NATURALEZA
El ecoturismo preocupa a expertos que prevén más accidentes ofídicos este verano; cómo actuar ante mordeduras venenosas
Paulino pide caña pero, debido al avance del veneno, piensa que es agua. No siente la pierna. Empieza a delirar. Siente escalofríos. No puede respirar. Y, a bordo de una canoa por el Río Paraná hacia Tacurú Pucú, muere.
Todos sabemos esta historia que escribió Horacio Quiroga en A la deriva: Paulino había sido mordido por una yararacusú.
En Uruguay hay más de 30 especies de serpientes y la yararacusú (Bothrops jararacussu) no es una de ellas. No obstante, hay otras peligrosas que, en los meses de primavera y verano, ocasionan la mayoría de los accidentes ofídicos. Al año ocurren unas 100 mordeduras; de estas, 70 corresponden a las especies venosas de crucera o víbora de la cruz (Bothrops alternatus) y yara o yarará (Bothrops pubescens), explicó Irasema Bisaiz, especialista del Centro Educativo de Cría y Rescate de Reptiles Alternatus Uruguay (Piriápolis), quien está “preocupada” porque prevé un aumento de incidentes por el boom de las actividades ecoturísticas.
También se encuentran la víbora de coral (Micrurus altirostris) y la cascabel (Crotalus durissus terrificus) pero no son tan abundantes como las anteriores y “no tienen la conducta de morder”. La cascabel está casi extinta ?y su caza está prohibida? y solo se la ve en Artigas y Rivera. “Los últimos registros corresponden al Valle del Lunarejo”, apuntó Bisaiz.
La diferencia de estas dos con la crucera y la yarará es que estas son “más agresivas”, aunque “no tan temperamentales” como para perseguir a una presa como lo hacen las mambas negras africanas (Dendroaspis polylepis) que tienen la capacidad de deslizarse a 20 kilómetros por hora. “Las yararás y las cruceras, de las que nos tenemos que cuidar, se quedan en su lugar, se hacen una tortita, ponen el cuello en forma de S y esperan que no te les acerques; ellas no van a ir hacia ti. Si tienen forma de irse, se van a ir. Solo si te acercás o las pisás te tiran la mordida”, indicó.
El consejo, entonces, es no molestarlas y retirarse del lugar. Pero también lo es tener los ojos abiertos. Muchos accidentes ofídicos ocurren por la falta de precaución al hacer turismo en áreas naturales. “Venimos de una pandemia y la gente está saliendo a la naturaleza. No tienen en cuenta que son animales que pueden estar escondidos. A una guía de la Laguna Garzón la mordió una crucera por arriba de la bota y la alcanzó a envenenar. Estas cosas pasan por no saber o por subestimar a los animales”, comentó la responsable de Alternatus Uruguay. Además, hay que tener en cuenta que, aunque no todas las serpientes son estrictamente acuáticas, son buenas nadadoras y, cuando hace mucho calor, es esperable que ingresen al agua para refrescarse.
También hay que prestar atención a unas culebras venenosas, las de collar (Phalotris lemniscatus) que pueden ser identificadas por su cuerpo rojo con líneas negras y un collar blanco. “Son bastante comunes y la gente las agarra con la mano subestimándolas cuando, en realidad, son peligrosas”, agregó.
Rescates de animales peligrosos.
El personal del centro de reptiles realiza, en promedio, 90 rescates de serpientes venenosas cada temporada en domicilios, comercios y espacios públicos, aunque recibe decenas de llamadas por día por avistamientos desde todo el país. Alternatus Uruguay solo tiene capacidad para dar respuesta en la zona de Piriápolis, Solís y Pan de Azúcar, es decir, sitios que se encuentran a media hora de su ubicación. Si llaman de otra localidad, sus técnicos enseñan a reconocer la especie –un dato: las serpientes más venenosas del país no tienen colores intensos como las de otros países, sino que sus colores son similares a la tierra–, a definir si es una situación de riesgo y, en caso de que así lo sea, pasan el contacto de otros colegas. También sugieren llamar al 911. Alternatus Uruguay es el servicio pionero en la materia. “Si acudiéramos a todos los llamados del departamento haríamos más del doble de rescates”, señaló Bisaiz.
Aunque parezca gracioso, un llamado común es cuando aparece una crucera o yarará en el baño de una casa de balneario. “Entran por debajo de una puerta, por lugares que uno ni se imagina. Vas todo dormido y la pisás”, comentó la especialista sobre uno de los accidentes típicos del verano en el este.
El veneno es una secreción viscosa, con coloración amarilla o anaranjada. En el caso de las cruceras y las yararás produce inflamación y hemorragias y pequeños trombos que obstruyen los vasos sanguíneos, además de dolor y edema; la cascabel tiene una neurotoxina de acción coagulante; mientras la mordida de una coral también tiene un efecto neurotóxico.
¿Y qué hacer? “Actuar lo más rápido posible”, resumió Bisaiz. Lo primero es concurrir al hospital más cercano donde se le hará a la persona un análisis de coagulación de la sangre para determinar el uso y la dosis del suero antiofídico. No todos los centros asistenciales de ASSE disponen del antídoto; mientras que las mutualistas lo reciben desde el Ministerio de Salud Pública.
La celeridad con la que se actúe evitará que los daños locales sean significativos, dado que estas sustancias tóxicas producen necrosis en los tejidos debido a la falta de riego sanguíneo. La necrosis o gangrena no es reversible pero la persona puede someterse a una cirugía reconstructiva. Una persona puede morir luego de dos o tres días sin tratamiento.
En ningún caso debe autosuministrase un suero antiofídico de uso veterinario ni aplicar sustancias sobre la herida o realizar incisiones o succiones.
No obstante, la gravedad del cuadro estará determinada, además, por la edad, peso, vascularización de la zona, sitio y profundidad de la mordedura, susceptibilidad individual al veneno, tiempo transcurrido entre la mordida y la llegada al centro asistencial y medios de protección.
Las cuatro venenosas.
Crucera: Mide entre 25 y 150 cm. Manchas castaño oscuras o casi negras y un fino trazo blanquecino. Vientre claro. Vive en pajonales, pastizales, bañados y cursos de agua.
Yarará: Mide entre 22 y 92 cm. Coloración dorsal castaño oscuro a ceniciento con manchas oscuras en forma de trapecio. Vientre claro. Vive en sierras, montes, costados de senderos, médanos.
Cascabel: Mide de 30 a 160 cm. Coloración dorsal castaño, pardo claro o amarillo verdoso, con rombos castaño grisáceos con borde claro. Vientre claro. Monte seco de serranías y quebradas.
Coral: Mide de 18 a 80 cm. Cuerpo brillante, tríadas de anillos negros con finas líneas amarillentas; separados por bandas de color coral. Cabeza negra. Pradera abierta, sierras pedregosas, arenales.