DINOSAURIOS
El autor europeo desconoció en su trabajo los hallazgos uruguayos, en particular, sobre los torvosaurios y los ceratosaurios.
En 2019 Uruguay cambió lo que se conocía hasta entonces sobre el torvosaurio. Solo se habían encontrado fósiles del llamado “reptil salvaje” en Estados Unidos y Portugal pero unos dientes hallados en una cantera de la ciudad de Tacuarembó “duplicaron su distribución” en el mundo. No obstante, el salto de continente no agradó a un paleontólogo alemán que encontró fósiles en su país después que los uruguayos. Lo que sucedió fue que inició una discusión por la que este desestimó los estudios del Instituto de Ciencias Geológicas de la Facultad de Ciencias de la Universidad de la República y los investigadores respondieron con más análisis y datos.
Matías Soto, Pablo Toriño y Daniel Perea debieron responderle como dictan las normas de resolución de conflictos entre científicos: en una revista, en este caso, en una alemana. Y, de acuerdo a lo publicado, los uruguayos ganaron la discusión y ni el torvosaurio ni elceratosauriose han movido de la lista de dinosaurios que habitaron este territorio.
Estos dos lo hicieron hace 150 millones de años, a finales del período jurásico, cuando el paisaje estaba cubierto por dunas y algo de vegetación y los ríos eran el hogar de tiburones, celacantos, peces ganoides, tortugas y cocodrilos; mientras que por los cielos volaban los pterodáctilos.
“Yo lo sigo sosteniendo. No hay otro dinosaurio carnívoro que tenga los dentículos tan gruesos. Este tiene valores tan bajos como cinco en cinco milímetros. Son enormes. Los ves a simple vista. ¿Qué le molesta? ¿Qué es un animal que estaba en el norte y ahora está en el sur?”, increpó Soto.
El torvosaurio fue el mayor depredador terrestre de cualquier tipo (obviamente fue el carnívoro más grande de todo el territorio uruguayo). Se estima que era una bestia de entre 10 y 12 metros de largo. Para calcular el tamaño del reptil que pudo haber dejado sus dientes en Tacuarembó, Soto proyectó la medida a partir del diente más grande. Así concluyó que el dinosaurio en cuestión tenía un cráneo de un metro de largo y medía, de punta a punta, unos ocho metros. Si bien hubo dinosaurios carnívoros más grandes –el tiranosaurio en Norteamérica, el carcarodontosaurio y el espinosaurio en el norte de África y el giganotosaurio en Argentina–, el torvosaurio habitó mucho antes de, por ejemplo, el t. rex que, a pesar de lo que muestra el cine, tenía dentículos más pequeños.
La clave está ahí mismo: en los dientes. Mientras que el alemán reconoce que los dientes encontrados en Alemania no están completos, los que aparecieron en Tacuarembó están en mejor forma.
En total, se encontraron unos 20 dientes. Algunos de estos medían entre siete y ocho centímetros con un dentículo por milímetro y se corresponden con el torvosaurio; otros medían entre dos y tres centímetros y medio con un patrón particular de estrías y surcos y se estableció que pertenecían al otro carnívoro, un ceratosaurio.
El autor europeo desconoce en su trabajo los hallazgos uruguayos. “Dice que Soto y colaboradores descubrieron dientes de un probable megalosaurio; ni siquiera nos asegura la familia y nos pone en duda todo. Dice que otros dinosaurios carnívoros también tienen los dientes grandes”, dijo el paleontólogo.
La respuesta de Soto, Toriño y Perea, por lo tanto, se basó en demostrar que los dientes de la cantera de Tacuarembó son diferentes a los de otros carnívoros: no solo por tamaño, sino por aspectos de la forma de la base, textura del esmalte, ondulaciones, surcos interdenticulares, entre otros. Y así se los compara con un diente de otro torvosaurio, con un ceratosaurio y con lo que el alemán pretendía descartarlos: el carcarodontosaurio. No solo la morfología es distinta, sino que el análisis filogenético (o estudio del revelado evolutivo de una especie) confirma que los fósiles hallados en Uruguay corresponden a torvosaurio y ceratosaurio.
Lo último arrojó que la vinculación con este reptil cumple con la mayoría de 174 caracteres analizados.“Si hubiéramos encontrado los dientes tirados en Alemania, (ese paleontólogo) no dudaría ni dos segundos en decir que son de un torvosaurio, señaló Soto a El País.
En la respuesta publicada en la revista alemana que da por saldada (por el momento, dado que el europeo no quiso contestar los argumentos de los uruguayos aunque se sabe que prepara otro estudio) la discusión entre paleontólogos se lee: “Se debe tener precaución al estudiar dientes de terópodos aislados. Sin embargo, la morfología, particularmente de algunos dientes bien conservados, y los estudios filogenéticos dan referencias taxonómicas seguras para la identificación”.
Los hallazgos uruguayos y la respuesta fueron avaladas por “el principal experto en dientes de dinosaurios del mundo”, el paleontólogo Christophe Hendrickx, quien fue, por ejemplo, uno de los científicos que identificaron al Torvosaurus gurneyi en Portugal.
Tres dinosaurios con nombre.
Recientemente, el Aeolosauruspasa a integrar la lista de dinosaurios que habitaron el terreno de Uruguay junto a los dos terópodos (carnívoros bípedos) de Tacuarembó, ceratosaurio y torvosaurio. Hasta el momento, solo estos tres han recibido nombre. Esto no se ha logrado por el momento para los saurópodos titanosaurios de Florida y Paysandú (cuadrúpedos de cuello largo), los huevos de terópodos (ovalados) y los huevos de saurópodos (esféricos) y las huellas de terópodos, saurópodos y ornitópodos (herbívoros de cuello corto) de Tacuarembó. De estos últimos hay solo una huella más dos dientes encontrados en Paysandú.
El torvosaurio y ceratosaurio habitaban lo que hoy es Tacuarembó hace 150 millones de años, a finales del período jurásico, cuando el paisaje estaba cubierto por dunas y algo de vegetación y los ríos eran el hogar de tiburones, celacantos, peces ganoides, tortugas y cocodrilos; mientras que por los cielos volaban los pterodáctilos.
En cambio, el Aeolosaurus vivió durante le periodo cretácico. Su presencia en el país fue confirmada por una vértebra de una cola encontrada en el arroyo Gutiérrez Chico, cerquita de la ciudad de Young, en Río Negro. A diferencia de los anteriores, el Aeolosaurus comía hojas de los árboles más altos; para hacerlo, se paraba sobre sus musculosas patas traseras.