ARQUITECTURA
Una recorrida por la casa en la que José Batlle y Ordóñez vivió durante su segunda Presidencia.
¿Qué puede decir un lugar sobre el pasado? En el barrio Piedras Blancas, de Montevideo, hay una casa sobre la calle Carlos Hounie que no se parece a ninguna otra: una construcción del siglo XIX de estilo italiano que tiene un jardín verde y espeso que la rodea, un edificio de paredes macizas y ventanas en forma de arco con una azotea y dos torres que sobresalen de ella.
Se trata de la quinta que José Batlle y Ordóñez —expresidente y político del Partido Colorado— y su familia compraron en 1904: el lugar desde el que Batlle realizó, prácticamente, su segunda Presidencia del Uruguay, entre 1911 y 1915.
¿Qué puede decir un lugar sobre el pasado? Lo que esta casa tiene para contar es, más o menos, esto: que Batlle y su esposa Matilde Pacheco se mudaron allí luego de hacer un viaje por Europa junto a sus hijos, entre 1907 y 1911 - justo entre su primera y su segunda presidencia-, que mientras se realizaba una reforma y que era Domingo Arena, abogado y político, el que dirigía las obras con las instrucciones que Batlle le enviaba por carta; que cuando se mudaron aún había una parte de la casa que no estaba terminada, que Batlle y Matilde dormían en habitaciones separadas y que la cama de él era más pequeña que la de ella; que sus hijos varones no vivieron allí sino en una casa que estaba en el jardín, a la que llamaban la casa de los muchachos; que Ana Amalia, su única hija (habían tenido otra que había muerto a los 16 meses) pasó parte de su tuberculosis allí y que fue allí, también, donde murió; que la familia tenía una cocinera, Rosa y dos “mucamos”, Pío y Alfredo, que vivían allí; que Batlle tenía su escritorio y que lo visitaban, casi a diario, sus ministros y equipo de gobierno.
¿Qué puede decir un lugar sobre el pasado? Quizás todo. Quizás, si se busca, si se hurga y si se encuentra, un lugar puede hablar de lo que fue, de lo que hubo en él, de los que estuvieron en él, de la ciudad que habita.
La quinta de Batllepertenece al Museo Histórico Nacional desde 1963. “Su apertura y mantenimiento ha sido itinerante, pero ya hace años que el Museo se dedica a hacer una recuperación edilicia y desde el año pasado formamos un equipo que trabaja fijo acá”, dice Lucía Mariño, historiadora y parte del equipo de trabajo de la casa que este mes reabrió sus puertas al público.
El recorrido: los cuartos y el escritorio
Es viernes y son las nueve y media de la mañana. Es un buen día: hay sol y corre aire. Alrededor de la casa, que ocupa una manzana, no hay nada que indique que allí vivió un expresidente de la República. Mucho menos que allí, ahora, funciona un museo.
Entro al lugar por una de las puertas del costado. Allí está Lucía Mariño, que, además de ser parte del grupo de trabajo de la casa, es una de las coordinadoras - trabajó junto a Carolina Luongo y Clara von Sanden- de la exposición De ellas dos: la biblioteca de Ana Amalia Batlle y Matilde Pacheco, que se puede visitar hasta octubre.
Lucía me recibe en una habitación amplia, con una ventana que da al jardín y desde la que se ve una estructura de hierro que parece una jaula sin rejas. Hay una mesa y algunos muebles, un mate, papeles, una computadora. “Creemos que este pudo haber sido el cuarto de Ana Amalia, la hija de José y Matilde”, dice la historiadora.
"No hay demasiados registros, pero sí hay cartas y documentos escritos de la época en la que ella estuvo enferma en los que dice que desde su ventana puede ver la pajarera, que es esa estructura de hierro que se ve ahí afuera. Y solo hay dos habitaciones desde las que se puede ver: esta y la de al lado”. Allí, en esa habitación, había una biblioteca de madera y vidrio. Ahora, esa biblioteca está en el patio interno de la casa, el lugar en el que está montada la exposición: un espacio amplio, de pisos de parqué, rodeado de unas columnas majestuosas y con un techo que es una especie de vitral verde, azul, amarillo y blanco.
Las coordinadoras seleccionaron parte de una colección de más de 500 libros que pertenecieron a Matilde y a Ana Amalia y que ahora se exponen en ese mueble: desde Lope de Vega hasta María Eugenia Vaz Ferreira, desde los poemas de Mercedes Pinto hasta Matrimonio y Divorcio, de Domingo Arena.
En la primera página de cada libro hay escrita una fecha y un texto: “Biblioteca de nosotras dos o biblioteca de las dos”. Los libros - y la exposición- también hablan de ellas. Y lo que dicen, en entre otras cosas, es que Matilde y Ana Amalia tenían un vínculo cercano, que eran cultas y que, sobre todo Matilde, seguía los ideales de género de la época pero también los rompía: no estaba siempre en casa, cuidando a los suyos. Salía, era parte de organizaciones de mujeres, ayudaba, iba, andaba. También hay fotografías, postales, partituras.
De un lado del patio interno están las puertas que llevan a los cuartos de Matilde y de Batlle: cada uno con su estilo, están en habitaciones contiguas. Y, después del cuarto de Batlle, viene su escritorio. Es un espacio amplio, con ventanas que dejan pasar en su máximo la luz del sol. Tiene un escritorio para trabajar sentado y otro para trabajar de pie - dicen que se levantaba por las noches y escribía allí-, tiene un juego de sillones, un diván, timbres para llamar al servicio doméstico, una fotografía de Matilde y otra de Ana Amalia, esculturas y su biblioteca completa. Ese, dicen, era el lugar en el que más tiempo pasaba: desde allí, dicen,José Batlle y Ordóñez gobernó al país mientras cuidaba a su hija enferma en su segunda presidencia.