Por Ana Laura Pérez
Despertarse con el sonido de la alarma del celular. Revisar WhatsApp buscando algún mensaje que nos llegó mientras dormimos. Mirar Twitter, Instagram o cualquiera de las redes de nuestra preferencia. Que la pantalla del celular sea la primera ventana al mundo antes que la verdadera ventana de nuestra habitación. Más allá de que no sea tal vez la mejor forma de empezar el día, ¿realmente esa rutina nos hace tan mal como muchos dicen que nos hace?
El tiempo frente a la pantalla, y si es el del celular, tiene muy mala reputación. Incluso sin que importe mucho qué es efectivamente lo que se hace o como si no existieran diferencias entre los infinitos usos que es posible darle a ese dispositivo. En medios de comunicación, documentales y charlas TEDx vemos afirmaciones en las que se culpa a la cantidad de tiempo que usamos los celulares de casi todos los males del mundo, desde la reducción de nuestra capacidad de atención hasta de la depresión y la ansiedad.
Sin embargo, existe evidencia creciente que sugiere que reducir el tiempo de pantalla no necesariamente redunda en la felicidad de la persona que lo hace y que el uso de ese tipo de dispositivos no es necesariamente un predictor confiable de ninguna de esas cosas negativas que nos ocurren a los humanos del siglo XXI.
En particular, un estudio muy extenso de la Universidad de Oxford realizado en 2019 encontró que la cantidad de tiempo que pasan los adolescentes usando dispositivos digitales tiene muy poco impacto en su salud mental. En realidad, y como indicaría el sentido común. el problema no pasaría tanto por la cantidad de tiempo que pasan usando sus teléfonos sino en lo que efectivamente hacen o miran cuando lo hacen.
“Muchas de estas afirmaciones (negativas) son engañosas porque dependen mucho de cómo se usan las redes sociales o las tecnologías, de qué persona estamos hablando, su historia personal y sus motivaciones”, asegura Amy Orben de la Unidad de Ciencias del Cerebro y Cognición de Cambridge citada en un artículo del MIT.Orben es una de las autoras del trabajo de 2019.
En ese mismo artículo, la antropóloga digital Theodora Sutton hace una afirmación con la que no se puede estar más de acuerdo: muchas personas usan jerga y expresiones propias de la neurociencia para hacer que internet suene como algo peligroso y muy poco saludable. Algo de lo que ya hemos reflexionado en estas columnas y que se conoce como pánico moral, miedo a cualquier tecnología nueva y al impacto que eso tiene en nuestro futuro como humanidad. “Creo que la gente puede ser demasiado crítica con estas cosas (...) La gente solo necesita divertirse si quiere divertirse”, dice Sutton.
El profesor de Ciencias del Comportamiento en la Universidad de Bath, David Ellis dice que tal vez la cuestión tenga que ver sí con tomarse un tiempo para reflexionar con pausa sobre cómo nos hacen sentir los videos que vemos en TikTok o dejar de seguir algunos temas por un tiempo pueda ayudarnos a determinar si eliminar las pantallas de nuestras vidas podría tener un impacto positivo.
Sería tal vez bastante poco útil emprender el esfuerzo que supone la tan mentada “desintoxicación digital” si lo que te hace mal en realidad es ver los recuerdos de tu vida pasada que te trae Facebook cada tanto o las influencers obsesionadas con la belleza que el algoritmo de Instagram entiende que deberían gustarte.
Ellis asegura que limitar el tiempo también podría ser una alternativa mucho más razonable para enfrentar estas cuestiones. Y agrega una frase que te obliga a soltar el teléfono y quedarte pensando: “¿El problema es la tecnología o es la persona que te está molestando en WhatsApp?”