Tomaba fotos de aviones en Australia y registró sin querer la escalofriante caída al vacío de un adolescente

El joven Keith Sapsford se había subido al compartimento del tren de aterrizaje de un avión de Aerolíneas Japón en el aeropuerto de Sydney y cayó apenas el avión despegó.

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La caída de Keith Sapsford fue registrada involuntariamente por el fotógrafo John Gilpin
La caída de Keith Sapsford fue registrada involuntariamente por el fotógrafo John Gilpin
Foto: John Gilpin

Germán Wille, La Nación/GDA
El 22 de febrero de 1970, guiado por un irrefrenable afán de aventuras, el adolescente australiano Keith Sapsford tomó una decisión que le costaría la vida. Con apenas 14 años, el muchacho decidió fugarse de la escuela para introducirse como polizón en un avión que partía del aeropuerto de Sydney hacia Japón. Pero la historia no terminó bien. El chico se había ocultado en un lugar riesgoso de la nave y cayó al vacío a poco del despegue.

Como corolario de esta tragedia, un fotógrafo aficionado captó el momento exacto de la caída de Keith en una imagen tan precisa como estremecedora.

La mayoría de las personas que intentan infiltrarse en un avión para huir de una situación desesperante que viven en sus países. Pero en este caso el joven Sapsford solo quería darse el gusto de conocer otros lugares del mundo. Para ello, ese día de febrero de hace 55 años se metió de manera clandestina en la pista del aeropuerto Kingsford Smith de Sydney y se coló en uno de los compartimentos de las ruedas del avión Douglas DC-8 de Japan Airlines que saldría en unas horas con rumbo a Tokio, con escalas en Manila y Hong Kong.

Un DC-8 de Japan Airlines, similar al avión al que se subió Keith Sapsford como polizón en el vuelo que se convirtió en su último viaje
Un DC-8 de Japan Airlines, similar al avión al que se subió Keith Sapsford como polizón en el vuelo que se convirtió en su último viaje
Foto: La Nación/GDA

“Solo quería ver el mundo”

Sapsford no tenía ninguna premura por viajar de ese modo. No era un perseguido político, ni pasaba hambre en su tierra. Todo lo contrario. Nacido y criado en Randwick, una localidad en los suburbios del este de Sydney, el niño no pasaba por ninguna necesidad ni peligro. Hijo de un profesor universitario de ingeniería mecánica e industrial, Keith había recorrido muchos países del mundo recientemente con su familia. Pero quería conocer más.

Mi hijo solo quería ver el mundo. Tenía ganas de ir a ver cómo vivía el resto del mundo y eso le costó la vida”, dijo su padre, Charles Sapford, a la agencia AP un día después de conocerse la tragedia del muchacho, según registrael medio australiano News. En esa misma declaración, el docente de la Universidad de Nueva Gales del Sur describió a su hijo como un trotamundos que “tenía un impulso por mantenerse en movimiento”.

Tal era el espíritu inquieto del adolescente, que al regresar del viaje, sus padres habían decidido enviarlo a una institución católica llamada Boy’s Town, al sur de Sydney, para “enderezar su conducta”, según aquellas declaraciones. Es que el joven tenía en su haber varias fugas de su hogar en busca de aventuras y sus progenitores no sabían ya cómo retenerlo. Hasta que dieron con esa entidad educativa a la que lo mandaron, que estaba especializada en niños problemáticos.

Pero lo problemático de Keith no se aplacó en la nueva escuela a la que lo destinaron. Quince días después de su ingreso en ese lugar, el muchacho se escapó y se dirigió hacia el aeropuerto de Sydney.

Escape del colegio y caída del avión

Pocos meses antes, quizás con un espíritu premonitorio, su papá Charles le había contado la historia verídica de un joven español que había muerto al querer volar como polizón escondido en el sistema de aterrizaje de un avión. Le explicó con lujo de detalles todos los peligros a lo que se exponía una persona que quisiera viajar en esas condiciones.

Pero al parecer a Keith aquella lección paterna no lo había llegado a convencer. Porque, una vez superados los controles del aeropuerto sin ser visto, el adolescente se introdujo precisamente en el compartimento del tren de aterrizaje para esperar el despegue del vuelo de Japan Airlines.

Las ansias de aventuras y de conocer el mundo terminaron muy pronto. Y de manera trágica. A poco de que la nave levantara vuelo, cuando el tren de aterrizaje estaba introduciéndose nuevamente en la nave, la compuerta en la que estaba escondido el chico cedió para dejar paso a las ruedas y el pequeño aventurero cayó al vacío.

Las crónicas aseguran que en el momento de la caída la nave se encontraba a unos 60 metros de altura, de modo que el joven no tuvo oportunidad de sobrevivir al impacto con el suelo.

La involuntaria imagen de la tragedia

Quizás lo más curioso de este funesto episodio fue el hecho de que la tragedia fue registrada involuntariamente por un fotógrafo aficionado que estaba despuntando el vicio de tomar imágenes de la salida y el ingreso de los aviones en el aeropuerto. Fue así como John Gilpin, de 22 años retrató la partida del vuelo de Japan Airlines en el momento exacto en que el joven era despedido del compartimento del tren de aterrizaje.

El fotógrafo amateur solo se dio cuenta de que había tomado la última imagen de Sapsford con vida una semana después, cuando reveló los negativos de sus fotos. Descubrió entonces, con enorme sorpresa, que debajo de la grandilocuencia del Douglas DC-8, que ocupaba la parte superior de la postal, se veía la silueta de una persona en caída libre, con la espalda encorvada, los brazos hacia adelante y las piernas abiertas.

No vi caer nada… de hecho, no sabía nada de que alguien cayera del avión hasta que escuché a la gente (que hablaba de eso)”, dijo el fotógrafo a los medios en ese momento, donde agregó que había tomado la imagen desde una distancia de poco más de un kilómetro de distancia, utilizando un teleobjetivo.

Cuando se realizaron los peritajes tras el luctuoso suceso, los especialistas encontraron en el habitáculo del avión donde se escondió Keith con la intención de salir de Sydney huellas dactilares del joven, así como también marcas de su calzado y retazos de su ropa. El chico solo iba vestido con pantalones y una remera de mangas cortas.

Avión volando.
Avión volando.
Foto: Freepik.

Una muerte segura

Aunque el avión levantara vuelo sin que el joven cayera de su improvisado escondite, hubiera sido muy difícil que sobreviviera a las condiciones del viaje. La mayor parte de los polizones que intentan el mismo camino que el joven australiano mueren por la falta de oxígeno o las gélidas temperaturas que se registran cuando el avión alcanza una determinada altura, o bien son aplastados por las ruedas cuando se repliegan al interior de la nave o caen al vacío cuando las compuertas vuelven a abrirse para el aterrizaje.

Les Abend, capitán jubilado de un Boeing 777 con 34 años de carrera contó en unaentrevista a CNNque todavía le sorprende “que la gente se meta de polizón en el tren de aterrizaje de un avión comercial y espere sobrevivir”. Más adelante, el expiloto añadió: “Cualquiera que intente semejante hazaña es un insensato, un ignorante de la peligrosa situación y debe estar completamente desesperado”.

Han pasado casi 55 años del accidente del joven australiano, pero la búsqueda de volar sin pagar un pasaje en un sector peligroso de la nave ha continuado durante todos estos años. El 6 de enero pasado, por caso, dos cadáveres de hombres fueron encontrados en el compartimiento del tren de aterrizaje de una nave de la compañía Jet Blue, que acababa de hacer el vuelo entre el aeropuerto JFK, de Nueva York y el de Fort Lauderdale-Hollywood, en Florida.

Williard Shepard, un ex piloto de combate, explicó al canal Local 10, de Florida, en ocasión de este último caso de los polizones que terminaron mal, que, una vez que está el avión en el aire, solo sobreviven un 20 % de las personas que intentan volar en el peligroso compartimento.

En ese sentido, en el año 2021, el medio británico The Guardian publicó una nota dedicada especialmente a este tipo de intrusos aéreos en el que añadía el siguiente dato: según la Administración Federal de Aviación de los Estados Unidos, desde 1947 hasta febrero de 2020, 128 personas de todo el mundo intentaron viajar de polizón de esta manera, ocultas en el tren de terrizaje. Más del 75% de ellas murieron.

Como sea, y más allá de que la foto de Sapsford cayendo sea granulada y en blanco y negro, pocas veces una imagen pudo graficar con tanto dramatismo la tragedia de los que pierden la vida en el intento de ir en busca, volando, de una realidad diferente a la que tienen en su tierra.

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