Eugenio Jara (40 años) no sabía que existía la bioinformática. Entró en la Licenciatura de Biología en la Facultad de Ciencias de la Udelar con la idea de seguir ecología. Un buen día tuvo que cursar la materia Evolución, dictada por el doctor Enrique Lessa, y todo cambió.
“Quedé encantado. Fue ahí que me acerqué a Andrés Iriarte, que era el docente práctico que tenía en esa materia, y medio que sin querer terminé estudiando bioinformática”, cuenta a El País quien finalmente se licenció en Biología, hizo la Maestría en Genética en el Programa de Desarrollo de las Ciencias Básicas (PEDECIBA) y luego el doctorado en la Facultad de Veterinaria. “Ahí empecé a trabajar con animales domésticos”, apunta sobre lo que terminó siendo su trabajo actual: aplicar la bioinformática al estudio de animales.
Pero, ¿qué es la bioinformática? “Básicamente es usar algoritmos o programas para analizar un problema biológico. O sea, usar todo el potencial que tiene la informática para una pregunta biológica”, explica de la manera más llana que encuentra para que entienda un individuo común y corriente.
Entonces pone ejemplos. “Un productor de Tacuarembó veía que en la raza bovina Hereford había cáncer ocular, los animales tenían despigmentados los párpados. Con mi tutora empezamos a elaborar una cuantificación de la expresión génica con las herramientas de la informática. A partir de eso uno puede hacer inferencias, formular hipótesis sobre lo que podría estar detrás para que un animal con los párpados despigmentados presente mayor cáncer que los demás”, señala Jara.
El investigador remarca que lo positivo de la bioinformática es que utilizando la misma técnica o la misma herramienta se pueden realizar distintos enfoques. “Se puede trabajar con otros animales, no es que trabajamos con vacas y siempre con vacas”, acota.
En busca de apoyo
Jara trabaja actualmente en un proyecto para el que busca obtener financiación de la ANII (Agencia Nacional de Investigación e Innovación) y que consiste en el estudio de fibras pigmentadas en ovejas.
“Esto ya se estudió en Facultad de Agronomía, pero no con la profundidad que queremos hacerlo ahora”, aclara a El País.
Detalla que las ovejas merino tienen la lana fina y blanca, pero en algunos casos aparecen fibras pigmentadas. Eso puede responder a razones ambientales o genéticas. Las ambientales pueden deberse a la orina, a la suciedad o al manejo humano; mientras que una de las razones genéticas son los lunares.
“Lo que es difícil es identificar las fibras pigmentadas en un vellón, lo tiene que hacer un humano. Entonces es un trabajo muy laborioso, necesitás un técnico especializado”, señala Jara.
¿Por qué es necesario identificar esas fibras? Porque le bajan la calidad a la lana. Por ejemplo, cuando se la va a teñir con colores pasteles, resalta y el producto pierde calidad y no lo compran.
“Lo que queremos ver nosotros con la bioinformática es la base genética, qué genes están involucrados y por qué un animal puede ser más susceptible que otro a tener lunares. Posteriormente, con otros proyectos, se podrían identificar marcadores genéticos e incluirlos para hacer una mejora genética. O sea, se podrían elegir animales menos susceptibles a tener lunares”, indica el investigador.
Realidad uruguaya
Consultado sobre las herramientas con las cuales trabaja la bioinformática, Jara contesta que en el caso de Facultad de Veterinaria recurren al sistema operativo Linux. “Con Linux pueden conectarse varios usuarios al mismo tiempo, mientras que con Windows puede haber varios usuarios pero solo puede conectarse uno”, explica.
Una gran ventaja de la bioinformática es que es posible manejar datos de volúmenes muy grandes, es decir que posibilita el análisis de muchas cosas al mismo tiempo.
“De otra manera sería muy engorroso y llevaría mucho tiempo”, apunta en diálogo con El País.
Jara afirma que en Uruguay están disponibles las herramientas para trabajar, se cuenta con las computadoras y los servidores suficientes como para hacer análisis, no hay ninguna limitación al respecto.
“El servidor que tenemos en Facultad de Veterinaria es modesto, para hacer asociación no da, pero por ejemplo hay una computadora en el Instituto Clemente Estable que le da de sobra”, comenta.
Señala que no son muchos los que en nuestro país se dedican a la bioinformática. “Es algo bastante nuevo y cada vez se necesita más”, destaca. En el caso de Facultad de Veterinaria, él lo explica por el lado de que los estudiantes no están orientados a la investigación, sino que ingresan con el objetivo de transformarse en veterinarios. “No es como un biólogo que su carrera apunta a investigar”, acota.
Su caso es el opuesto. “A mí no me gusta pinchar ni trabajar con animales”, dice al justificar por qué terminó dedicándose a una actividad que pretende promover y de la que busca alentar su crecimiento.
“En el Departamento de Genética y Mejora Animal de Facultad de Veterinaria, que somos unas diez personas, buscamos potenciar la parte de informática que hay en la veterinaria. Queremos que se muestre más porque puede aportar una capa más de relevancia a nuestro país dado que los animales domésticos son importantes para el Uruguay. Lo que queremos es establecer un polo de bioinformática en Facultad de Veterinaria. No sé si podremos, pero lo estamos intentando”, concluye.
Estudia el cáncer en bovinos
Eugenio Jara se desempeña como docente del Departamento de Genética y Mejora Animal de la Facultad de Veterinaria (UdelaR), impartiendo clases en cursos de grado y posgrado.
Actualmente trabaja en transcriptomica y genética de población en Bos taurus, en especial en la raza Hereford. Este estudio ha demostrado que los Hereford despigmentados presentan mayor incidencia de lesiones oculares y cáncer que los pigmentados.