María de los Ángeles Orfila
San Gregorio de Polanco, un tranquilo pueblo ubicado a orillas del Río Negro en el departamento de Tacuarembó, es conocido por sus playas de arena dorada y fina y los murales que adornan las casonas y que lo convierten en un museo a cielo abierto. ¿Sabía usted que es, además, uno de los sitios uruguayos más ricos en hallazgos paleoindios?
Esto quiere decir que ahí han sido encontrados (y siguen saliendo) objetos que fueron testigos de las ocupaciones humanas más tempranas del continente que el arqueólogo argentino Hugo Nami, quien inició excavaciones en la zona del Río Negro medio en el año 2000 y continúa en el lugar, ha datado hasta con 11 mil años de antigüedad.
Recientemente, el investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de Argentina (CONICET) publicó un artículo sobre sus últimos hallazgos que refuerzan su hipótesis: las bandas de cazadores-recolectores que habitaron las márgenes del Río Negro compartían conocimientos tecnológicos con los grupos humanos contemporáneos que se extendían desde la costa este de Norteamérica hasta el extremo sur de Sudamérica. Parece increíble pero, de alguna forma, las puntas de proyectiles y otras piezas que servían para su fabricación encontradas en cada lugar son casi idénticas.
“Es un trabajo de hormiga. Es armar un rompecabezas encontrando piecitas en cada lugar para resolver las incógnitas en las que he estado trabajando por 40 años”, dijo Nami. Y añadió: “Hubo un fenómeno de transmisión de información entre los grupos humanos que las confeccionaban y las portaban”.
La información está materializada, fundamentalmente, en las puntas “cola de pescado” o “Fell” que de norte a sur –a través de miles de kilómetros y de ancestros a descendientes– se fabricaban con cambios mínimos. Es por esto que, para Nami, los hallazgos registrados en la cuenca media del Río Negro (que incluye la ciudad de Paso de los Toros donde tiene su base de operaciones) no solo tienen carácter local o regional sino que tienen implicancias continentales.
Entre las décadas de 1930 y 1970 habían aparecido de forma aislada en Chile, Perú y Ecuador y en algunos países de Centroamérica. Al sumarse la cuenca media del Río Negro en Uruguay a la lista se tienen más datos para responder a grandes preguntas relacionadas con las rutas migratorias, eventos de colonización y desarrollo socio-culturales de ese momento de la prehistoria.
En este sentido, durante mucho tiempo se pensó que la vertiente del Pacífico y la Cordillera de los Andes fue por donde se dispersaron los portadores de puntas de cola de pescado; sin embargo, artefactos encontrados en Isla Margarita (Venezuela), en Guayana, en el norte y centro-este de Brasil más los de Uruguay sugieren que la vertiente atlántica y este de Argentina también funcionó como área de dispersión. Y, en ese recorrido, Nami sostiene que, “en especial el Río Negro y sus afluentes, actuaron como una de las principales rutas migratorias y lugares de asentamiento temprano del sudeste sudamericano”.
Proyectiles.
¿Qué es una punta cola de pescado? Es la punta de proyectil que se colocaba en un arma para cazar animales. No obstante, Nami prefiere el término “Fell” porque incluye las variaciones que no corresponden al estereotipo de cola de pescado. En general, eran fabricadas con la técnica de talla en piedra y las más antiguas encontradas hasta ahora corresponden a poblamientos de hace aproximadamente 13.000 años.
San Gregorio de Polanco y cercanías ofrecen más objetos y, por ende, más información sobre su fabricación y uso. “Aquí aparecieron colas de pescado que están casi intactas y muchísimas que están desgastadas por su intenso uso. Hay algunas fracturadas por el impacto y otras que están reactivadas”, explicó el investigador a El País. Lo último es lo mismo que le sucede a un cuchillo de un carnicero: se va modificando de tanto sacarle filo.
Al examinarlas, Nami determinó que son casi idénticas a las puntas pisciformes de Estados Unidos –en particular a unas que reciben el nombre de Simpson, Suwanee y Waisted Clovis– y del norte de Sudamérica en forma y manufactura. Las puntas Fell y las uruguas en particular se caracterizan por dos modelos: uno que tiene una forma lanceolada estrecha y otro con hoja ancha.
Nami ha dedicado parte de su carrera –trabajó en el Museo Nacional de Historia Natural del Instituto Smithsoniano en Washington D.C.– a aprender a tallar piedra como lo hacía el hombre prehistórico con el objetivo de comprender la tecnología. Así, este investigador ha experimentado con piezas de puntos muy distantes en el continente pero que siguen la “misma receta de fabricación”.
Respecto a algunos de los hallazgos realizados en Tacuarembó, Nami destacó la aparición de distintas etapas de manufactura para la confección de las puntas de proyectil y determinó por su estado que se le aplicó percusión directa con un percutor blando orgánico de tejido óseo o madera. Otra pieza, extraída del médano La Nata –muchos objetos corresponden a médanos por tratarse de una zona con arenales–, recibió golpes de un percutor duro o semi-duro.“Los estados intermedios de manufactura son rarísimos de encontrar”, afirmó.
Estos son, a su juicio, otro indicio que atestigua ocupaciones del último milenio del Pleistoceno-Holoceno inicial en la región (aquellos 10.000-11.000 años o un poco más hacia atrás).
Otro hallazo interesante: litos discoidales.
Otro hallazgo llamativo en San Gregorio de Polanco y zonas cercanas es la aparición de litos discoidales, un artefacto del que se desconoce su uso y que no es tan frecuente. “Son piezas como si fueran quesitos, perfectamente cilíndricas, muy bien manufacturadas”, dijo Hugo Nami a El País. Se han encontrado similares en la Patagonia.
Uno, fabricado en arenisca, presenta un grabado cruciforme. Luego de examinarlo, el arqueólogo determinó que se efectuó de manera diestra y cuidadosa utilizando la técnicas de picado y alisado por abrasión. Lo que está claro para Nami es que los litos discoidales son otro indicio que atestigua las ocupaciones del último milenio del Pleistoceno-Holoceno inicial en la región. De la misma época que las puntas de cola de pescado, estos objetos dan cuenta “de la presencia de bandas de cazadores-recolectores tempranas” que contaban con el conocimiento tecnológico para picar y alisar las rocas.