VERANO 2021
Una visita guiada por una fábrica de cerveza artesanal más degustaciones, una opción para probar nuevos sabores y saber más sobre la producción de esta bebida.
Ver una planta de lúpulo y hasta poder tocarla. Sentir el aroma de la cebada. Pararse al lado de una olla en la que hacen cerveza y ver que es mucho más alta que uno. Que te expliquen el proceso, cuánto tiempo lleva y poder hacer todas preguntas. Y degustar una cerveza artesanal más fresca que nunca, junto a un fueguito que con las luces y el verde que rodea el lugar forman un ambiente perfecto para cuando cae el sol.
Un plan ideal para quien quiera conocer un poco más de las cervezas artesanales o simplemente para quien quiera disfrutar de algo fresco y probar nuevos sabores.
En la mitad de una cuadra de la zona de El Tesoro, Maldonado, a pocas cuadras del puente de La Barra, un pequeño cartel indica que es el lugar: “Cervecería Boar – picadas y degustaciones”.
Esta historia comenzó en 2013 con una olla que no permitía cocinar más de 20 litros de cerveza. Hoy en día, en su pequeña pero productiva fábrica, pueden hacer hasta 600 litros al mismo tiempo.
Los planes de Clement Bondeux y Sebastián Artola, detrás de este emprendimiento, eran que a principios de 2020 se pudieran abrir las puertas del lugar al público, para que haya visitas y, además, de probar la bebida se vea de cerca cómo se hace, pero la pandemia arruinó la idea.
Hacer cerveza artesanal es una cuestión de ensayo y error, de probar y, si no sale como uno quiere, volver a intentarlo, de jugar con los ingredientes. Y Bondeux y Artola trasladaron esto a la vida misma: la pandemia complicó un poco las cosas, pero hace unos días lograron abrir su fábrica al público.
El recorrido por la fábrica.
Bondeux recibe a El País con tapabocas y todo el protocolo mediante y guía una recorrida por el lugar: bolsas y bolsas y más bolsas de malta, con las enormes ollas de fondo es lo primero que se ve. “A las maltas las importamos de Inglaterra. Usamos, además, lúpulos americanos y europeos, que son buenos en calidad y también hay cantidad de estilos”, señala.
Unos pasos más adelante están las ollas, que son tres, cada una con su función, y que actualmente permiten a la fábrica tener capacidad para hacer hasta seis mil litros de cerveza mensuales.
Antes de explicar qué se hace en cada olla, Bondeux muestra dos recipientes en los que hay en uno cebada malteada y en otro lúpulo. “Podés sentirle el aroma. La cebada malteada es el mayor ingrediente que usamos, aparte del agua”, explica. Y agrega que “hay diferentes tipos de malteada, que le dan diferente color y gusto a la cerveza”. El otro ingrediente que en esta oportunidad podemos ver y oler de cerca es el lúpulo: se muestra el ingrediente que se usa para producir la bebida, pero aún más interesante, está en vivo y en directo la planta de la que viene.
“El lúpulo que usamos para la cerveza viene de esta planta”, dice el joven, señalando hacia un en rincón del jardín de la fábrica.
“Esta planta sube hasta cinco metros. En esta latitud, lo que sucede, es que no florece tanto, pero la tenemos para mostrarla a la gente. Esta planta da una flor que es como un cono y de allí se extraen aceites, etc., que se procesan. Aquí en Uruguay no somos productores de lúpulos, por lo que usamos de otros lugares”, detalla.
Volviendo al tema de las ollas, el cervecero señala para qué se utiliza cada una. La primera es para calentar el agua e irla nivelando de acuerdo al tipo de cerveza que van a hacer. En la segunda se realiza la maceración, “que es donde se mezcla el grano malteado y otros ingredientes que a veces usamos como, por ejemplo, miel, granos no malteados, verduras, frutas; eso se mezcla con el agua para que esta extraiga toda el azúcar fermentable y lo que se le pueda poner. Allí hace un filtrado natural y pasa luego a la olla de hervor, que depende del estilo de cerveza tiene que hervir durante una y dos horas”, dice Bondeux.
Luego, se le agrega el lúpulo, que explicó es el único conservante natural que utilizan en este caso.
“El alcohol ayuda también a conservar, pero el lúpulo es un elemento clave. Igualmente el lúpulo es bastante reciente en la historia, antes se usaban muchas hiervas para conservarla”, añade.
El proceso de cocción es de unas 10 horas dependiendo del estilo, algunas cervezas llevan más o menos tiempo.
La recorrida sigue por la zona en que la cerveza se enfría luego del hervor, pasando de unos 100°C a 20°C. Bondeux explica que allí viene la parte en que, al reposar, la bebida decanta y lo que no sirve queda en el fondo del recipiente. Una vez que sucede esto y estando a una temperatura baja, es el momento para agregarle la levadura.
Sobre estilos de cerveza, levaduras, cepas, fermentación, agregados y las dudas que surjan, se charla durante toda la visita, que sigue por la sala de fermentación, donde se oxigena la bebida para ayudar a que trabaje la levadura, previo a envasarla. Por último, cuando ya están en las botellas, las cervezas pasan a una sala en la que permanecen a 4°C. “La cerveza está pronta”, dice Bondeux, quien invita a pasar al jardín para una degustación.
En el jardín del predio en que funciona la fábrica de Boar hay mesas, sillones, una barra, un fogón y mucho verde.
Más allá de que al lugar se puede ir simplemente a comprar cerveza, más fresca que nunca, “la idea es ofrecer a quienes nos visitan un tapeo y degustación de diferentes estilos de cervezas”, dice Bondeux.
Con una picada muy cuidada, que incluye entre otras cosas longaniza con curry, bondiola, mortadela con pistachos, quesos, humus con especias y aceite de oliva, morrón confitado en aceite con un toque de canela y almendras, aceitunas, berenjenas salteadas con sésamo y miel, galletas de algas, pan casero, el ambiente se completa.
La degustación que proponen en la fábrica cuenta con cinco estilos, por ejemplo, y tiene un costo de $ 280. Las cervezas, por lo tanto, pueden variar, pero por estos días se puede probar la de miel, la roja con cardamomo, una IPA de mandarina, la American IPA, y la Chocoporter.
Una pinta de cerveza sale $ 180; las picadas varían, según el contenido. Las puertas abren de jueves a lunes de 20 a 01 horas, y están en avenida Juana de América y Tito Cabano. Por visitas, se puede consultar al 094373604.
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Un dato de color: “Boar” en inglés significa “jabalí”, un animal que representa la fuerza y valor, que van con la idea de la marca y así nació su logo. Pero también son las primeras dos letras de los apellidos de sus creadores: “Bo” por Bondeux y “ar” por Artola.
Otra opción, pero para meterse en el mundo de la kombucha.
Conocer el proceso de producción de la kombucha es un plan para futuro, de la mano de los emprendedores detrás de Bendita Kombucha. En plena pandemia, este emprendimiento que comenzó en el año 2017, se mudó de un garaje a su propia fábrica en Maldonado, donde planean abrir las puertas al público para visitas o talleres.
Desde Bendita Kombucha, Inés y su marido Antonio, con la ayuda de Analía, llevan adelante la producción de esta bebida a través de un proyecto artesanal que nació por la curiosidad acerca de los fermentos.
Se trata de una bebida fermentada hecha a partir de té, azúcar y un cultivo simbiótico de bacterias y levaduras llamado Scoby.
El proceso de esta bebida, que tiene efectos beneficiosos para el sistema digestivo, cuenta Inés a El País, desde que comienza hasta que se puede beber la kombucha, es de 21 días.
Luego de ese tiempo se le pueden agregar sabores. Inés cuenta que la base en su caso siempre es la misma: “Té negro, té verde y yerba mate; quisimos agregarle yerba mate para darle una vuelta uruguaya”. Bendita Kombucha está en Facebooky en Instagram