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"De todos mis viajes guardaba recuerditos, papelitos, los tickets de los museos… y los empecé a pegar en un cuaderno y mi marido, que es arquitecto y dibuja bárbaro, me hacía unos dibujitos. Hasta ahí llegaba hasta que la madre de un amigo me dijo ‘eso que hacés vos se llama scrapbooking’. Lo puse en Google y me explotó la cabeza”. Lo que cuenta Micaela Ferrero es casi el común denominador de todas las scraperas, todas confiesan haber sido esa adolescente que tenía un diario o una agenda llena de papeles alusivos a distintos momentos de su vida, pero la mayoría ignoraba que detrás de eso había –o iba a haber– una gran industria.

Micaela lleva 10 años haciendo scrapbooking de manera “formal” y es una de las referentes de Uruguay y la región. Lady Nany, otra de las destacadas, remonta sus orígenes en este arte mucho más atrás en el tiempo. “Tengo el recuerdo de empezar a los 5 años. Mi abuelo me sentó un día y me dijo ‘vamos a hacer una tarjeta para el Día de la Madre’”, cuenta sobre la primera tarjeta que hizo, allá por 1995, y que aún conserva.

En tanto Silvana Chambón dice que su interés comenzó hace unos 15 años, buscando ideas para festejar el cumpleaños de sus hijos. Por ese entonces no sabía que estaba haciendo scrapbooking, algo que define como “el arte de guardar nuestras memorias de una forma bonita usando medios físicos, no digitales, como el papel, que es fundamental”.

Una meningitis y posterior cáncer la obligaron a estar más en su casa y eso le permitió investigar más navegando en internet, como también lo hicieron sus colegas.

Todas ellas se dieron cuenta de que había una industria detrás, muy desarrollada sobre todo en Estados Unidos. Por eso Micaela se dedicó durante siete años a hacer videos en YouTube aterrizando al idioma español todo lo que veía realizar en inglés. Fue así que se multiplicaron sus seguidoras.

“De 2013 a esta parte hubo un salto abismal, abrieron nuevas tiendas y hay mucha más variedad de materiales”, señala Lady Nany sobre lo que ocurrió en Uruguay, donde al principio era muy difícil conseguir materiales y, cuando llegaban, ya estaban pasados de moda. Porque esta industria se rige por las reglas de la moda, eso quiere decir que se sacan dos colecciones por año (en enero y en julio) y hay que estar actualizado.

La profesionalización ha llegado al punto que las grandes tiendas o marcas forman lo que se llama Equipos de Diseño, para los que convocan scraperas o estas se postulan. Se trata de personas que eligen para que, por medio de su habilidad en este arte, muestren los productos que comercializan. Puede ser un trabajo remunerado o que se paga con materiales.

Dada la impronta visual del scrapbooking, sus referentes tienen mucha presencia en Instagram, red que les sirve para mostrar sus trabajos, publicar tutoriales y mantener informadas a sus seguidoras. También hay varias que realizan videos en YouTube o en algún momento han tenido un blog, cosechando así fanáticas de distintas partes del mundo.

En general, las scraperas son mujeres de entre 20 y 40 años, aunque también hay mucha adolescente y señoras que superan los 60 años. “Tuve dos o tres alumnos varones, pero no es lo habitual”, cuenta Lady Nany, que ha llegado a tener alumnas de 7 años.

Agrega que “muchas son docentes, sobre todo las que aplican manualidades para sus clases. Pasa que los niños se van copando cada vez más, se lo muestran a las madres y estas contactan a la maestra para ver de qué se trata. Así se va armando una red”.

El scrapbooking se relaciona con otras técnicas, como pueden ser el cardmaking (elaborar tarjetas), el lettering (dibujar letras) o el bullet journal.
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La agente de viajes Bettina Novarese es referente en esta última, un método de organización creado por el estadounidense Ryder Carroll para, según sus palabras, ayudarlo a “rastrear el pasado, organizar el presente y planificar el futuro”. Tenía déficit atencional y no daba con nada que lo organizara.

A Bettina, quien se define como una persona “re-estructurada” para la que todo tiene que estar escrito, “sino no tengo vida”, no había agenda que le viniera bien. De chica le gustaba decorarlas, pintarlas, ponerles stickers. De grande, la solución fue toparse con el bullet journal, que confiesa que le cambió la vida.

“Con una libreta en blanco vos te armás tu propia organización de la manera que vos querés, al ritmo que vos querés. Si para un día necesitás toda una página, la usás, si querés poner cuatro días en una, lo hacés. Además, podés dibujar, hacer arte, escribir una receta, pintar… todo en un papel lindo, blanco, con puntitos que no molestan, visualmente agradable… no esas agendas llenas de mapas, reglas y escalas que a nadie le interesan”, explica quien hace cuatro años que se dedica al tema.

Viendo tutoriales en internet, sobre todo del mundo anglosajón, aprendió que solo basta tener una libreta de buen papel (están muy de moda las de puntitos, que sirven para escribir derecho o hacer cuadrículas), una regla, un lápiz, una goma y marcadores preferentemente azul o negro “porque es algo con lo que vas a convivir a diario, en general fibras de dibujo a prueba de agua”, recomienda.

“Es lo básico, después agregás todo lo que querés”, aclara sobre una libertad que también se aplica a los códigos o métodos de organización que se vayan a utilizar: íconos para hacer seguimiento de tareas, un registro de futuro, el desarrollo del mes, listado de metas, rastreadores o trackers (el más famoso es el de la medición de estados de ánimo) y un largo etcétera.

“Lo bueno del bullet journal es que lo adaptás a tus necesidades. La idea es que el día de mañana todo esté en un papel y en 10 o 20 años lo encuentres, lo consultes, veas cómo era tu vida en ese momento y te mates de la risa o no. O lo encuentre un nieto o un hijo y diga ‘¡qué vieja chota!’”, bromea sobre un objetivo que comparten sus colegas scraperas.

“Muchas arrancaron como una terapia. El papel te permite estar un montón de tiempo abstraída en otra cosa, no pensando en tus problemas”, dice, por ejemplo, Silvana, dando más razones para entender el crecimiento de un fenómeno devenido en gran industria.