Alexandra Cravino borró “aguja” y “pajar” de la frase y colocó “ratón” y “bosque”. Era la misma cosa imposible. Y aunque del principio de la historia hasta el día de hoy pasaron 10 años de intentos, Alexandra lo hizo: encontró al ratón de hocico ferrúgineo (Wilfredomys oenax), un ratón que hace nidos (o los ocupa) para vivir en los árboles y que es único en la región. “Es carismático, es raro, está amenazado, es desconocido y prioritario para el país”, dijo la integrante del Grupo de Biodiversidad y Ecología de la Conservación (Facultad de Ciencias) y Grupo Interdisciplinario en el Estudio de las Relaciones Humano Animales (CURE).
Para la bióloga está más que claro: “Este ratón podría ser mucho más simpático que Mickey”.
Sin dudas tiene sus elementos llamativos: un hocico color naranja –de ahí su nombre– y una cola que le dobla el tamaño (su cuerpo mide unos seis centímetros). Esta le sirve para agarrarse de las ramas y balancearse entre ellas al mejor estilo de un mono aullador. Tiene pulgares prensiles –otra vez, al mejor estilo de un mono– para sostenerse y manipular los materiales con los que construye sus nidos. “Nosotros trepamos árboles pero no somos arborícolas; este ratón está adaptado para esa vida”, señaló Alexandra. Eso no lo tiene ni el ratón de Disney.
Sí lo tiene Uruguay. Cubre las áreas boscosas del centro y norte del territorio y un pequeño porcentaje de la frontera con Brasil. No habita en ningún otro lado del mundo. Y antes que Alexandra hiciera nidos artificiales para encontrarlo –ya vamos a llegar a esa parte– era demasiado esquivo: solo se lo había visto vivo ocasionalmente o se encontraba su cráneo en las egagrópilas de las lechuzas –nombre técnico para el vómito de los alimentos no digeridos–.
“Llegué a él sin querer. Mi colega Pablo Fernández, que estudia aves, metió la mano en un nido y lo que sacó tenía pelo. Y si a vos te dicen algo en biología sobre ratones es que andan en los pastizales pero que solo uno es un ratón arborícola que ocupa nidos o hace los propios. Nunca había visto uno y Pablo me dijo que tenía algo llamativo en la cara. Tenía que encontrarlo”, cuenta Alexandra a El País.
Al fin de semana siguiente volvió a esa parte del bosque para revisar nido por nido hasta que logró encontrar a ese inquilino de “trompa en pimentón” y así confirmar la existencia de la especie.
Los años que siguieron tuvieron muchos ensayos y errores que la bióloga adelantó en el programa SobreCiencia de TVCiudad: el ratón de hocico ferrúgineo no se dejaba ver por nada del mundo sin importar si la investigadora iba de día, de noche o de madrugada. Ahí recibió un consejo: llevar nidos abandonados al bosque para que el ratón pudiera adoptarlos como su hogar (una verdadera casita en el árbol).
En los últimos tres años Alexandra no llevó nidos abandonados sino que fabricó unos con esferas de ratán que mantenía un tiempo a la intemperie en el fondo de su casa y un tiempo bajo techo para quitarles todo olor humano. “Fue una estrategia de supervivencia para la investigación”, se rio. Dejó la primera tanda –unos 40– en el bosque y volvió a los tres meses. “Después de miles de idas, sin ver siquiera un suspiro, logramos encontrarlo adentro”, contó. Hasta ahora ha colocado más de 100 en un campo que pertenece a Montes del Plata.
Para construir sus nidos, este ratón usa lo que se conoce como “barba de viejo o barba de chivo” que Alexandra Cravino ilustró como esos “líquenes que cuelgan de los árboles en las películas de terror”. Lo hacen ayudados con sus patas y dientes. “Encontramos un nido dentro de otro y en la entrada tenía todo el tejido mordido. No eran solo ramas mordidas, eran hojas, ramas, líquenes bien enganchados y muy compactos”, explicó.
Para la segunda tanda de nidos artificiales sumó cámaras trampa. Pero esto no fue sencillo. Este dispositivo está pensado para captar a grandes mamíferos, no a unos seres que caben en una mano y pesan “un poco más que dos fetas de jamón”. Para mantener el proyecto con bajo presupuesto, la bióloga encastró unos macros para que las cámaras pudieran enfocar algo pequeño, le cubrió los LEDs infrarrojos y subió la sensibilidad del sistema para que se accionaran ante un mínimo movimiento. “Lo que hice fue a la criolla”, reconoció.
Funcionó. Este ratón, a su juicio, carismático, empezó a ser fotografiado en sus nidos a distintas horas del día y en distintas épocas del año. Durante los días fríos del invierno, por ejemplo, fue retratado en su interior. “Se lo ve estirándose”, contó.
Esta información es todo lo que se conoce hasta ahora sobre esta especie que le pertenece a Uruguay y es “ecológicamente única en el mundo” (hay un par más de especies de ratones arborícolas pero diferentes a esta) y es lo que sirve para rellenar los vacíos que hasta ahora tenía la ciencia sobre ella.
“En Uruguay por primera vez estamos haciendo la lista de especies amenazadas según las categorías de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) y este proyecto es el punto de partida para llenar los vacíos de información sobre su hábitat o sus amenazas”, apuntó Alexandra. Un dato importante: la superficie boscosa del país no supera el 5% y la tala es una actividad recurrente.
Con todo, consiguió un 2x1. Las cámaras trampa fotografiaron a varias marmosas, un marsupialde tamaño diminuto, de hábitos nocturnos y tan escurridizo y desconocido como su vecino.
“Ahora hay nidos puestos en cuatro lugares distintos del país y más cámaras serán colocadas. Ampliaremos a otros bosques porque su distribución todavía no es certera. Queremos saber quién camina en las ramas cuando no estamos mirando. (Este ratón de cara anaranjada) pertenece a la riqueza oculta del bosque. Vemos aves y plantas pero no vemos mamíferos pero seguramente ellos nos ven a nosotros. Aunque no los veas, el bosque es refugio para muchas especies. Si este ratón puede dejar un mensaje es este: el que tiene bosque en su campo, dale una chance para conservarlo”, concluyó.
La bióloga Alexandra Cravino ha buscado al ratón de hocico ferrúgineo por 10 años. En los últimos tres instaló más de 100 nidos artificiales para encontrarlos más fácilmente. Ahora le brindan viáticos para ir hasta el campo, pero el resto de los costos corre por su cuenta. “Entré a facultad porque me gustaban los mamíferos grandes... pero este ratón me dio vuelta como una media”, dijo.