ARTE FUNERARIO
Recorrido por panteones adornados con símbolos provenientes del Antiguo Egipto; ¿qué significa tienen y cuál es su historia?
¿Qué ocurre tras la muerte? Esa pregunta ha inquietado a civilizaciones enteras. Para los egipcios no había dudas: la vida después de la muerte era una realidad. Por eso conservaban el cadáver a través de la momificación, construían tumbas majestuosas y fabricaban un ajuar propio para el difunto. Sus prácticas, mitología y símbolos siguen resonando en todo el mundo y se los encuentra en lugares tan alejados y tan laicos como un cementerio de Montevideo pero poblado de esfinges y pirámides.
El Cementerio del Buceo tiene varios ejemplos de monumentalidad egipcia que capturaron la atención de un grupo de diplomáticos que tuvieron una visita guiada de la que también participó El País y que fue parte de las actividades en conmemoración de los 100 años del descubrimiento de la tumba de Tutankamón y los 200 años del desciframiento de los jeroglíficos.
Descanso eterno.
Fue señalada como la “frutilla de la torta” y no decepcionó a los visitantes. Hasta el embajador egipcio Aboubakr Hefny Mahmoud quedó impresionado con el panteón de los esposos Santiago Oliveri y Corina Genta de Oliveri. Él mismo ayudó a traducir la inscripción en árabe: “Descanso eterno, 4 de setiembre de 1924”. Esa es la fecha del fallecimiento de la señora, una dama muy querida por la sociedad de la época por sus obras sociales.
Lo que primero llama la atención es la esfinge sobre la tumba. Es un león con cabeza humana, con nemes (el tocado funerario) y cobra. Hay otras iguales por otros monumentos del Cementerio del Buceo. Posee cuatro columnas papiriformes (es decir, con forma de papiro), cuyos capiteles tienen la forma de la flor de papiro con el capullo cerrado, al estilo de los que adornan la pirámide escalonada de Djoser, en Saqqara, la primera de la historia. Como decoración superior aparece un patrón geométrico que remata en una cabeza humana con nemes. Las cuatro caras son culminadas con un disco alado (otro motivo recurrente). “Son columnas Hathoricas, dedicadas a la diosa Hathor, propias del Imperio Nuevo” (1550 a.C. – 1070 a.C.), dijo a El País la arqueóloga Ana Gamas. Dos datos: Hathor era la diosa de la alegría, de la maternidad y del amor; mientras que el disco alado es considerado un símbolo de protección (conocido también por ser uno de los jeroglíficos que representa al dios Ra, creador de la vida).
La inscripción está inserta en un ouroboros, otro elemento común entre los monumentos con reminiscencias egipcias en este cementerio. Es la serpiente que se come su propia cola y que en el Antiguo Egipto se utilizaba, entre otras ideas, para simbolizar el ciclo eterno de las cosas.
¿Pero por qué Santiago Oliveri mandó a construir semejante panteón a su esposa siendo ella una inmigrante italiana? Un panteón por el que, además, no reparó en gastos. “El mármol rojo es de Oriente, el amarillo, de Siena; el ónix verde de San Luis; el exterior es de labradorita negra de origen sueco”, describió Gamas. Cada pieza y material fue comprado en el exterior, traído a Uruguay para su corte y armado (tarea a cargo de la marmolería Carlomagno).
La arqueóloga lanzó una hipótesis: “Cuando falleció su señora, Oliveri se va a recorrer el mundo y uno de los países fue Egipto. Suponemos que siendo 1924, a dos años del descubrimiento de la tumba de Tutankamón, en medio de un boom egiptológico, le dejó una impronta muy fuerte”. Egipto, en ese entonces, era la última moda.
Dos pirámides.
No se puede pensar en Egipto sin pensar en las pirámides, uno de sus más grandes y duraderos legados. Curiosamente, el Cementerio del Buceo tiene dos. La primera, colocada a mediados del siglo XX para la familia Couñago, está cerca de la entrada principal y muestra la estructura clásica funeraria del Antiguo Egipto. Lo más llamativo es que la familia le agregó una cruz cristiana en el frente. La otra, de granito negro y ubicada más hacia el interior del predio, no tiene ninguna inscripción por lo que se cree que no es una tumba sino un homenaje a un fallecido. Los dos casos son representaciones de templetes que eran los lugares del Reino Antiguo (2686 a.C. – 2181 a.C.) donde el pueblo podía ir a colocar ofrendas a sus muertos.
Pero la elección de una pirámide como objeto funerario ya da tela para cortar. “La pirámide es imperecedera al igual que la muerte y al igual que la vida en el más allá”, apuntó Gamas. Hay que recordar que las pirámides egipcias eran tumbas en las que se enterraban a los faraones para facilitar su viaje al cielo.
Esfinges y más.
Cerca de la pirámide de la familia Couñago, hay otras cuatro tumbas llamativas y repletas de símbolos egipcios. Una de ellas fue construida por un nombre que es familiar a los misterios: Francisco Piria. Es el panteón que primero dedicado a su esposa, Magdalena Rodino, aunque la inscripción dice “Yo y ella”.
De 1891, con una escultura que refleja la espera hecha por el italiano G. Scanzi y realizada a partir de planos de Juan Azzarini, este monumento tiene una entrada franqueada con columnas de tipo lotiformes (imitan la flor de loto, sagrada para los Antiguos Egipcios) y en la sección posterior incluye un ouroboros pero no cerrado. El dintel está decorado con un disco solar alado. En la parte superior central se observa una serpiente enrocada y en la parte inferior central, una cabeza humana con nemes egipcio. “Los detalles egipcios eran tomados por la alquimia y la masonería a finales del siglo XIX”, explicó Gamas. El granito rosado fue extraído de su cantera en el Cerro Pan de Azúcar.
Una de las historias relacionadas con esta tumba es que Piria dio instrucciones a su hijo mayor de que este panteón jamás fuera abierto después de su muerte, la que aconteció en 1933.
Otra tumba interesante es la de Cándido Bañales, un joven que murió ahogado en Piriápolis el 24 de enero de 1903. Construida por sus padres, presenta una cabeza antropomorfa con nemes que se apoya en rocas graníticas de color rosado. Llama la atención un detalle en el tocado que está sumamente desgastado: parece un cetro nejej, uno de los símbolos característicos de los faraones.
Otra parada inesperada en el recorrido por un cementerio montevideano lejos de Medio Oriente es la de la tumba de la familia Neffa. Con inscripciones en árabe, representa las ruinas de Baalbek, un templo en el actual Líbano que en la época Helenística (333 a.C. – 64 a.C.) se identificó con el dios fenicio Baal, al egipcio Ra y al griego Helios y que más tarde sirvió como lugar de adoración para Júpiter, Venus y Mercurio.
Y así como el panteón de Oliveri tenía una esfinge, el que pertenece a Emilio Sau, fallecido el 15 de mayo de 1975, muestra otra hecha de cemento con decoraciones en patrón geométrico. Las esfinges siempre representan a los custodios del otro mundo. Y quizás esa era la idea de estos uruguayos: brindar protección y recuerdo a sus seres queridos en la otra vida.
Visita guiada.
La arqueóloga Ana Gamas dirigió la visita por el Cementerio del Buceo para diplomáticos. En la comitiva estaban presentes Nuncio Apostólico Mons. Luciano Russo y su secretario, Emb. de Mexico Víctor Barcelo, Embajadora de Grecia Nafsika Vraila, esposa del Emb. de Italia Anna Orlandi, Ministro Carlos Sánchez de la Emb. de Argentina, Embajadora de Costa Rica Irinia Elizondo y otros.