¿Buscás una experiencia desafiante y removedora y que al mismo tiempo te permita admirar las bellezas naturales de la playa del Este de una óptica totalmente diferente? Si la respuesta es sí ahora viene un requisito: saber nadar. En enero y febrero se realizarán travesías en aguas abiertas en Solanas, José Ignacio y Montoya. “Por diferentes motivos todos salen del agua sintiéndose más fuertes”, aseguró la coordinadora y profesora Gabriela Minutella.

Nadar en una piscina y nadar en aguas abiertas son dos experiencias y dos deportes que la nadadora identificó como “completamente diferentes”. En la primera hay quietud, paredes, cercanía constante con otros, agua caliente para los días más fríos, techo para poder nadar aún cuando hay tormenta, duchas para recuperar el aliento. En el otro hay aventura: olas, corriente, sol y lluvia.

Hacerlo en el mar abierto, aunque esté frío, representa un reto personal que, a su juicio, es muy movilizador para todo aquel que se anime a enfrentarlo. “Algunos vienen con miedos de la infancia. Otros porque dicen que el mar los energiza. Al no tener el borde de la piscina ni el andarivel o cualquier señalamiento te sentís parte de la naturaleza. Te hacés fuerte nadando en esa inmensidad”, comentó Minutella a El País.

Las travesías previstas para este verano solo tienen 10 cupos. Cada tres participantes se viaja acompañado de un guardavidas y kayaks para atender cualquier emergencia. El costo es de US$ 40.

El próximo circuito es en Solanas el 6 de enero a las 10 horas; luego será en José Ignacio el 14 de enero y la última cita del mes es en Montaya el 20 de enero. Habrá tres travesías más en febrero que Minutella comunicará en sus redes sociales.

Todos los recorridos comprenden una distancia de entre dos kilómetros y dos kilómetros y medio. “No es un requisito completarlo; lo importante es que disfruten de nadar ese día en la playa”, señaló la coordinadora. No obstante, al ser grupos chicos, lo normal es que todos los nadadores lleguen a la meta.

Si bien hay que saber nadar, Minutella explicó que esta práctica se puede hacer con conocimientos básicos del deporte. Al anotarse para la travesía, la profesora entrevista pormenorizadamente a cada participante para saber de antemano cómo “encarar la nadada” y brindarle los conocimientos necesarios para nadar en aguas abiertas. “Todos se conocen el día de la travesía. Al terminar sienten tal unión que se quedan haciendo un picnic”, contó.

Minutella comparte la información en sus cuentas de Instagram @swim.crossingpunta y @gabyminutella y en su página web www.gabrielaminutella.com.

En un artículo de Rosalía Souza publicado en El País en febrero de 2021, se leía que en la piscina hay puntos de seguridad por todos lados. Pero nadar libre requiere del equipo, y para que este funcione, debe haber visualización del otro para no perderlo de vista. El plan es ir lo más recto posible, aunque a veces el movimiento en zigzag es incontrolable.

La exigencia de la que no se puede prescindir es la boya de seguridad. Actualmente se venden varias en el mercado y se las utiliza enganchadas a la cintura. Este elemento es una referencia constante para el que se cansa o tiene un calambre o necesita parar por cualquier motivo. Es, además, un resaltador para que aquellos que están en el mar.

En materia de seguridad, también se desalienta a nadar en aguas profundas y se exhorta a realizar la actividad únicamente en zonas habilitadas para baño.