Hecho a mano
La pakistaní Sadaf Ahmed llegó a Uruguay junto a un predicador del Islam de la Comunidad Ahmadía y difunde su cultura a través de los tatuajes de Henna.
Sadaf Ahmed nació en Pakistán y llegó a Uruguay hace más de tres años. Su marido, de origen canadiense, es predicador de la Comunidad Ahmadía del Islam, un sector muy perseguido en los países musulmanes por tener creencias diferentes a la mayoría.
Sadaf conoció a su marido por primera vez a través de una foto. “Fue un matrimonio arreglado. Su madre vino a Pakistán y le mostraron una foto mía y dijo que sí; luego me mostraron una foto a mí y dije está bien. Nos conocimos una vez y luego decidimos que nos gustábamos y nos casamos”, detalló.
El trabajo de su esposo como predicador se desarrollaba entonces en Ecuador, pero tras casarse fue designado como misionero a Uruguay y la pareja se mudó a nuestro país.
Sadaf dice que entiende el 90% de lo que le hablan en castellano; sin embargo, le cuesta muchísimo hablarlo. Con quienes entienden inglés conversa de manera fluida, ya que durante su escolarización estudió en textos elaborados en ese idioma.
“Debería saber más español y lo practico. Cuando se agota ese idioma, uso Google Traductor”, confesó entre risas. El resto lo expresa con henna, un arte propio de la cultura de su país.
¿Son curiosos los uruguayos?
Sadaf nota cómo es observada cuando tiene puesto su velo: “Veo la curiosidad y cómo me miran. Pensé que me iba a acostumbrar pero aún me sorprende”, aseguró.
La pakistaní desearía que las personas se acercaran y le hicieran preguntas que se dieran cuenta que muchas creencias en torno al Islam no son más que mitos: “Nuestro trabajo es que las personas conozcan el Islam; muchas veces la gente piensa que a las mujeres musulmanas los hombres nos fuerzan ponernos el hijab –el velo– y a no trabajar, incluso las personas me preguntan aquí si es cierto que debemos caminar detrás de nuestros maridos. No; tenemos los mismos derechos que ellos, podemos hacer lo que hacen los hombres. Nosotras podemos ser parte de la sociedad de todas las maneras que los hombres pueden serlo. Cuando me preguntan les explico que nos cubrimos para protegernos y es algo religioso”, subrayó.
El arte de henna
Antes de vivir en Uruguay, Sadaf nunca había realizado arte y dibujos con henna. Sabía que tenía habilidades artísticas porque es capaz de hacer diseños o dibujar rostros pero nunca se le había ocurrido experimentar con una de las tradiciones que en Pakistán realizan los profesionales: el arte mehendi a base de un polvillo que se extrae de una planta.
Una de las amigas de Sadaf es María Ahmad. Ambas comparten la cultura y la nacionalidad. “Iba caminando por la Ciudad Vieja y me crucé con ella y me saludó en árabe. Cuando le pregunté si la conocía, me dijo que no, pero que mi hijab le indicaba que podía ser de India o Pakistán. Cuando nos dimos cuenta que ambas éramos del mismo país nos emocionamos mucho. Ahora somos grandes amigas”, relató.
Fue la propia María la que aconsejó a Sadaf animarse a tener su propio emprendimiento artístico. “Para una de nuestras celebraciones, hace dos años, María invitó a sus amigos uruguayos para que conocieran de qué se trataba. Entonces me sugirió que me animara con el arte de henna”, detalló.
Y añadió: “Me alentó a hacerlo como una buena manera de difundir nuestra cultura. También comencé a trabajarlo porque deseaba hacer contactos, quería salir y hacer amigos”.
Sadaf improvisó y los invitados quedaron tan encantados con sus diseños que se animó a seguir adelante. Así creó una cuenta de Instagram (@tatuajes.de.hena) para promocionar su arte y ahora se anima a asistir a ferias para dar a conocer su trabajo: la primera en el hotel Punta Trouville y la segunda el pasado domingo en el Hotel del Prado.
Su madre le envió de Pakistán un set de conos con henna que de momento le funcionan a la perfección para sus diseños.
Un diseño de tamaño pequeño lleva unos 10 minutos, luego se deja secar por otros 20 y se retira una pequeña película. El diseño queda impreso en la piel por aproximadamente 10 días. Dependiendo de la complejidad de los diseños, los tatuajes cuestan entre $ 150 y $ 500.
“Creo que cuando hago esto las personas me toman como una mujer que puede trabajar y tener un trabajo o un negocio”, concluyó Sadaf.
Una tradición milenaria
La alheña, arjeña? o henna es una planta de la que se extrae un polvillo que se utiliza para hacer tatuajes. Esa planta crece en los países de clima cálido como India, Pakistán, Marruecos o Egipto y es utilizada principalmente en Pakistán e India para hacer decoraciones en las manos.
Este tipo de arte es conocido como Mehndi por los indios. En Pakistán toma un rol central en las bodas, a través de lo que se conoce como Rasm-e-Heena. Días antes del enlace se realizan diseños en las manos del novio y la novia –en lugares separados– para atraer buena suerte y un matrimonio duradero. en este caso, generalmente los diseños tienen ocultas las iniciales de la pareja.
Una pequeña comunidad ahmadía en Uruguay
Sadaf difunde las creencias del Islam junto con su esposo. Bajo el lema “Love for all, hatred for none” (Amor para todos, odio para ninguno), la pareja trabaja para captar más adeptos.
“Mi esposo es misionero y tenemos una pequeña comunidad aquí; somos nueve, con algunos uruguayos. Tenemos tres mujeres y mi trabajo es enseñarles cómo leer el Corán o el árabe y cómo rezar. Tenemos una casa en Yaguarón y Paysandú, allí hacemos reuniones. Básicamente ese es mi trabajo; cocino para ellos porque es parte de nuestra comunidad reunirnos y comer”, contó.
Sadaf disfruta mucho de su vida en Uruguay y aseguró que su vida en Pakistán era “horrible”: “Lo que sucede es que pertenecemos a una comunidad musulmana que ha sido muy perseguida en todos los países musulmanes. La cuestión es que tenemos creencias diferentes, los otros musulmanes creen que Jesús fue un profeta que no murió, sino que ascendió a los cielos y está vivo allí. Sin embargo, nosotros creemos que él murió y que otra persona que tienen sus cualidades vino hace 150 y era Mirza Ghulam Ahmad –fundador de la Comunidad Ahmadía– y ahora su quinto sucesor está en el poder. Entonces, por esta creencia, los otros musulmanes no nos quieren y literalmente quiere, asesinarnos”, explicó.
Por esa razón, Sadaf dice que disfruta mucho su vida en Uruguay, donde puede practicar su religión con “libertad”.