SALUD
“No es fácil el diagnóstico”, dijo la actriz sobre esta patología; se desconoce si su origen es psicológico o neurológico.
El ruido de los pájaros al volar, el roce entre una lapicera y el papel o el goteo de una canilla abierta son sonidos habituales. Sin embargo, producen una severa molestia en aquellas personas que padecen misofonía, un trastorno crónico poco frecuenteque causa en los pacientes irritabilidad, rabia o estrés al percibirlos.
La actriz Natalia Oreiro reveló en una entrevista con ¡HOLA! sentirse incómoda por su misofonía: “Un tema que tengo con ciertos ruidos que generan las personas y me causan ansiedad. Desde chica me hace sentir muy vulnerable. Cuando las personas descargan ansiedad con algún movimiento a repetición, las personas con misofonía absorbemos esa ansiedad”.
“La misofonía es un cuadro que se conoce también con el nombre de síndrome de hipersensibilidad selectiva a un determinado sonido que describen las personas que lo sienten con mucha incomodidad. Este cuadro hace que a los pacientes les resulte muy difícil tolerar determinados sonidos del día y su reacción es exagerada porque les puede generar enojo, rabia, pánico o estrés y no pueden explicar la razón”, describió Alejandro Andersson, director del Instituto de Neurología de Buenos Aires (INBA).
Y apuntó: “Por un lado, existe una tendencia a explicarlo como un fenómeno psicológico –odio al sonido– y, por otro, otra corriente que busca una explicación neurológica o neurofisiológica, como si fuera orgánico y no fóbico su origen”.
No existen registros oficiales en la Argentina, pero los expertos consultados por LA NACION estimaron que alrededor del 50% o 60% de los pacientes con acúfenos [silbido o zumbido constante en uno o ambos oídos] podrían padecer misofonía y apuntaron que suele presentarse por primera vez entre los 9 y 13 años, aunque puede aparecer en cualquier momento de la niñez, adolescencia o adultez.
Susana Domínguez, fonoaudióloga de la Unidad de Acúfenos e Hiperacusia del Hospital Italiano y miembro de las asociaciones argentina y española de Audiología, señaló: “Es un vocablo griego: miso –odio– y phono –sonido–. En nuestra experiencia observamos que se trata de una condición neurológica asociada a experiencias negativas del pasado del paciente, que le generan esa aversión a los sonidos. Si no se trata, con el tiempo empeora y los limita tanto que a veces dejan de hacer cosas, como ir a trabajar”.
"A veces los pacientes informan de sensaciones físicas, como opresión en el pecho, sudoración, evitar lugares u otras reacciones autonómicas. Puede llevar al aislamiento y, con ello, la profundización de los síntomas"
Analía Nicassio
La experta añadió que este trastorno en muchas ocasiones convive con la hiperacusia [percepción de sonidos en forma anormalmente alta], “relacionada con una función de sonoridad perturbada”, o con acúfeno, “un ruido constante que aparece en el oído, que no es una alucinación”, precisó.
Analía Nicassio, médica otorrinolaringóloga de la misma unidad, añadió: “También puede implicar una disminución en el rendimiento escolar o una afectación en el ámbito social si la reacción emocional negativa está relacionada con una persona en particular. Además, a veces los pacientes informan sobre sensaciones físicas, como opresión en el pecho, sudoración, evitar lugares u otras reacciones autonómicas. Puede llevar al aislamiento y, con ello, la profundización de los síntomas”.
Por su parte, la psicóloga Cecilia Salas Gatti, directora ejecutiva de la ONG de salud mental Casaclub Baires, explicó: “Generalmente, es un sonido específico el que desencadena la misofonía y luego se agregan más, que provocan las reacciones que van desde la molestia hasta el pánico o las agresiones”.
Y completó: “Las conductas adaptativas de quienes sufren misofonía suelen tener una amplia gama de recursos, como tapar los ruidos que la detonan o evitar exponerse a ellos. Las consecuencias suelen ser perjudiciales social y laboralmente, ya que llegan a extremos de limitar su entorno o vivir aislados para evitar sentir el malestar”.
Tratamiento
Los expertos apuntaron que no existe un tratamiento específico definido para la misofonía, aunque las terapias y estudios se individualizarán en función de cada caso. “No es fácil el diagnóstico y las pruebas deben ser llevadas a cabo de manera individual por el médico o profesional, ya que no existen pruebas específicas para realizarlo. La reacción en forma extrema a los sonidos indicará al profesional el grado de la afección”, apuntó Salas.
Y señaló: “La misofonía suele tratarse con diferentes tipos de terapias que lleven a la desensibilización y a aprender a convivir con ella: desde el reentrenamiento de acúfenos a terapias cognitivo conductuales para ayudar al paciente a tolerarla y mejorar su calidad de vida”.
Nicassio señaló: “El uso de fármacos como antidepresivos y ansiolíticos se utiliza muchas veces para tratar las reacciones y comorbilidades asociadas. La terapia de reentrenamiento auditivo (TRT), que fue diseñada por [Pawel] Jastreboff [referente en la investigación de acúfenos] para el manejo de los acúfenos, con beneficios secundarios en los pacientes con hiperacusia y misofonía, asume que la alteración de los reflejos condicionados a nivel subconsciente reducirá o eliminará la conexión entre el sistema auditivo y el sistema límbico y autónomo”.
“Para extinguir estos reflejos condicionados anómalos que intervienen en la vida del paciente, se utiliza la exposición gradual a los sonidos e incrementar sus niveles de forma paulatina, mezclando los sonidos que causan la incomodidad con otros placenteros. La idea es mutar esas emociones negativas por pensamientos positivos y contrarrestar esos momentos con, por ejemplo, un fondo de música. También se pueden emplear técnicas de respiración y meditación para modificar la conducta de reacción”, apuntó Domínguez.
Y añadió: “El tratamiento audiológico a veces no alcanza y se deriva al psiquiatra o psicólogo para que se reduzcan las conductas que genera esa hipersensibilidad del sistema nervioso central”.
“Uno de mis pacientes no soportaba escuchar el pasar un trapo sobre los manteles sintéticos, un sonido agudo casi imperceptible que le resultaba insoportable. Le hicimos estudios de resonancia magnética, de otorrinolaringología, de audiometría y no apareció nada. Se adecuaron sus actividades para que no esté frente a ese sonido y no logramos encontrar la causa con una base orgánica”, relató Andersson.