Todavía estamos muy lejos del robot que nos ayudará con las tareas domésticas

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Lograr que un robot entienda el lenguaje natural ha llevado hasta ahora millones de dólares y ha conseguido pocos éxitos

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Cada vez que pensamos que estamos un poco más cerca de conseguir ese robot con el que todos soñamos, ese que se va a ocupar de hacer las camas, lavar los baños y barrer, una nueva investigación nos quita las ilusiones y nos muestra lo lejos que estamos. Si bien es cierto que se han registrado progresos significativos en áreas específicas como la sujeción o la comprensión semántica, hacer que todo eso funcione dentro de un mismo hardware que de forma autónoma pueda hacer esas y otras cosas, es otro viaje muy diferente.

En un paper presentado hace unos días investigadores de la Universidad de Bremen (Alemania) llevaron adelante una investigación llamada El experimento del maratón del robot doméstico (Robot Household Marathon Experiment), en el que un robot PR2 debía poner la mesa para un desayuno y luego limpiarla al terminar con el objetivo de “investigar y evaluar la escalabilidad y robustez de la manipulación móvil”.

El trabajo del robot era preparar el desayuno trayendo hasta una mesa un bowl, una cuchara, una taza, una caja de leche y una de cereal. Después del desayuno, el PR2 tenía que llevar los objetos lavables hasta el lavavajillas, poner la caja de cereal en su estante y tirar la caja de leche a la basura. Los objetos variaban en su forma, apariencia y el robot solo recibía descripciones simbólicas de la ubicación de los objetos (en la heladera, en la mesada). Todo muy realista pero desafiante: al PR2 llevó 90 minutos lograr hacerlo.

Limpiar la mesa para PR2 fue más complejo que poner la mesa, debido al uso del lavavajillas y a que agarrar objetos ubicados lejos sobre la mesa no era tarea fácil (¿lo habías pensado?) Dos de los cinco intentos terminaron en situaciones de las que el robot no pudo salir. En uno de los intentos, debido a la inestabilidad de los objetos alejados y las dificultades del robot para hacer la tarea los dedos de PR2 terminaron empujando la caja de leche más lejos de lo que estaba y eso resultó en que finalmente cayera al suelo. El robot no pudo juntar la caja del piso, no estaba pronto para eso. En el otro de los intentos el dedo del robot quedó enganchado dentro del lavavajillas.

Estos ejemplos tal vez se enfoquen solo en las dificultades, pero son interesantes para reflexionar sobre cómo en medio de exponenciales avances de la inteligencia artificial y la creación de computadoras capaces de pensar y hasta de sentir, algunas cuestiones simples de los humanos son muy difíciles de replicar.

Para los que tenemos algunos años, esa imagen de los Supersónicos y su asistente robótica es lo que primero pensamos cuando nos hablan de automatización y sistemas inteligentes. Tenemos asistentes virtuales que nos prenden las luces, nos cuentan el estado del tiempo, encienden el aire acondicionado sin que se los pidamos y nos cuentan las noticias del día con la voz y el acento que más nos guste.

Hemos sido capaces de imaginar drones que reparten pedidos, publicidades que saben lo que queremos antes de que incluso pensemos en quererlo, redes sociales que nos conectan con personas de todo el mundo y plataformas de video que saben que nos gustaría mirar un domingo de lluvia. Pudimos pensar en dispositivos que alargan nuestras vidas, planificamos viajes a Marte y desarrollamos una vacuna en apenas un año.

Todo parece posible. Sin embargo, lograr que un robot entienda el lenguaje natural y logre llevar la caja de un cereal desde una mesa hasta el lugar donde lo guardamos ha llevado hasta ahora millones de dólares en investigaciones y desarrollo por parte de algunas de las mentes más inteligentes de la Tierra. Y, sin embargo, los cereales y la leche se siguen cayendo al suelo.

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