Magia e ilusionismo: un fin de semana a puro ¡abracadabra!

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Magia

FESTIMAGIA

Grandes magos de Argentina, Chile y Uruguay harán una gala en conjunto en Montevideo.

Este 3 y 4 de septiembre magos de Argentina, Chile y Uruguay se presentarán en el Teatro del Notariado de Montevideo con una gala para toda la familia: Festimagia. Es la edición N°19 del evento y su organizador, el Mago Ariel de Uruguay, señaló que “la idea es traer artistas que no tienen nada que ver uno con otro y además que no hayan venido el año pasado ni vengan el año que viene”. Dos de ellos son los argentinos Gastón Fabbiani –conocido como ‘El gran showman’– y Raúl Pintos, que en diálogo con El País relataron su historia en el mundo de la magia y cómo es su trabajo hoy.

Primeros pasos.

Raúl aún era un preescolar cuando le dijo a sus padres que de grande quería ser un mago. Había tomado la decisión en el cumpleaños de un compañero del jardín, después de haberse fascinado con los trucos de magia del mago del momento.

Cuando tenía 13 años, asistió a un show que el ilusionista estadounidense David Copperfield hizo en Argentina, y al final de la gala, cuando el mago voló, Raúl se emocionó tanto que empezó a llorar: “Parece que estaba marcado mi camino”, aseguró.

Uno de los trucos de Copperfield que más le llamó la atención fue uno que hacía con cartas llamado ‘Ases del abuelo’. “Fui a un curso de magia porque quería aprender solamente ese truco”, contó. Y a partir de allí, nunca paró.

Actualmente, su especialidad son “las grandes ilusiones”. Sus espectáculos siempre se presentan en teatros, donde intervienen una bailarina y asistentes, vuelan personas, aparecen y desaparece gente, y más, comentó.

Por su parte, Gastón arrancó como animador de fiestas hace nueve años y no tardó en darse cuenta de que quería agregar algo más al show para “potenciarlo”. Fue entonces que se le ocurrió estudiar magia en una escuela de Buenos Aires y más adelante también se formó en ventriloquía y burbujología. Así, se convirtió en lo que es hoy: ‘El gran showman’.

“Para mantener al cliente es necesario seguir capacitándose y ofrecer cosas nuevas”, afirmó. Y añadió: “Todavía tengo muchísimo para aprender. Quiero seguir trabajando y generar nuevos clientes”.

Según explicó, la ventriloquía “es el arte de hacer hablar a un objeto inanimado”. Para eso, tiene un conejo llamado Atilio. “Es un conejo muy tierno que tiene mucha llegada con los niños, pero también es un poquito terco y malhumorado, y ahí tengo que estar yo para llevarlo por el buen camino”, contó.

En cuanto a la burbujología, se trata de “un mundo desconocido para muchos” que consiste en “hacer burbujas con las manos y otros objetos”. Pueden ser pequeñas, medianas o gigantes, e incluso el mago puede meter a alguien dentro de una. También hay burbujas con fuego o con humo y burbujas que rebotan y no explotan.

Pero crecer en esa área no fue fácil: “A diferencia de la magia u otras artes, no hay ningún lugar donde aprender burbujología, no existen escuelas”, sostuvo. De esta manera, él aprendió más que nada probando con diferentes detergentes y agregados e investigando en internet sobre lo que es una burbuja y cómo se forma. “Fue un período muy intenso de aprendizaje que me llevó a que hoy pueda hacer un show de 45 minutos o una hora con todo tipo de burbujas”, expresó.

Raúl Pintos
Raúl Pintos.

Conectar con la gente.

Para Raúl, el mayor reto de su trabajo es “llegar a la gente y producirle una emoción”. “El espectador viene con un millón de cosas en la cabeza y por una hora tengo que hacerlo sentir de nuevo un niño”, subrayó. Y eso no depende solamente de los trucos en sí: “La magia es la frutilla del postre, pero el postre entero es el arte, la narración, el cómo te lo cuento”.

Además, agregó que es importante que él conecte con eso que está contando, “porque si no creo lo que estoy diciendo tampoco lo puedo hacer llegar al espectador en una fibra emotiva”.

A lo largo de su carrera, Gastón se ha dado cuenta de que es mejor buscar lo que a la gente le divierte aunque sea simple, que optar por trucos elaborados que no tengan mucha llegada. “Actuamos para la gente, no para los magos”, puntualizó.

En este sentido, dijo: “Hay cosas tan simples como meter a un chico dentro de una burbuja que terminan generando más en el corazón de las personas que otro truco súper complejo donde hay fuego o donde alguien eligió una carta que después apareció en otro lado”.

“No hay mayor satisfacción que ver a un niño sonreír”, aseguró Gastón. Para él, sacarle una sonrisa a un chico o un adulto que tenga un problema o esté pasando por una situación difícil, “es maravilloso”. “Creo que esa es la verdadera magia”, expresó.

Ha hecho shows para niños con enfermedades o capacidades diferentes y afirmó que ellos “son los que más necesitan una sonrisa”. Así lo afirmó: “Verlos divertirse y ser uno más como los otros chicos es fantástico”. Le gusta colaborar con galas a beneficio: “Los fines de semana suelen estar llenos de trabajo, pero los días que tengo más tiempo libre me gusta ir a algún comedor u hospital, sobre todo en fechas especiales como el Día del Niño”.

Gastón Fabbiani
Gastón Fabbiani.

Festimagia.

Este fin de semana será la tercera vez que Raúl se presenta en Uruguay; ya había hecho shows en Montevideo en 2013 y en 2015. Por su parte, Gastón estará en el país por primera vez: “Hace mucho tiempo que quería conocer Uruguay y siempre por un motivo u otro no podía ir, y qué mejor que ir a mostrar mi arte”, sostuvo. Será la primera gala de ambos compartiendo escenario con el Mago Ariel de Uruguay.

La idea de Festimagia surgió en Portugal, en el Congreso Mundial de Magia. Un organizador le preguntó al Mago Ariel por qué en Uruguay no se hacían festivales como ese y eso fue suficiente para que, de regreso en el país, el mago empezara a trabajar el desafío. “Arrancamos en el año 2001 con un éxito brutal de congresistas y público”, contó.

Este año, llega la edición N°19 con dos galas: una el sábado 3 a las 21 horas y otra el domingo 4 a las 16 horas. Cada una tiene una duración estimada de hora y media. “Las dos son para toda la familia, o sea que pueden ir tanto niños como adultos, y se van a encontrar con diferentes disciplinas de magia e ilusionismo”, dijo el Mago Ariel. En total, se presentarán ocho magos de Chile, Argentina y Uruguay.

A su vez, comentó que “se van a hacer actividades diferentes en cada gala, así que quienes quieran ir a ambos se van a sorprender los dos días”. Las entradas están a la venta en la boletería del Teatro del Notariado y por RedTickets.

El festival también tiene una parte de congreso con talleres destinados únicamente para magos: “Vienen muchos jóvenes del interior del país que son aficionados y se ponen al día en este tipo de seminarios”, dijo Ariel.

Imprevistos fuera y sobre el escenario.

En el 2017, Raúl estaba compitiendo en un campeonato latinoamericano cuando, justo antes de la última ilusión, se cayó la tela detrás de la que tenía que desaparecer su bailarina. Fueron segundos crueles: “En ese momento pensé: ‘Estoy en el horno, no me van a llamar más’. Encima, delante de todos mis colegas, porque había gente de Argentina, Uruguay, Chile, España, Corea…’” Sin embargo, el mago tenía un plan B. La hizo desaparecer con “el método original”: agarró la tela, envolvió a la bailarina y “¡fum! Desapareció”. Más tarde, muchos magos se acercaron a felicitarlo: “Uno de ellos fue el Mago Ariel que me dijo: ‘Vos te merecés un primer premio’.

"Creo que las cosas no te salen mal, sino que te salen bien o aprendés”, afirmó. A los dos meses lo volvieron a convocar para abrir un congreso internacional de magia en ese mismo teatro y con la misma ilusión: “O sea, vino el mismo fantasma. Pero salió mucho mejor de lo que hubiera salido si no hubiera pasado lo otro antes”.

Gastón también tuvo un momento en el que quiso que lo tragara la tierra. Hace dos o tres años lo habían contratado en un casamiento de una conductora de televisión en Argentina. “Era en un hotel de primer nivel y había muchas expectativas puestas en mí”, relató. El lugar tenía una piscina de dos metros de profundidad y él tenía que pasar por el costado para trasladar sus cosas sin meterse entre la gente. “Un paso en falso y terminé en el agua, con el traje y una de las valijas empapados”, recordó. Su asistente tuvo que meterse también para poder sacarlo y “la gente empezó a aplaudir, como diciendo ‘no pasa nada’”. Tenía otra muda de ropa, así que pudo cambiarse y también recuperó varias cosas de la valija. Hoy en día lo cuenta y se ríe, “pero la verdad que en ese momento hubiese preferido no nacer para no vivir eso”.

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