Tatiana Scherz Brener
Al principio, se dijo de todo: que podía contener oro o drogas, que sería el repuesto de algún barco o que incluso podría traer una persona muerta dentro… Cada persona que pasaba por la playa de Aguas Dulces se arrimaba a observar aquel bloque misterioso y compartía su teoría. El País siguió el recorrido del objeto luego de ser hallado en la costa con el objetivo de encontrar respuestas.
El hallazgo.
Era miércoles 18 de enero y Helena Sastre había bajado a la playa bien temprano a la mañana para disfrutar de unas horas de sol cuando se encontró con unas 10 o 12 personas alrededor de algo que parecía ser una caja. Entonces, se acercó. “Era un cubo de 50 por 50 más o menos y se notaba que era de goma. Estaba todo cubierto con berberechos y otros animales, como si hubiera estado en el mar por mucho tiempo”, recordó en diálogo con El País.
Lo había encontrado una mujer que vive en el balneario. “Lo vio flotando en la orilla y lo empujó hacia afuera”, supo Helena después. El enigma no tardó en despertar la curiosidad de los vecinos: “Todo el mundo tenía una teoría distinta, fue muy gracioso”.
Con la esperanza de que pudiera contener algo preciado dentro, empezaron a serrucharlo. Helena contó: “Cada vez que sacaban un pedazo solo había más y más caucho, y no pudieron llegar al corazón”.
Luego de una rápida búsqueda en internet, encontró un artículo del medio de comunicación argentino ArgenPorts que decía que en 2021 se había encontrado un fardo de caucho en las costas del noreste de Brasil y que procedía de un barco alemán nazi hundido durante la Segunda Guerra Mundial.
Se lo comentó a los demás: “Cuando les dije que para mí era solo caucho les aurriné un poco la diversión, pero me pareció interesante que pudiera venir de ese barco de hace tanto tiempo”.
Pronto, llegaron funcionarios de Prefectura Nacional Naval, le sacaron fotos y se lo llevaron.
Seguimiento.
Consultada al respecto, Prefectura respondió: “Son unos cuadrados de resina que se caen de los barcos y se encuentran frecuentemente en las costas de Brasil. En este caso se mandó al Municipio de Castillos”.
El material terminó en un depósito del obrador del municipio, sección que realiza tareas de mantenimiento del balneario como limpieza de playas y trabajos de carpintería. Roberto Chappores, funcionario del área, fue quien cargó el objeto con una retroexcavadora y lo llevó para allí.
“Es un cuadrado de caucho que está compactado como para industrializar”, comentó en diálogo con El País. Y agregó: “Se ve que hace mucho tiempo que estaba en el mar porque está lleno de mejillones pegados”.
Según Eduardo Keldjian, arqueólogo especializado en arqueología náutica y subacuática, si bien por su forma y tamaño este bloque podría estar vinculado a lo que se encontró en 2021 en Brasil, lo que genera más dudas es el lugar donde fue localizado. “Este salió en Aguas Dulces y el otro había salido en el noreste de Brasil; estamos hablando de muchos kilómetros de distancia”, señaló.
Sin embargo, subrayó que encontrar un objeto en determinado lugar no significa que haya sido abandonado allí. “Para tener una idea clara, habría que estudiar el tipo de material, el peso y la flotabilidad, entre otros aspectos”, indicó el arqueólogo.
“No es imposible que esté asociado a ese barco porque históricamente han aparecido materiales a miles de kilómetros de distancia, pero se tiene que investigar”, puntualizó.
Por el formato tan compacto, “parecería que era cargamento de algún barco”. No obstante, añadió: “Fuera de eso, la función que podría haber tenido no la sé. Habría que estudiar el caso”. También mencionó que la incrustación tan grande de mejillones “sugiere que estuvo un buen tiempo en algún lugar asentado y muy probablemente haya salido del agua en este momento por alguna correntada”.
Ahora que el bloque está a la intemperie, seguramente se deteriore con facilidad. “Cuando algo está sumergido por un tiempo, el agua ocupa espacios a nivel microscópico. Y cuando dicha agua se evapora, el material pierde su consistencia”. Así, “puede ser que en un par de años alguien lo vaya a agarrar y se le deshaga en las manos”.
Distinto sería si se siguieran los pasos necesarios para conservar el material. Ahora mismo, el país va “muy atrás” con respecto a la experiencia internacional: “Los arqueólogos aún tenemos que hacer toda una argumentación y después viene siempre la pregunta de quién va a pagarlo”.
Qué (no) pasa con los hallazgos subacuáticos.
En otros países, cuando aparece un objeto de interés cultural en las costas “la policía marítima se comunica con las autoridades para salvaguardar el bien, por lo menos hasta su estudio”, contó Keldjian, y dijo que en Uruguay “lo más factible es que eso se hiciera con la Comisión del Patrimonio Cultural de la Nación”.
También podría llevarse al Laboratorio de Conservación de Bienes Culturales de la Universidad de la República, indicó. Sin embargo, “eso tiene un costo de mantenimiento y traslado, y si no tenés un proyecto es muy difícil que la universidad esté dispuesta a invertir en la preservación del material”.
Lo que suele pasar en nuestro país es que estos objetos quedan abandonados en depósitos o quienes los encuentran se los llevan para su casa. “Hay que cambiar ese concepto de ‘encuentro algo, me lo llevo’ a ‘encuentro algo y se transforma en un elemento de estudio y preservación”’, sostuvo el arqueólogo.
En 2001, UNESCO elaboró una Convención sobre la Protección del Patrimonio Cultural Subacuático. Allí explican que “todos los rastros de existencia humana que tengan un carácter cultural, histórico o arqueológico, que hayan estado bajo el agua por lo menos durante 100 años” se consideran patrimonio cultural subacuático y, como tales, deben protegerse. “Uruguay está en camino de reconocer esa convención, pero una cosa será reconocerla y otra tener los mecanismos para la preservación y el estudio de esos bienes”, afirmó Keldjian.