SALUD
La exposición prolongada o puntual a determinados ruidos puede causar daños irreparables en la audición. Existe una ley al respecto, pero por el momento solo se aplican las normas departamentales.
"Los jueces de básquetbol están todos sordos por el silbato en un lugar cerrado. Todos tienen zumbido en el oído”. Las palabras del otorrinolaringólogo Mauricio Percovich sobre su experiencia en el consultorio pone en alerta sobre cómo situaciones que resultan tan cotidianas pueden terminar en problemas graves.
En vísperas del Día Internacional de Concienciación sobre el Ruido deberíamos aprender sobre lo que una exposición prolongada a un sonido por encima de lo tolerable o una exposición puntual puede provocar en nuestro sistema auditivo.
“El ruido es la percepción sonora de un sonido que puede ser molesto. Capaz que hay un sonido que no me desagrada, como el heavy metal, pero a vos sí. O capaz estás estudiando para un examen y está tu hermano jugando a los gritos; para vos eso es ruido, pero para él no”, señaló Percovich a El País al destacar que la definición de ruido tiene tanto de objetivo como de subjetivo.
El otorrino detalló que “los daños auditivos pueden ser por un traumatismo agudo único, por ejemplo una bomba brasilera que explota muy cerca del oído, o por una situación progresiva, como ser que estés trabajando en un puesto en la calle en 18 de Julio todos los días por 10 años. Ese sonido te va a generar con el tiempo un traumatismo acústico”.
La gama de sonidos diarios van de las frecuencias auditivas más agudas, como los timbres o los pajaritos, a las frecuencias graves, como un avión o un ómnibus que se acerca.
“Las frecuencias agudas son las que se lastiman más fácil con los traumatismos, están más expuestas”, acotó.
El ruido se mide en decibeles. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) la exposición a más de 70 decibeles durante un período prolongado puede provocar graves daños en el oído, con consecuencias irreversibles.
Percovich indicó que cuando se superan los 100 o 120 decibeles el ruido ya es molesto. “Es muy alto, lo tendés a rechazar y te apartás un poco, salvo que estés sordo”, apuntó.
Lo más frecuente que ocurra y más en una población añosa como la uruguaya es la presbiacusia, que es la sordera propia de los años. Con la edad la audición se va deteriorando, a eso nadie escapa.
Pero después hay factores que pueden favorecer que uno pierda o disminuya la audición antes de lo esperado. Según Percovich el tema se puede analizar desde el punto de vista laboral, de los niños o de la contaminación sonora, por tomar tres grandes elementos que son claves hoy en día (ver recuadro).
27 de abril: Día Internacional Concienciación sobre Ruido
El Centro para la Audición y la Comunicación (Estados Unidos) creó este día en 1996 para generar conciencia sobre el impacto del ruido en la salud.
Prevenir.
Trabajar en la construcción, en un frigorífico, en una embotelladora, en el transporte, en la industria textil, siendo sonidista en una radio, haciendo música… son muchas las actividades y profesiones que deberían tomar recaudos porque están más expuestas a los llamados ruidos molestos o nocivos para la salud.
A veces la persona lo nota en un zumbido que le aparece de noche, que en principio no lo molesta porque está tan cansado que se duerme.
“Pero a medida que te seguís exponiendo a ese ruido, te seguís lesionando cada vez más fibras de la vía auditiva hasta que el zumbido te termina por molestar. Empezás a escuchar menos y eso es porque ya tenés varias vías de la audición lesionadas”, alertó Percovich.
Es algo muy común en los trabajadores de la construcción y lo lamentable es que son pocos los que se cuidan.
“Los ves trabajando en las calles y ninguno se pone nada para protegerse. Se pueden poner los corchitos que cuidan la audición y que se venden en las farmacias”, señaló.
De todas formas reconoció que esa actitud preventiva no es posible en todas las actividades, caso de un árbitro de básquetbol como el ejemplo ya mencionado.
Celebró que ahora la gente se esté cuidando mucho más y que haya empresas que practiquen audiogramas a sus empleados, aunque más no sea para evitar que recurran al Banco de Previsión Social (BPS) y terminen ganando pensiones por traumatismo acústico.
A propósito del BPS, este proporciona audífonos, pero solo para los trabajadores activos. Por eso recurrir a un otorrino cuando la persona ya está jubilada no es lo mejor porque quien va a terminar costeando el aparato es el damnificado y no son baratos. “Cuestan alrededor de US$ 1.000”, apuntó Percovich.
En lo que respecta a los niños, el problema está en su fuerte exposición a juegos como la PlayStation, cuyos decibeles no están regulados ni controlados (cosa que sí pasa con los celulares modernos).
“Eso genera un traumatismo acústico con el tiempo. Lo que hay que hacer es limitar la utilización excesiva de estos aparatos o regular su grado de sonido. Si vos lo escuchás desde otro cuarto es porque está muy alto”, manifestó el especialista.
Una ley sin reglamentación
“Montevideo es una ciudad muy ruidosa”, señaló el otorrino Mauricio Percovich. Para regular este tipo de situaciones es que existe la Ley de Prevención, Vigilancia y Corrección de la Contaminación Acústica (N° 17.852) que fue aprobada en 2004.
El problema es que, como no está reglamentada, muchas de las atribuciones que la ley deja en manos del Ministerio de Medio Ambiente (al momento de aprobarse este ministerio formaba parte del Ministerio de Vivienda y Ordenamiento Territorial) las han terminado asumiendo los organismos departamentales. Y lo que las intendencias han regulado en la materia cambia de un departamento a otro.
El propio Plan Nacional Ambiental para el Desarrollo Sostenible (aprobado en 2019) concluye que: “La ausencia de reglamentación de la Ley de Contaminación Acústica N.° 17.852 de 10 de diciembre de 2004, la diversidad de reglamentaciones departamentales y las dificultades inherentes al proceso de medición de ruido complejiza la buena gestión de la contaminación acústica tanto a nivel nacional como departamental”.
Yendo al caso concreto de Montevideo, para poner un ejemplo, “se consideran ruidos molestos los que superan los 45 dB (decibeles) entre las 7 y las 22 horas, y 39 dB entre las 22 y las 7, medidos dentro de una casa. El Servicio de Instalaciones Mecánicas y Eléctricas de la IM controla los niveles de ruido en la ciudad”.
Consultar.
Percovich recomienda realizar un control auditivo entre los 40 y los 50 años de edad; lo seguro es que a partir de los 60 la vía auditiva ya empieza a deteriorarse. Pero a veces puede adelantarse y en eso tiene mucho que ver la parte hereditaria.
“Si se detecta algo se hace un audiograma, que es un estudio para cuantificar la audición, o sea para ver si estás sordo y si es así, cuán sordo estás. Se ve clínicamente”, explicó.
Si el problema es por ruido que genere traumatismo acústico en general, se analiza si se puede poner un audífono dado que no todos los oídos sordos se adaptan a los aparatos.
“Se calibran para las frecuencias y uno se va adaptando a escuchar mejor. Eso lleva un tiempo porque de un momento al otro escuchar un montón de sonidos molesta. Sos tú que tenés que adaptarte al aparato”, detalló Percovich.
Agregó que hoy en día existen dispositivos de todo tipo, algunos para sorderas severas que se colocan con cirugía.
Para el otorrino sería deseable que se hiciera una campaña preventiva, algo que llegó a acordarse con el SUNCA, pero por la pandemia quedó en suspenso.
Un problema con muchas derivaciones en la salud
El ruido es un sonido inarticulado, sin armonía ni ritmo, que tiende a ser desagradable y molesto al oído. Es, en pocas palabras, un sonido no deseado.
La contaminación acústica perjudica considerablemente la audición, generando trastornos del sueño, enfermedades cardiovasculares como la cardiopatía isquémica y problemas cognitivos. Algunos estudios han revelado que podría estar asociada con la obesidad y la diabetes.
Otros efectos causados por el ruido en el organismo son: socioacusia (déficit auditivo provocado por el ruido ambiental); cambios en la regulación del sistema nervioso central; cefalea; zumbidos en los oídos; estrés; alteraciones momentáneas en la conducta, como irritabilidad; fatiga, neurosis y depresión; alteración del sistema circulatorio y digestivo; aumento de secreciones hormonales; bajo rendimiento laboral.