Los secretos de una casa que perteneció a Páez Vilaró, funcionó un piringundín y hoy es un taller de artes

La finca ubicada en las Grutas de Punta Ballena, fue también un almacén, una parrillada y un hostal. En esta nota, la historia de esta casona que hoy manejan dos artistas argentinos, y la increíble coincidencia que une todo.

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"Casa Las Grutas" perteneció a Páez Vilaró y fue
"Casa Las Grutas" se ubica a metros de la ruta, por el km 123, y perteneció a Páez Vilaró.
Foto: Rosana Decima

A pocos pasos de un cartel que dice “Las Grutas” por la Ruta 10, a la altura del km 123, hay una casacon un prominente y llamativo techo de paja que atesora historias dignas de un libro o una película. Fue el primer almacén de la zona durante la década del ochenta, cuando este barrio era una gran lomada de pasto y los pobladores descendían hasta ahí a comprar víveres. A la noche, el lugar se transformaba en una suerte de piringundín, y los vecinos se arrimaban a tomar algo y jugar al pool.

Cuando Carlos Páez Vilaró advirtió la proyección del hoy balneario, compró la propiedad y puso una parrillada que bautizó “El Gallo Rojo”. Más tarde, su esposa abrió una posada en ese mismo lugar.

De cualquier modo, la casa siempre se destacó como un punto de encuentro por ser el único centro de reunión en kilómetros a la redonda: allí se celebraban tertulias que se extendían hasta la madrugada. Este mágico sitio lleno de anécdotas al que Páez Vilaró le impregnó su sello (pintó un mural que aún perdura en una de sus paredes, y dejó vestigios como cerámicas en las columnas y su típica construcción en bolseados) había decaído en los últimos años, y hasta se llegó alquilar para distintas fiestas.

Dos años atrás, Casa Las Grutas (así se llama) logró recuperar su espíritu original gracias a los hermanos argentinos Matías e Ignacio Choroszczucha, que encontraron en esta morada el espacio perfecto para instalar el taller de artes e inventos para niños que tenían en San Isidro, Buenos Aires.

El azar los trajo hasta este rincón de Punta Ballena, pero nada fue casual. A continuación, un resumen de esta historia que es también un tributo al arte, a Páez Vilaró, y merece ser contada.

Matías e Ignacio Choroszczucha en "Casa Las Grutas", y de fondo, el mural que pintó Páez Vilaró en los noventa.
Matías e Ignacio Choroszczucha en "Casa Las Grutas", y de fondo, el mural que pintó Páez Vilaró en los noventa.
Foto: Rosana Decima

Mantener el legado

Matías manejaba un taller enorme de artes e inventos en Buenos Aires, con una cantidad de docentes que impartían clases, pero durante la pandemia decidió abrirse por su cuenta en el bajo de San Isidro, donde vivía con su esposa y sus hijas, y continuar los cursos con esos adultos y niños que querían seguir vinculándose a pesar de las restricciones sanitarias.

“Funcionó muy bien pero cuando se empezó a abrir todo, pasó algo que no sé explicar, pero empezó a decaer”, contó Matías a El País. Su padre es uruguayo y él era el último de sus cinco hermanos que quedaba viviendo en Argentina, así que impulsado por Ignacio, decidió desarmar el taller, mudarlo de este lado del charco y afincarse en Las Grutas con su familia.

Ambos hermanos conocían esta zona de memoria porque su padre vivía en Pinares, y si bien habían pasado mil veces por la puerta de Casa Las Grutas, no tenían idea de su historia.

Ignacio llegó a esta finca de pura casualidad: no estaba en la búsqueda de un lugar donde instalar el taller, simplemente había ido a ver un terreno enfrente con una idea de construcción. Sin embargo, cuando advirtió que la casa que tanto lo había cautivado a él y sus hermanos de niños estaba vacía, consultó, y se enteró que pertenecía a los Páez Vilaró.

Averiguó un poco más y llegó Beba Páez Vilaró, hija del artista: “Cuando le comenté que queríamos traer un taller de arte, que mi hermano ya lo estaba haciendo en Buenos Aires y se llamaba El Gallo Rojo, ella me contó que su padre había tenido una parrillada con el mismo nombre y logo en este lugar, y todo fluyó con facilidad”, relató Ignacio.

El plato original que pintó Carlos Páez Vilaró con el nombre y logo de "El Gallo Rojo", la parrillada que tuvo en la casa de Las Grutas.
El plato original que pintó Carlos Páez Vilaró con el nombre y logo de "El Gallo Rojo", la parrillada que tuvo en la casa de Las Grutas.
Foto: Rosana Decima

‘Esto no puede ser una coincidencia’, les dijo Beba. Y les entregó las llaves de la casa sin más preámbulos. “Ni siquiera nos pertenece esto. Casi que es de ella porque no firmamos absolutamente nada”, reveló Ignacio. Todo sucedió de palabra, ya que por cuestiones de papeles y habilitaciones, aún no se pudo firmar la venta.

“Por ahora es un intercambio. No pagamos alquiler; teníamos un apartamento y lo cambiamos por la casa”, explicó Matías. Ycontó que una semana después de conocerse y entusiasmada por el proyecto, Beba les obsequió el plato que su padre había hecho para la parrillada, con igual logo y nombre que el taller.

“El plato es original y único, lo había hecho para su emprendimiento. Debe de valer una fortuna y ella nos lo trajo de regalo por la coincidencia”, destacó Ignacio. Y afirmó: “Levantamos un muerto, el lugar estaba muy caído, fue una pizzería y hasta se llegaron a hacer fiestas de electrónica en Año Nuevo”.

También aseguró que Miguel, hijo de Beba, no quería desprenderse de esta propiedad porque había crecido en esa casa. Sin embargo, los Páez Vilaró quedaron felices porque la propuesta de los Choroszczucha permite que se conserve el legado artístico que tanto identifica a esta familia.

El taller, además, sirvió para revivir y reactivar la zona, y sus pobladores lo agradecen: “Entrás a las grutas y te das de frente con este caserón que llenó de arte el lugar. Los vecinos están fascinados de que se le haya devuelto la vida al barrio. Páez Vilaró es un referente y lo lindo es que la convertimos en una casa de arte”, sintetizó Matías.

El taller de artes e inventos en "Casa Las Grutas"

El taller infantil lleva dos temporadas dando clases de cerámica, carpintería, circuitos eléctricos y reciclaje a niños de 5 a 14 años. Los hermanos Choroszczucha enseñan a reutilizar objetos cotidianos, y transformarlos en herramientas útiles. En verano, las clases son diarias, y durante el año, una vez por semana.

El taller para adultos es semanal y se centra en soldadura y carpintería. Surgió en julio, a raíz de la curiosidad de los padres, que al ver lo que hacían sus hijos, solicitaron actividades para ellos. Creció gracias al boca a boca, y el plan es seguir expandiéndolo.

Genética de artistas

El taller de artes e inventos para niños en "Casa Las Grutas" a cargo de Matías
El taller de artes e inventos para niños en "Casa Las Grutas" a cargo de Matías e Ignacio Choroszczucha.
Foto: Rosana Decima

Los hermanos hicieron distintas reformas a esta casa de puertas abiertas al barrio, donde hoy funcionan los talleres de niños y adultos y el atelier de Matías. Al fondo, además, construyeron una nueva casa donde viven Matías, su esposa y sus dos hijas.

El espacio está repleto de cuadros hechos por Matías, su maestro argentino y compañeros del taller. También pululan antigüedades y piezas compradas en remates, ya que valoran las historias detrás de los objetos.

“Todo el tiempo metemos mano, nos hacemos las cosas que necesitamos, y con cierto gusto que es heredado. Mi padre es constructor y mi madre decoradora de interiores, así que siempre vivimos en pequeñas escenografías”, cerró Matías.

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