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Trabajaba en una fábrica textil, fue la primera mujer en llegar al espacio y hoy sueña con conocer Marte

Valentina Tereshkova tiene 87 años y es rusa. En junio de 1963 viajó al espacio a bordo de la nave Vostok-6 y marcó la historia.

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Valentina Tereshkova en su traje espacial.
Valentina Tereshkova en su traje espacial.
Foto: Archivo El País

En junio de 1963 Valentina Tereshkova trabajaba en una fábrica de tejidos, formaba parte de la juventud del Partido Comunista Soviético, medía 1,70 metros, pesaba 70 kilos, tenía 26 años, el pelo corto, los ojos verdes y plácidos, y 90 saltos en paracaídas. También tenía una certeza: si nada fallaba, se convertiría en la primera mujer en estar en el espacio y le demostraría a Estados Unidos y al mundo entero el poder de la Unión Soviética (URSS).

No era una misión aislada. En medio de la Guerra Fría, Estados Unidos y la URSS se enfrentaban y se medían en la carrera por conquistar el espacio. Los soviéticos ya habían enviado satélites, animales y a un hombre, Yuri Alekséyevich Gagarin, el primero en conseguirlo. Enviar a una mujer al espacio exterior, al margen de cualquier pretensión feminista, era una estrategia de guerra.

“Necesitamos mujeres fuertes y jóvenes que puedan preparase para los vuelos. Creo que el objetivo central de esta preparación es no dejar que los estadounidenses se nos adelanten”, dijo entonces el Coronel General de Aviación, Nicolai Kamanin.

El 16 de junio de 1963 Valentina se despertó a las siete y media de la mañana, se puso su traje espacial, se subió a bordo de la cápsula esférica de la nave Vostok-6 -que formaba parte del programa Vostok, en el cual la URSS llevaría a cabo seis misiones espaciales entre 1961 y 1963- y, durante las siguientes dos horas, se quedó allí, escuchando música y comprobando que todo estuviese como tenía que estar. No solo era la encargada de la nave, sino también la única tripulante. Cuando todo estuvo listo para el despegue, Valentina sonrió apenas y dijo: “Cielo, quítate el sombrero, voy hacia ti”.

A las 10:30 de la mañana una mujer entraba en la órbita terrestre. Poco tiempo después, el líder de la Unión Soviética se comunicó con ella. Valentina le dijo: “Todo funciona excelente y yo me siento perfecto”.

Durante casi tres días dio 48 vueltas a la Tierra. En ese tiempo sufrió de náuseas y mareos, tuvo que cambiar manualmente la configuración de la nave porque un error de cálculo impediría su aterrizaje, escribió un diario de viaje, tomó fotografías que luego servirían para estudiar la atmósfera y dijo, con la voz absolutamente calmada: “Aquí Chaika, veo el horizonte como una línea azul. Es la Tierra. ¡Es hermosa! Hola, Universo”.

Chaika en ruso significa gaviota. Ese fue el nombre que Valentina utilizó durante la misión espacial. A 61 años de haber estado en el espacio, esta es la historia de la primera mujer que lo habitó y de la única que, hasta ahora, lo hizo en soledad.

Valentina Tereshkova, primera mujer en llegar al espacio.
Valentina Tereshkova, primera mujer en llegar al espacio.
Foto: Archivo El País

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Todo empezó un día, cuando Valentina (Rusia, 1937), la segunda de tres hermanos, hijos de una leñadora y de un tractorista que murió peleando en la Segunda Guerra, salía de trabajar en la fábrica de tejidos y vio cómo, al otro lado del río que bordeaba para volver a casa, había unos hombres practicando paracaidismo. Ella, que ni siquiera sabía bien lo que era, que había empezado la escuela a los ocho años y había estudiado oficios, pero que miraba con ojos atentos y grandes a todo lo que la rodeaba, al otro día fue el club de aviación. Quería aprender, dijo. Quería saltar.

Hizo su primer salto en paracaídas con 22 años. En 1961, cuando las Fuerzas Armadas Soviéticas decidieron que no iban a permitir que Estados Unidos enviara al espacio a la primera mujer de la historia, empezaron a buscar personas para formar la primera delegación femenina de astronautas rusas. Los primeros sitios que visitaron fueron los clubes de aviación y paracaidismo.

Hicieron una lista de más de 400 mujeres, que, después, se redujo a cinco: una ingeniera, una programadora, una profesora, una secretaria taquigráfica, y Valentina, trabajadora de una fábrica textil.

En medio de una guerra todo era secreto. Los asuntos del espacio exterior también. Durante dos años, Valentina le mintió a su madre, a sus familiares y en su trabajo. Dijo que había sido seleccionada como suplente en el equipo de paracaidismo de mujeres soviéticas y que, para entrenar, debía viajar a Moscú. A 40 kilómetros de la capital estaba la base de formación para los astronautas, donde Valentina y sus compañeras se sometieron a entrenamientos durísimos física y emocionalmente.

Finalmente, después del tiempo de entrenamiento, el Coronel al mando, Nicolai Kamanin, y el líder soviético Nikita Jruschov, decidieron que Valentina era la elegida.

El 14 de junio los soviéticos lanzaron al espacio la nave Vostok-5, con Valeri Bykovski al mando. Dos días después, Valentina se subió a la nave Vostok-6, y, durante dos horas, escuchó música. Habló por radio con su equipo, chequeó que todos la escucharan bien. Quince minutos antes del despegue se puso los guantes y cerró el visor del casco. Diez segundos antes, sintió cómo los motores rugían y su corazón se aceleró como nunca antes. Despegó. La nave se desarticuló y alcanzó los 28.000 kilómetros por hora. Valentina Tereshkova llegó al espacio. Miró y dijo que veía a la Tierra como una línea azul.

Dos días y 22 horas después, aterrizó en paracaídas en una zona rural de Kazajistán. La gente del pueblo la rodeó, le alcanzó galletas, leche, papas. Luego, en un acto público para homenajearla, el dirigente Nikita Jruschov, dijo: “Aquí está la mujer soviética que le ha demostrado a los Estados Unidos quién manda”. La misión de Valentina no era una cuestión de igualdad. Era una cuestión de poder. Y Valentina lo sabía.

Lo sabe aún hoy, que tiene 87 años, los ojos un poco más severos, se dedica a la política y sueña con ser la primera persona en viajar a Marte, aún cuando el pasaje sea solo de ida. "Yo estoy lista para asumir ese riesgo".

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