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Hace veinte años que Luis Siage diseña muebles en madera y hierro con estilo campero. Su pieza estrella son las gancheras, por las que ha llegado a ganar premios.
"En Colonia, las queserías secaban el queso y mi abuela secaba las longanizas”, “mi tío secaba las ollas”. Seguramente Luis Siage (50 años) esté escuchando muchos de estos comentarios en estas nochecitas de diciembre, en su ya conocido espacio de la Feria Ideas+. Lo único diferente de este año es que sus apreciadas creaciones ya no se presentan con el nombre de Muebles de Campo, sino que ahora su taller se llama Guacho.
Las piezas que despiertan los recuerdos de la gente son, fundamentalmente, las gancheras de techo, su producto estrella y por el que ha ganado el Premio Nacional de Artesanías del Ministerio de Industria y Energía (MIEM).
“Es lo que más vendo, es la pieza que tiene más trabajo y la más cara. No hago una igual a la otra, ni en tamaño, ni en madera… voy variando permanentemente. Depende la madera que consiga, largo la pieza y esa pieza es la que más se vende. Es por lo que más me reconocen”, cuenta a El País.
Hacerlas le lleva casi todo el año porque la idea es producir y producir para luego vender en ferias. “Por lo general vuelve muy poca cosa. Después de Ideas+, por ejemplo, vendo casi todo. Además me pasa que vos pasaste por ahí, te gustó lo mío y tu cocina es más chica o más larga. Elegís el diseño, la madera y los hierros, y lo hacemos. Diseñamos así también, sobre imágenes”, explica el artesano.
La mayoría de sus clientes le llegan de esta forma. “Si les gusta este estilo, de repente me proponen hacer otro tipo de trabajo que, teniendo disponibilidad de lugar, lo hago. Saben que no encuentra este producto en otro lugar”, dice.
Le han llegado a proponer hacer una barbacoa completa, un compromiso que hoy no puede asumir por falta de espacio. Hasta que no consiga un lugar más amplio para su taller, se dedica a los pequeños muebles, salvo que le hagan algún pedido especial.
Su taller ha ido de barrio en barrio; hoy hace ocho años que está instalado en la Ciudad Vieja, barrio en el que vive desde hace 15 años. “Trabajo en el garaje de mi casa, el auto lo tiré para afuera, duerme afuera hace años”, bromea.
Allí cuenta con todas las máquinas que necesita para trabajar en herrería y carpintería. Su sistema de trabajo es, conociendo la madera de la cual dispone, hacer primero todo lo que sabe que va a precisar en piezas de hierro y metal (ganchos, tipos de perchas).
“Hago volumen; si tengo que hacer ganchos, hago 200 porque trabajar pieza por pieza es muy complicado, precisás tener una logística muy grande”, detalla quien realiza solo toda la producción.
Cuenta que fabrica sus matrices para hacer las vueltas que le gustan. “Hago ganchos de determinadas maneras, tengo matrices que se repiten en casi todas las piezas… hay como una unidad en la línea de la varilla. Utilizo muy poco puntos de soldadura, casi nada, en la perchería de ropa y muy tapada. Casi todo es a remache, varilla trenzada con un punto de remache”, describe.
Su esposa Ana Laura lo ayuda en los temas administrativos del trabajo, participa de las exposiciones y en el área de ventas, y también da su opinión para los diseños. “Hay muchas cosas que voy armando y la palabra de ella sirve para ordenarme”, apunta.
Cambio de nombre luego de 20 años
En Facebook se lo puede encontrar por Taller Guacho, nombre que adoptó este año y que estrenó en la feria Ideas+ 2020 . Antes se llamaba Muebles de Campo.
Es autodidacta.
Luis cuenta que su camino fue largo, que empezó con la pintura. “Hice óleos, escenografías de teatro, murales. Siempre estuve vinculado al arte. De ahí pasé a otros materiales y llegué a la madera, que es un mundo, es divina”, dice.
Fascinado con la materia prima, lo que hizo fue ponerse a investigar y a “meter cuchillo”. Aprendió a manejar las máquinas y, poco a poco, fue mejorando. “Cada día que pasa la pieza no es la misma que hace unos años, mejora más”, apunta. Para Luis, la parte del taller es la más linda del proceso.
“Me cuesta mucho ver una madera que ya no está. Por ejemplo, una cama tirada en una volqueta, que es de cedro, que la madera es impresionante y va para el fuego. Además, mi trabajo aparece en ese tipo de maderas, cuando encuentro un marco de una puerta, un tirante… Es ahí cuando arranca la pieza. De una madera nueva no logro nada”, señala quien puede convertir una tranquera o un trozo de un vagón de tren en una ganchera o un perchero.
Destaca que actualmente se usa mucho combinar lo nuevo con lo viejo; sus piezas aportan el toque diferente. En esas producciones lo rústico se va poniendo cada vez más fino, pero sin dejar de ser rústico. “Mejoran las técnicas”, acota.
En este momento todo su tiempo artesanal está destinado a las piezas de madera y hierro porque no le da el tiempo para mucho más. “Lograr las piezas lleva muchas horas de trabajo en el taller y más cuando corrés con tiempos de fiera”, sostiene. Confiesa que en algún momento le gustaría poder retomar algunas de las artes que quedaron en ese largo camino. “Por lo menos volver a ver cómo eran”, dice entre risas.
Pero no solo de ser artesano pueden vivir todos los hombres, así que Luis nunca abandonó su otro oficio, guardavidas. Como tal trabaja todos los veranos, “y algunos meses más”, en Rocha. “Este tipo de actividad es zafral, entonces te da la posibilidad de buscar otro tipo de trabajo y fue ahí que en mi caso apareció la madera. En el momento en que se cortaba ser guardavidas, me empezaba a preguntar ‘¿qué hago con esto otro?’, ‘¿cómo lo muestro?’, ‘¿alguien lo querrá?’”, recuerda.
Entonces regalaba sus primeras piezas a familiares y amigos. Luego vendrían las ferias, incluso algunas de Rocha aprovechando su actividad de verano o las Expo Prado, que le acercó muchos clientes del interior del país.
Con el tiempo, el boca a boca hizo el resto. “Entrego mucha tarjeta, la gente queda interesada”, señala sobre una clientela que viene acumulando desde hace muchos años.
“La demanda de esto cada vez es mayor”, afirma con orgullo, “entonces lo que estoy haciendo es atender a los clientes con los que ya tengo conexión por muebles míos que les he hecho hace mucho tiempo y que me siguen comprando”.
Son ellos los que ahora les acercan historias propias, muy parecidas a esas que hace 20 años, cuando Luis recién empezaba, tenían como protagonistas a sus abuelas y sus tíos.
La pandemia no afectó su actividad
“El trabajo que tuve este invierno no cambió en nada lo que venía laburando”, contó Luis Siage refiriéndose a la llegada de la COVID-19. La gente estaba con más ganas de comprar piezas, así que no paró de trabajar en todo el año. Hace ocho años que lo hace en su casa de la Ciudad Vieja, pero antes estuvo en Rivera y Soca, en una casa que alquilaba con un amigo. Sueña con poder contar con un lugar más espacioso para volver a hacer piezas más grandes.