Pescadores, fareros, familias con mil anécdotas: estas son las historias que hicieron a José Ignacio

Un libro recopila las más curiosas anécdotas, contadas por los propios habitantes, desde su fundación.

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José Ignacio.
Foto: Ricardo Figueredo

Que las historias no se pierdan. Que no queden solamente en el aire ni se esfumen. Que sigan pasando de generación en generación. Porque son ellas las que hacen a un lugar y José Ignacio, el famoso balneario uruguayo que un día fue un humilde pueblito de pescadores y hoy está en la lista de los más exclusivos, no es la excepción.

Relatos de gente sencilla, de abuelos, de bisabuelos, de adultos que fueron niños en estas tierras y aún siguen acá porque no se quieren ir por nada del mundo. Esas historias que son de ellos son las que ni los locales ni nadie que las conozca quieren perder porque son las que hacen de este rincón al borde del océano Atlántico uno de los más especiales del departamento.

Pero no es un rincón especial porque lo elijan famosos para vacacionar o porque salga en las revistas internacionales de viajes ni porque cada verano se llene de turistas de aquí y de allá: sino, simplemente, porque es un lugar con historias de la gente que lo fue construyendo con esa magia que hoy mantiene en sus callecitas y sus playas.

¿Cómo hacer que no se pierdan? Plasmarlo en un libro es una de las mejores ideas y Daniela Rivero puso hace un tiempo manos a la obra.

Su libro "José Ignacio. Historia de un pueblo de mar", que se presentó el pasado 29 de diciembre, tiene el propósito de preservar la memoria del pueblo y para eso recopiló anécdotas que van desde la época de la colonia española, su fundación, pasando por el faro y sus fareros, los naufragios, los relatos de la habitantes originarios, la aduana, la educación, los accesos (desde cuando la gente atravesaba las dunas en carretas tiradas por bueyes hasta sus puentes), los servicios, hasta su desarrollo. Todo acompañado con imágenes sobre su evolución.

Sebastián Manuele, del MIM de José Ignacio, junto a la autora del libro, Daniela Rivero.

Así nació la idea de hacer un libro.

Rivero, quien realizó una investigación en el pueblo reuniendo entrevistas y fotografías de diferentes épocas, contó a El País que la familia de su esposo es locataria de José Ignacio y que en cada reunión familiar el denominador común siempre fue y sigue siendo las historias: “Ellos son grandes narradores y en cada encuentro hablan del pasado, de lo que pasaba acá y allá y hace más de 30 años que estoy en la familia”, señaló la autora.

Siempre le gustó la historia y la escritura, aunque se dedica al rubro gastronómico. A partir de esos encuentros familiares fue “guardando todo eso, y un día, en plena pandemia, lo empecé a contar a través de redes sociales. Vi que tenía un efecto en la gente, que yo subía esas pequeñas historias y me comentaban que qué bueno, que les hacía recordar al pasado, que habían vivido o veraneado acá”, contó.

La repercusión de esas anécdotas e información que publica en redes sociales fue tal que en un momento Rivero se dijo: “Algo más tengo que hacer”. Y así, continuando con sus charlas con familiares y vecinos, nació la idea de recopilar todas esas historias en este libro, con el apoyo del Museo de la Imagen y la Memoria (MIM), que está ubicado a la entrada de José Ignacio.

“Mi suegro es muy conocido en José Ignacio y eso me abrió muchas puertas para que la gente me contara cosas. Me llevó a que hablara con más de cien personas y todos tuvieron disposición. Tal vez también ayudó el momento, porque la pandemia nos movilizó a todos”, agregó.

Un pueblo que fue cambiando.

La autora recordó que hace muchos años “José Ignacio era parte de un campo de la colonia española, y después, cuando se hizo el reparto de tierras, la gente se asentó, pero a esta zona aún no le daban mayor importancia, porque la importancia en aquel momento eran las pasturas”.

Contó: “Los vecinos venían a pescar para consumir ellos, pero no para vender. Esta siempre ha sido y sigue siendo una muy buena zona de pesca. A poquito de embarcados pescaban hasta tiburones. Es algo que con el tiempo fue mermando”.

Rivero menciona distintas historias que plasmó de manera divertida, para que todos se entusiasmen a leerlas. Señaló que algunos de estos relatos son muy particulares como, por ejemplo, el del primer policía del lugar: “Recorría los campamentos en bicicleta, uniformado solamente fines de semana y con un sable atravesado”. Y añadió: “Acá pasaron muchas cosas raras. Mucho tiempo hubo, por ejemplo, Aduana, pero no había Policía”.

El libro fue financiado con una preventa que contó con el apoyo de toda la comunidad de José Ignacio. La mitad de lo recaudado se destinó al MIM: “Es una forma de apoyar al museo para que la historia no se pierda, para que pueda sostenerse y que de esto deriven otras cosas”, sostuvo la autora.

Actualmente el libro se puede conseguir en el museo y en diferentes locales del lugar, como restaurantes, tiendas, librerías y hasta farmacias.

La cuenta de Instagram como la que comenzó esta historia y que sigue activa compartiendo pequeñas grandes historias del pueblo es @joseignacio_historias.

¿Por qué José Ignacio se llama José Ignacio?

Muchos creen que José Ignacio fue un estanciero de la zona, otros piensan que fue un indio misionero, también un tripulante de un barco que naufragó en las costas uruguayas o hasta un pirata que navegaba en la zona y se ahogó.

Durante bastante tiempo hubo una cruz entre unas rocas del lugar en donde la gente dejaba flores y ofrendas porque se había corrido la voz de que allí estaba sepultado el cuerpo del ya mítico José Ignacio. Pero lo cierto es que los historiadores se quedan con una versión más simple de la elección del nombre: el lugar se llama así debido al arroyo José Ignacio, que nace en la zona de Carapé. “Hay toda una serie de historias alrededor de por qué el nombre, pero los expertos señalan que probablemente tenga más que ver con este accidente geográfico”, dijo Rivero. Y agregó: “El faro estaba desde antes y ya se llamaba ‘Faro de la punta de José Ignacio’, pero igual se han tejido muchas historias con el tema del nombre”.

En la década de 1950 una fotógrafa alemana vino a Uruguay y tomó allí una fotografía y reforzó la idea popular de que era el sitio en que este incierto personaje estaría enterrado, contó a El País.

Las historias de los guardianes del faro.

Algunas de las historias que se cuentan en el libro "José Ignacio. Historia de un pueblo de mar" hablan, como no podía ser de otra manera, del famoso faro del lugar y de sus fareros. Los primeros, relata Daniela Rivero, autora del libro, quien realizó más de 100 entrevistas para este trabajo, fueron los españoles Juan y Tomás Soriano. Con el paso del tiempo los guardianes del faro cambiaron y pasaron varias familias. El que más tiempo estuvo allí fue Julio Moreno, un farero con formación marina que cumplió con esta función durante nada menos que 23 años, desde la década de de 1970 hasta 1995, cuando se jubiló.

El famoso faro Punta de José Ignacio fue inaugurado el 1° de junio del año 1877, tras un año y medio de trabajo.

El relato del omelette de algas y los japoneses.

Que Santa Teresita (que con los años ha cambiado de propietarios y actualmente es Mostrador Santa Teresita) es el restaurante más antiguo de José Ignacio y que el lugar se hizo famoso por su omelette de algas son datos conocidos por la mayoría. Pero quizá el hecho de que la locura de este plato, que llevó a que comensales fueran especialmente al lugar e hicieran largas filas para conseguirlo, no es tan popular.

Rivero cuenta en el libro que “en los años 70 se estaba construyendo la boya petrolera y los japoneses que trabajaban allí fueron a Santa Teresita, que en ese momento era una pulpería, y andaban buscando algas porque ellos las consumían mucho. Fueron los que enseñaron a Atila, que era una de las hijas del dueño, a usarlas. Le dieron la receta del omelette y cuando lo empezaron a hacer la gente hacía colas para comprarlo; en el libro hay fotos de eso”, señaló.

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