En Pueblo Edén, ese lugar entre Punta del Este y Minas que algunos refieren como Mataojo y que es la cuarta sección de Maldonado, hay que andar despacio. Los carteles lo avisan, sí, pero también lo alientan.
No hay por qué correr por las escasas manzanas que parecen no llevar hacia ninguna parte. Atrás las sierras se imponen en la escenografía.
Tranquilidad, vida sana y ningún apresuramiento es lo que busca la pequeña comunidad de europeos, estadounidenses y canadienses que han elegido Pueblo Edén como su lugar en el mundo.
"Somos unos 21 extranjeros radicados acá", dice Tea LIchtenberg, copropietaria de La Holandesa, el único bed & breakfast de la zona. Ella y Fernando, su esposo uruguayo, cambiaron la apiñada Amsterdam por este paisaje serrano.
Es que la panorámica ruta 12 tiene eso. "Muchos de los extranjeros que viven acá, se enamoraron del lugar cuando pasaron una vez", dice Alfredo Bugliani, el presidente de la Comisión de Vecinos del Centro Comunal de Pueblo Edén.
"Esto ha cambiado mucho", dice María Inés Núñez, socia de la Posta de Vaimaca. Ni que lo diga. El pueblo típicamente ganadero pasó a dedicarse a los olivares y a los viñedos y encima empezó a recibir nuevos vecinos. Actualmente hay viviendo en el lugar suizos, canadienses, franceses, estadounidenses, belgas y argentinos.
Aunque en general, como Tea y Fernando, son personas mayores que están pasando su retiro acá, también hay familias con hijos chicos.
Están muy integrados al pueblo. Algunos hasta integran el Grupo de Danzas Folklóricas del lugar que se reúne en el centro comunal y donde se puede ver a una holandesa vestida de china y la propia Tea es la promotora del grupo de Zumba. Una señora canadiense da clases de inglés a los niños.
También hacen reuniones sociales entre ellos, en las que comen o miran un DVD, comenta Tea.
"Algunos lugareños tienen cierto recelo hacia los extranjeros", dice Bugliani, quien destaca la participación de los recién llegados. "La gente viene con otro ritmo y puede llegar a haber discrepancias entre la gente de acá y la de afuera".
Aunque los fines de semana, Pueblo Edén gana en ajetreo (y la cantidad de gente que va a la Posta de Vaimaca es una prueba irrefutable), un lunes al mediodía no se ve a nadie en la vuelta. Dos empleados del municipio se encargan de mantener prolijo el césped que está en todas partes del pueblo, incluyendo la plaza principal. A ella dan la iglesia de San Isidro Labrador, la escuela y una especie de mausoleo también religioso.
No hay mucho más en un pueblo de apenas 75 habitantes como anuncia un cartel a la entrada. Ninguno paga el agua potable que se distribuye desde un pozo que originalmente fue creado para regar los árboles de la plaza y que hoy da justo para todo el pueblo. Lo único que hay que pagar es la conexión desde la calle hasta dentro de su casa. Si quiere una piscina va a tener que hacer su propio pozo. También están muy orgullosos de su Centro Comunal, construido por los propios vecinos, allí se realizan todo tipo de actividades sociales, culturales y deportivas.
Han sido muchos cambios, lo que ha obligado a tener más cuidado. "Lo que debemos cuidar es que la zona no pierda identidad", dice Bugliani. "Somos un pequeño pueblo rural uruguayo". El desafío es que la llegada de los extranjeros no cambie lo bueno que les hizo elegir el lugar. "Es el miedo de toda la gente de acá".
Por las pocas calles del pueblo abundan las advertencias sobre la cualidad lenta del lugar al que un cartel lo define "slow town", así en inglés. No se puede andar a más de 30 kilómetros por hora y todo se ve muy limpio, una característica que les gusta destacar a los lugareños.
Pueblo Edén se fundó como Villa de Mataojo el 8 de agosto de 1917, una fecha que es recordada con una fiesta con desfile criollo y europeas bailando el pericón. Eran tierras de Román Furtado. Durante años, el pueblo permaneció inalterable.
El gran cambio, o por lo menos el más evidente se dio alrededor de 2005 cuando se instaló la imponente "Villa del Edén", propiedad del peluquero argentino Roberto Giordano. Son 500 hectáreas destinadas a casas de campo sobre el Cerro Negro. Su presencia es notoria y su integración al desarrollo del lugar es destacada en la zona.
Igual, el paraje había sido descubierto antes, a fines del siglo pasado, cuando se empezó con la división de parcelas. Los primeros clientes fueron argentinos, a los que la crisis de 2001 les frenó el entusiasmo. Después los compradores empezaron a llegar del hemisferio norte y ya hay una veintena.
Hace 10 años, un terreno se podría conseguir por mil dólares, hoy en el casco del pueblo no se consigue un terreno por menos de 60.000 dólares. Una chacra de cinco hectáreas tiene un valor de 100.000 dólares. Así de caro es instalarse en Pueblo Edén. Un vecino dice que, por sus 28 hectáreas a un par de kilómetros del pueblo, pide un millón de dólares, como para no venderlo, aunque algún comprador puede llegar a conseguir.
Pueblo Edén es increíble. Un valle entre las sierras, donde todo está cuidado y la vida transcurre en otro ritmo. Un subyugante entorno rural a 20 minutos de Punta del Este. A 20 minutos de la civilización o, quizás, de la barbarie.
PARAISO
El emprendimiento Villa Edén, propiedad del argentino Roberto Giordano fue el cambio más importante en el paisaje de Pueblo Edén, que hasta entonces parecía limitar todos su movimiento a la plaza principal donde está la capilla. La actitud general del pueblo es de tranquilidad lo que es promovido desde hace tres años por la cartelería del lugar. Eso sedujo a muchos extranjeros que se radicaron en la zona. Por ejemplo la pareja de Tea y Fernando Lichtenberg que están al frente de La Holandesa, el único bed & breakfast de la zona,
DOS LUGARES
La comida es casera y tiene sus tiempos
"Acá nadie viene apurado", dice Hugo Marrero, uno de los responsables de la Posta de Vaimaca, el único restorán del pueblo, y en el que se cocina natural y despacio. Su cordero al vino, por ejemplo, es degustado por gente famosa, diplomáticos y empresarios que ahí se despojan de ansiedades y esperan una comida que insiste en ser casera y tener sus tiempos. El lugar tiene el ambiente de las casas de antes con su patio con sombra donde se distribuyen las meses. Un salón interior es igual de acogedor. "Acá hacemos todo lo más natural posible", dice María Inés Núñez, compañera y socia del emprendimiento. "Lo único que compramos es la coca cola pero el resto es todo de acá a la vuelta". Ambos llegaron hace 20 años al lugar y se quedaron para siempre. Ahí se cocina como antes y por lo visto tiene muchos seguidores. En el sitio de viajes TripAdvisor tiene cinco estrellas en casi todos los rubros. Están todo el año abiertos (solo cierran los lunes) y un domingo de verano conviene llamar para reservar. Marrero, además, es un lutier aficionado pero con resultados de profesional. Muestra con orgullo sus guitarras y avisa que le cuesta venderlas. Capaz que si lo convence le canta algunas de sus coplas dedicadas a Pueblo Edén.
Un lugar en el mundo que recibe turistas
El uruguayo Fernando Lichtenberg y su esposa la holandesa Tea compraron en 1998, un terreno en las afueras de Pueblo Edén, después de pasar por allí en unas vacaciones. Desde entonces empezaron a vivir seis meses en Holanda y seis meses allí hasta que se radicaron definitivamente en 2009, después de vender su casa en Holanda Están a un kilómetro y medio de la ruta en un lugar donde abunda el paisaje y escasean los vecinos. En una coqueta casita al lado de la suya, que originalmente construyeron por si algún día precisan alguien que los cuide, armaron un bed & breakfast, una modalidad turística de la que por ahora son el único ejemplo en el área . Allí llega gente de todos lados del mundo y algunos uruguayos. No hay mucho para hacer, claro, más que caminatas, mirar pájaros, un paseo al arroyito cerca y descansar. El desayuno lo ofrecen debajo de una parra o en un jardín de invierno si es que refresca. Es el único bed & breakfast de la zona, una modalidad que dice Tea otros prontos van a imitar. El lugar se ve muy relajante.
VEA EL VIDEOFERNÁN CISNERO