Secretos subterráneos: lo que se esconde debajo del barrio de la Unión

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HISTORIA

Investigadores y vecinos van tras el rastro de una red de túneles interconectados abajo el centro histórico del barrio montevideano

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Estructura subterránea en la iglesia de San Agustín. Foto: A. Fernández

Carina Rojo persigue una meta desde hace más de 10 años y que resume en una palabra: “rescate”. Esta arquitecta se refiere a terminar de coser un pasado que ha dejado vestigios materiales y relatos por un barrio riquísimo en historia y del que poco se habla y menos se visita. Su objetivo es desenterrar los túneles de la Unión.

En esta empresa no está sola. Primero la acompañaron las profesionales Mónica Castaño y Jacqueline Geymonat; hoy lo hacen la arqueóloga Ana Gamas y el investigador del Instituto de Historia y Urbanismo de la Unión, Alberto Fernández, quienes han sistematizado las estructuras subterráneas de la que se tiene conocimiento y han encontrado pistas de otras que, en total, conformarían una intrincada red de cisternas interconectadas.

A mediados del siglo XIX esta servía para abastecer de agua a la naciente villa de La Restauración, pero luego dio paso a múltiples usos, algunos reales y otros imaginarios: cavas para vinos, escondites para contrabando, vías de pasaje y lo que fuera eso que escuchaba una familia alemana que por los años 40 decía que eran sonidos de arrastre de cadenas.

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Estructura subterránea en la calle Larravide. Foto: A. Fernández

Tras las pistas.

Desde 2012 se han realizado relevamientos históricos y geofísicos en las inmediaciones de la Plaza de la Restauración en pos de detectar estas construcciones subterráneas.

Con todo hoy se conocen siete: una cisterna circular muy amplia, revocada, de cinco metros de profundidad, situada en la manzana formada por las calles Avellaneda, Fray Bentos, Larravide y Forteza; una obra hidráulica “monumental” en la manzana de 8 de Octubre, Larravide, Forteza y Cabrera; una cisterna de 50 metros de largo, hoy tabicada, ubicada al costado de 8 de Octubre; cisterna de planta rectangular en la esquina de 8 de Octubre y Larravide, bajo el edificio que hoy ocupa una sucursal del Banco República; pozo de noria construido en 1850 que pertenecía a la ladrillera de Basáñez y Pijuán, de unos 25 metros de profundidad; construcciones subterráneas por la calle Forteza en dirección a la plaza; construcciones subterráneas con bocas que dan al antiguo asilo maternal (hoy anexos del hospital Pasteur) y que pasarían por debajo de la calle Cabrera.

Diversas fuentes bibliográficas mencionan la existencia de un aljibe de uso público en la plaza principal que estaría conectado con los aljibes del hospital Pasteur y la iglesia.

Estas obras guardan relación directa con Antonio Fongivell, un maestro catalán que trabajó para el General Manuel Oribe. Fongivell, además, trabajó en edificaciones en Paso Molino (donde también se ha hablado de la existencia de túneles, en particular, en la zona de Paseo del Hotel) y en las ciudades de San José de Mayo y Colonia del Sacramento.

Pero hay más pistas y por eso los investigadores pretenden volver al lugar con georradares y tomografías eléctricas. Para conseguirlo buscan fondos y prevén presentar un proyecto para futuras convocatorias o instancias concursables.

¿Dónde están esos rastros? Por casi todo el centro histórico de la Unión. Uno de esos lugares es debajo de la iglesia de San Agustín y en algunos tramos están a la vista. La actual iglesia se inauguró en 1917 y aprovechó muchas de las cimentaciones de la original de 1849. Por ejemplo, hoy tiene un sótano recubierto en piedra y otra sala por debajo del nivel de la calle con vestigios constructivos del siglo XIX que se cree que formaron parte de esa red de túneles. Lo mismo sucede con el aljibe del patio: se conservó de la iglesia anterior. Lo interesante de este es que Gamas y Fernández han encontrado una cavidad en su interior que lleva hacia otra cámara cuyo tamaño total y extensión son, por ahora, desconocidos.
A unas decenas de metros, por la calle Larravide, el dueño de un local –hoy cerrado luego de varias décadas de trabajo– relató a los investigadores que el sótano tenía tres cavidades “que no sabía dónde iban” pero se cree que un túnel se prolonga hasta la iglesia y otro, hasta el hospital y que, en general, están en buen estado, salvo que se inundan con facilidad. El tercer ramal, que fue tapeado entre los años 80 y 90 –Gamas explicó que varios vecinos han relatado que las muchas entradas a las cisternas fueron clausuradas durante las décadas de 1970 y 1980–, correría en dirección a la calle Avellaneda (a cuatro cuadras de ahí), por lo que podría coincidir con la cisterna debajo del Banco República y con la historia de la familia alemana que vivía justamente en esa calle.

Fernández comentó: “Sería destaparlos. Capaz que estos son los únicos túneles de la Unión a los que se puede acceder”. ¿Y qué sucedería después? Algún tramo podría ser puesto en valor y la Unión rescataría del olvido parte de su historia.

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Gentileza del Grupo de Investigación de la Unión

Historia de un barrio: del Cardal a la Unión.

Cinco estancias formaron lo que primero se llamó El Cardal, la zona rural más próxima a Montevideo a principos del siglo XIX. Concluidas las guerras de la independencia, y a partir de la organización de la república, el paraje sirvió de asiento permanente a un número cada vez mayor de pobladores, dedicados en su mayoría a tareas agrícolas. Para 1834, La Unión era un caserío; pero para 1843, el General Manuel Oribe ya había sitiado Montevideo desde el Cerrito, lo que dio comienzo a la fundación de un pueblo-capital. Fue así que El Cardal pasó de tener ranchos de terrón con techos de paja a ser un núcleo habitacional muy importante, con pulperías, boticas, tiendas e importantes molinos y saladeros.

En 1849 se produjo otro cambio significativo: se hizo el trazado de las calles y se delimitó la urbanización del reciente Pueblo de la Restauración. En ese año se levantaron el colegio (hoy Hospital Pasteur), la iglesia de San Agustín (luego demolida y nuevamente construida) y la plaza. En 1851, finalmente, se le dio el nombre de Villa de la Unión, como homenaje a la paz pactada luego de la Guerra Grande, el 8 de octubre de 1851 bajo la consigna de “ni vencidos ni vencedores”.

Pasarían desde entonces casi cien años para que Villa de La Unión quedara anexada a la zona urbana de Montevideo.

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