ANIMALES
Pareja lleva adelante una campaña de fototrampeo con siete cámaras; cada video es divulgado en Instagram
Agustino Alonzo y Valentina Barreto sienten una emoción que, para ellos, es “como ir al estadio”. La sienten en el pecho cada vez que se adentran en las sierras de Lavalleja (tal como hacen desde su infancia) para saber qué capturaron las siete cámaras trampa que dejaron en puntos estratégicos y que mantienen en secreto para evitar robos.
Así han registrado videos únicos que comparten en su cuenta de Instagram @uruguay_fototrampeo: desde una pareja de margay en celo hasta un lobo de río en una cañada casi sin agua en lo alto de un cerro de la zona. “Todo lo grabado es público”, dijo Alonzo al diario El País.
Uruguay Fototrampeo es un proyecto personal de esta pareja que vive en Solís de Mataojo, a 40 kilómetros de la ciudad de Minas, y que se inició por el amor a la naturaleza y a la fauna autóctona.
A fines de 2019 decidieron comprar la primera cámara que, a pesar del trabajo, les trajo bastantes insatisfacciones. “No embocábamos una”, señaló Alonzo. Tuvieron que aprender a cómo instalarlas y cómo evitar que se dispararan con cualquier movimiento en el ambiente.
Así lo explicó: “Tienen un sensor que detecta cuerpos calientes. Pero era justo verano y las ramas calientes por el sol se movían y disparaban las cámaras. Estabas una semana con los dedos cruzados y los 32 gigas de la memoria se habían llenado de fotos y videos de ramas”.
Pronto aprendieron a manejarlas y a sacarle jugo. Y empezaron a aparecer los zorros de monte, los carpinchos, los guazubirás, las palomas de monte, los gatos montés, las mulitas y las pavas de monte, entre otros, que hoy pueden ser vistas y escuchadas en línea. “Nos preocupamos por buscar rastros, ver qué comían y lo que había en la zona para instalar las cámaras”, contó uno de los promotores de Uruguay Fototrampeo.
Y así aparecieron las sorpresas. Lo que más ha emociona a Alonzo es cada vez que captura en video a un margay, una especie de la que hay muy pocos ejemplares en estado silvestre en el país.
En la cuenta se puede ver, por ejemplo, una pareja de estos felinos en celo que “se tiran manotazos y juegan”.
El primer margay apareció en cámara a los ocho meses del inicio del proyecto. “Hice una cuenta rápida y fueron 35 mil horas entre todas las cámaras en ese sector” para conseguirlo, contó Alonzo. Ahora, prácticamente se los puede ver casi todas las semanas.
Y añadió: “Es un animal supremamente difícil de ver y nosotros lo tenemos. Es soñado. Ya estamos lejos de Ambá en cantidad de margay registrados”.
Ambáes una ONG que trabaja para la conservación y regeneración de la biodiversidad de las Sierras del Este.
Una de las cámaras está instalada cerca de un árbol de tangerinas y, por lo tanto, captura a muchas especies que aprovechan para alimentarse ahí.
A pedido de una maestra, Alonzo y Barreto comparten el material con ella para que se los muestre a los alumnos de una escuela rural de la zona. Así logran una mayor divulgación de sus videos pero, además, contribuyen a la enseñanza de la fauna autóctona, un tema que queda por fuera de la educación formal.
Además, a la pareja le llegan invitaciones de otros puntos del país para que vayan a colocar cámaras y puedan, por ejemplo, solucionar algunos problemas de mortandad de ganado.
“Del Valle del Lunarejo me escribieron 10 personas; del Cerro Catedral, una persona que nos invita a quedarnos. La idea está buenísima pero ahora no podemos hacerlo”, se excusó. Cada equipo, que ahora es alimentado con paneles solares y baterías, ronda los US$ 200.
“Yo soy mecánico en un frigorífico y Valentina es docente de inglés. No somos biólogos. Esto empezó por curiosidad y hemos tenido suerte. Tenemos pila de material que no tienen los biólogos porque estamos cerquita. Pero tenemos contacto con profesionales que nos instruyen en la parte técnica, así podemos saber si el animal está marcando territorio, si está en celo, si es una hembra y si está preñada o si es un macho. Estamos aprendiendo”, relató Alonzo a El País.