduran y se mantienen, y también las que ya no están más. De esas, José lleva una fotografía y se la muestra a sus grupos. Les dice: acá, donde ahora hay un edificio de diez pisos, hubo una casa antigua que fue demolida, o acá, en Avenida Bushental y Lucas Obes, estuvo la casa en la que nació, en 1875, Julio Herrera y Reising.

“Se han perdido casas por Millán, por Luis Alberto de Herrera, por Agraciada también, entre Bulevar Artigas y casi hasta llegar a Paso Molino había muchas casas quinta, una al lado de la otra. Por ejemplo, donde hoy está el Casmu en Agraciada y Valentín Gómez, había una casa quinta muy parecida a una pagoda china, que era muy particular. Se demolieron muchas. Por suerte ahora las que quedan están protegidas. Esas casas son parte de la historia y de la identidad de este barrio”.