ARQUITECTURA
La fachada del edificio más reconocible de Montevideo presenta diversas patologías; este es el plan de trabajo para “curar su piel”
Algún día fue el tope, no solo de Sudámerica, sino del mundo. Un edificio que el escritor Alejandro Mario Ferreiro describió como una jirafa de cemento. Un edificio que hasta tiene su propio fantasma. Un edificio que fue bordeado por el Graf Zeppelin. Un edificio que, en definitiva, ha sido compañero de la ciudad de Montevideo desde 1928.
Tanto tiempo ha pasado, lo han soplado tantas sudestadas y ha respirado tanto salitre que la piel del Palacio Salvo está lejos de parecerse a lo que fue en el inicio de su historia. Ni siquiera conserva el mismo color. Esa piel está ahora enferma.
La buena noticia es que ya se inició su recuperación.
A los arquitectos Carlos Pascual y Francisco Collet les gusta usar analogías médicas. Esa mole de hormigón armado es su paciente. En este sentido, el primero es el jefe del equipo para la planificación y ejecución de la operación y el segundo es el jefe de los cirujanos. Estos últimos son herreros, revoquistas y restauradores, entre otros oficios. Especialistas que “metro a metro” irán evaluando, consolidando y sustituyendo lo que le haga falta a la fachada. “Es un trabajo que, más allá de toda la tecnología y las técnicas, termina en la destreza del operario que está ahí arriba con la cuchara”, dijo Pascual.
El objetivo es hacer una recuperación de un octavo del volumen exterior para probar y definir las mejores técnicas de intervención para luego aplicarlas a todo el edificio.
Durante dos meses se ha reforzado la estructura de protección existente y recientemente comenzó la elevación de andamios. “Estoy deseando subirme para verlo de cerca”, comentó Pascual con entusiasmo.
Collet explicó los primeros trabajos: primero se robusteció la valla que fue colocada hace varios años por 18 de julio y Andes para evitar que los desprendimientos cayeran a la calle; esto implicó realizar soldaduras “a mucha altura” y fabricar vigas articuladas en el sitio. Esto tenía que quedar bien firme porque ahí se sostienen los andamios que llevarán a los obreros hasta la base de la torre, es decir, a unos 20 pisos del suelo.
Luego comenzará la prueba de técnicas. El equipo del estudio Collet Lacoste (Modilor S.A.) ya extrajo muestras del revoque original para replicar la misma composición química y la misma textura. “Intentamos llegar a un revoque de una naturaleza que imite al revoque original de manera que las diferencias no sean grotescas como se ve muchas intervenciones en el edificio”, señaló. Para esto fue necesario importar mica de Argentina. Y precisó: “Queremos llegar a la misma calidad de los revoquistas italianos”.
La fachada del Salvo adolece de microfisuras, fisuras, manchas de grasa y de hollín, piezas faltantes y piezas flojas y “pedazos que suenan a hueco”. Si bien los arquitectos y obreros trabajan con imágenes captadas por drones de excelente definición, Pascual y Collet coincidieron en que el verdadero estado de la salud del paciente será advertido cuando se tenga contacto con cada centímetro cuadrado. Incluso la limpieza debe hacerse con cuidado. No se puede optar por un hidrolavado a alta presión porque podría romper más de lo que puede arreglar.
“Queremos meterle mano al enfermo, abrirlo, ver cómo está y encontrar una solución que apruebe la Comisión del Patrimonio Cultural de la Nación y la Comisión Especial Permanente de la Ciudad Vieja para que sea un punto de referencia para el resto del edificio. Queremos hacer una verdadera restauración”, apuntó el arquitecto Collet.
Los trabajos, que se prolongarán hasta diciembre –sino se encuentran sorpresas desagradables–, en realidad, no serán visibles a los ojos de los transeúntes, puesto que el objetivo es revocar tal como estaba en 1928, sin agregado de pintura, y con la adhesión de una capa impermeable. “La apariencia de lejos no va a ser diferente pero este trabajo hará que el Palacio Salvo no se venga abajo. Lo estamos curando. Esto es como curar un cáncer de piel. Sacamos la parte afectada y el edificio sigue adelante”, comentó el especialista que ha supervisado obras de restauración de la Catedral de Montevideo, el Templete de Venus del Parque Rodó y el Castillo Pittamiglio de Punta Carretas, entre otras.
Hay elementos del Salvo que no se podrán recuperar. Por ejemplo, los adornos florales que tenía en las salientes fueron quitados hace más de 20 años para evitar desprendimientos y accidentes. “Se los sacó con poca gracia”, dijo Pascual. No se tomaron moldes.
Otro de los problemas tiene que ver con la antena que coronaba el edificio, colocada en 1968 y retirada en 2012, que no tenía balizamiento, por lo que su vibración era constante los días de vientos fuertes. El movimiento producía resquebrajamientos por donde se filtraba el agua de lluvia.
Si se compara el Salvo con su hermano mellizo, el Palacio Barolo, sale perdiendo; el de Buenos Aires no ha soportado el mismo clima ni el desorden administrativo y su salud, en general, está mucho mejor. No obstante, Pascual y Collet están lejos de dar la extremaución y aseguran que le devolverán la vida a ese icono montevideano que sigue siendo bisagra entre la Ciudad Vieja y la expansión de la ciudad.
Historia de un icono de la ciudad.
El Palacio Salvo, inaugurado el 12 de octubre de 1928, fue diseñado por el arquitecto italiano Mario Palanti para albergar un hotel por encargo de los hermanos José, Ángel y Lorenzo Salvo, empresarios textiles. Fue de los primeros edificios en emplear hormigón armado, tecnología que le posibilitó alcanzar 100 metros de altura. Con sus 105 metros y 27 plantas, fue la torre más alta de Latinoamérica hasta 1935 (cuando fue desplazado por el Kavanagh de Buenos Aires).
Para construirlo tuvieron que derrumbarse varias edificaciones como la confitería La Giralda (de 1832), donde se escuchó por primera vez La Cumparsita.
La estructura de hormigón armado requirió los conocimientos técnicos del ingeniero alemán Adolf Hartschuh.
A excepción del revestimiento cerámico de las mansardas y del granito de la planta baja, el edificio presenta revoque símil piedra, una terminación de base cementicia, usual para la época, con la que se cubrieron aproximadamente 10.000 metros cuadrados de superficie. Se utilizaron mármoles y granitos nacionales y alemanes, así como roble floreado de Eslovenia en toda la carpintería. En su interior había un salón de baile, comedor, teatro donde actuaron Josephine Baker –desnuda– y Jorge Negrete, entre otros), un club de billar, hotel y aproximadamente 400 apartamentos, alojando a unas 2.000 personas. Con el tiempo, los vitrales exteriores del primer piso desaparecieron al igual que un mural que representaba a Dante escribiendo la Divina Comedia y pinturas de Enrique Albertazzi (motivos náuticos antiguos, escenas de la industria portuaria moderna, bailarines exóticos, aves y frutas). También desaparecieron muchas piezas de herrería con el monograma “PS” ubicadas en las escaleras y otras decoraciones en bronce. La decoración cambia de color en cada nivel, variando entre tonos ocres, negros y marrones con pájaros y arabescos o tonos rojizos , verdes y crema de la bandera italiana. En la planta baja, las pilastras y columnas revestidas en granito mostraban capiteles de bronce con motivos de flora y fauna: lagartos, peces, caracoles, erizos, pulpos, uvas y más. Sobre la cúpula que corona la torre se ubicaba un faro con espejo parabólico, cuyo alcance se estimaba en 100 kilómetros. La intención del arquitecto era establecer un diálogo con el Palacio Barolo de Buenos Aires, obra de gran similitud que también portaba un faro de estas características.
El Palacio Salvo fue declarado Monumento Histórico Nacional en el año 1996.