VERANO 2020
Cotonetes, tapitas, cuerdas, redes, tanzas y otros residuos se transfomaron en murales con una advertencia: parar la contaminación de los océanos
Más de dos mil cotonetes, incontables tapas de botellas –algunas cuantas con leyendas escritas en chino–, cientos de líneas de pesca y tramos de redes y otros objetos como piezas de Lego, encendedores y viejos imanes de delivery fueron extraídos de las playas de Maldonado por Lorena Díaz Rago, quien los transformó en cinco murales que son exhibidos en la parada 35 de Playa Brava en Punta del Este.
La muestra Caminantes del agua, proyecto ganador del Fondo Regional para la Cultura del Ministerio de Educación y Cultura, alerta sobre la contaminación de los océanos, un problema descontrolado por la producción de ocho toneladas de plástico cada segundo.
Las corrientes fluyen de tal forma que, tarde o temprano, cada objeto flotante que entra en el mar acabará en alguna otra parte. Díaz Rago solo se ocupó de recolectar desechos de las playas de Punta del Este y La Barra para obtener el material para cinco murales: de microplásticos, cotonetes, redes y cuerdas de pesca, tanzas y tapitas. “También encontré ‘tesoros’ como piezas de Lego, muñequitas o imanes de delivery” con teléfonos viejos, comentó la artista a El País.
Uno de los hallazgos que más le llamó la atención y que, según relató, impacta también a los visitantes de la muestra es ver tapitas de envases de procedencias insospechadas. Por ejemplo, Díaz Rago encontró en la costa fernandina unas cuantas escritas en chino y muchas pertenecientes a productos de la línea de Coca-Cola que no se venden en la región.
Si le parece que estos tránsitos son imposibles, en la página Plastic Adrift se puede visualizar el viaje: en un mapa interactivo se puede lanzar un pato de goma en Uruguay y observar cómo se moverá en las corrientes hasta que llegar a Sudáfrica en 10 años.
Materiales en la orilla.
Caminantes del agua está conformada por cinco murales. Uno de ellos, el correspondiente a los microplásticos, está hecho por pedacitos pequeños de diversos materiales: polietileno (PE), polipropileno (PP), poliestireno (PS), polietilenterftalato (PET), es decir, desde una bolsa del supermercado a una botella de refresco. “Son pedacitos chiquititos que hacen como una sopa en el agua y en la arena”, ilustró Díaz Rago.
Su principal impacto es que son ingeridos por aves y especies marinas. Luego encuentran su camino (retorno, en realidad) al ser humano en agua embotellada, sal y alimentos.
Lo que conforma el mural ubicado en La Gorgorita es ejemplo de lo que puede todavía dividirse en tamaños inferiores y acabar siendo consumido o inhalado.
Es más, un equipo científico de la universidad canadiense British Columbia estimó que la ingesta de microplásticos es de entre 39.000 y 52.000 partículas al año, dependiendo de la edad y el sexo. Estos niveles aumentan a entre 74.000 y 121.000 partículas anuales si se considera la inhalación a través del aire. No obstante, los efectos sobre la salud humana todavía son desconocidos.
Otro mural está hecho con cotonetes. La elección del material no fue al azar. La artista encontró más de dos mil hisopos en las playas en un periodo de tres meses. “Es impactante. Es algo que normalmente la gente no usa ni tira ahí”, comentó.
El principal peligro de este objeto de higiene personal es que se introducen en las fosas nasales lobos marinos y tortugas, entre otros.
Pero no solo por los cotonetes. Aquí aparecen dos murales más: redes y cuerdas de pesca y tanzas. Este tipo de basura plástica es una gran amenaza para la fauna marina debido a que en ella se enrendan, se lastiman o se asfixian.
Un estudio publicado por Scientific Reports concluyó que el 46% del plástico en el Gran Parche de Basura del Pacífico corresponde a redes de pesca.
“El mensaje llegó claro. Alguien me dijo que vio un nudo de tanzas en la playa, pensó en el mural, lo agarró y se lo llevó”, dijo la artista sobre el impacto que esperaba que tuvieran sus obras. Y añadió: “El arte es una excusa. Quiero que la gente vea este problema”.
Se estima que para el año que viene la producción de plástico habrá aumentado un 900% en relación a 1980.
Y para 2050 habrá más residuos que peces en el planeta. Si la humanidad no revierte la tendencia, Díaz Rago tendrá material infinito para su arte.