Troupe de artistas a caballo hizo murales por todo Uruguay

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Botes, pescadores y el fundador de Boca de Cufré pintado en la fachada del ex Club Náutico. Foto: Washington Arteaga

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La travesía de 300 km en carruajes duró cinco semanas.

El domingo 10 de febrero no pasó desapercibido para la pintora francesa Leo Arti y una troupe de 12 artistas que abandonaron su rutina laboral y cambiaron el confort del hogar para vivir en carpas y comunidad por cinco semanas. Cargaron su equipaje en los dos carruajes armados especialmente para la ocasión, y entraron en sintonía con esta travesía tan anhelada por Leo.

Recorrieron 300 kilómetros a caballo por caminos vecinales y conocieron recovecos escondidos de Uruguay habitados por gente de gran hospitalidad que le abrió las puertas de sus casas y los agasajó con ricos platos.

Estos artistas iban con un plan y cumplieron: dejaron un legado de 11 murales con motivos distintos en estancias turísticas, hoteles, y otros sitios emblemáticos que les fueron cedidos. El diseño corrió por cuenta de los dueños de esas paredes. Pintaron paisajes de campo, atardeceres, carretas, animales, aves autóctonas, macetas, flores, y hasta la pachamama. Cada intervención llevó tres días de trabajo sin cesar con mucho café de por medio.

Los trayectos por caminos vecinales fueron a caballo. No se permitía ningún motor. Foto: Washington Arteaga
Los trayectos por caminos vecinales fueron a caballo. No se permitía ningún motor. Foto: Washington Arteaga

Todos para uno.

Leo Arti se radicó en 25 de Agosto (Florida) una década atrás y desde que llegó se dedicó a dar color al pueblo: pintó 80 murales en más de 50 casas con sus alumnos del taller de artes plásticas. La francesa hizo de estas clases un ritual y terapia para quienes asisten.

Es tal el compromiso de sus aprendices que no quisieron dejar sola a su profesora en esta aventura. “Cuando ella empezó a organizar el viaje pensamos, ‘está loca’, pero no, salió espectacular. Me animé a ir y conocí lugares del campo uruguayo que de otra forma no hubiera visitado”, asegura Nancy Reyes.

Ella fue de las que no pudo zafar cinco semanas de la rutina, se unió a la troupe de “El camino de los murales” (nombre del viaje) un par de fines de semana y se arrimó otras veces a pasar el día con comida deliciosa para compartir.

Cada mural llevó tres días; se plasmaron 11 obras en distintos sitios de Uruguay.. Foto: Washington Arteaga
Cada mural llevó tres días; se plasmaron 11 obras en distintos sitios de Uruguay.. Foto: Washington Arteaga

Nancy tiene 62 años, es costurera y un día hace ocho años se vio aprendiendo a pintar sin haber usado un pincel en su vida. “Leo y yo somos vecinas, y cuando llegó salió a buscar alumnas por la calle. Invité a Raquel, una amiga, y fuimos juntas para colaborar y que pudiera empezar a dar clases. Me acerqué con vergüenza porque no sabía hacer nada y quedé asombrada de lo que logré en tan poco tiempo”, confiesa.

Nancy pasó tres días con estos artistas en la estancia turística Don Joaquín (San José) y colaboró con uno de los 11 murales realizados en este viaje. Allí pintaron un paisaje con cardenales, carpinteros y horneros volando en el horizonte.

Fue hasta Boca de Cufré para intervenir un rancho donde antaño funcionó el Club Náutico, y se pensaron diseños alusivos: botes, pescadores, mujeres levantando pescado, y además se dibujó al fundador del pueblo a caballo.

Bautismo.

Washington Arteaga pidió licencia sin goce de sueldo por un mes para acompañar a Leo y asistirla en todas las intervenciones. Hizo la mitad del trayecto en el caballo que una amiga francesa de su profesora le prestó, y tomó mucho café. Dice que la primera noche en Cerro Negro fue brava porque a las 4 de la mañana los despertó una fuerte tormenta: “se nos mojaron las carpas y quedó todo aplastado. Corrimos hacia un lugar techado, pero fue la única vez que se nos alteró el cronograma”, dice.

En un almacén ubicada en Camino del Carretón pintaron una carreta con dos caballos. Foto: Washington Arteaga
En un almacén ubicada en Camino del Carretón pintaron una carreta con dos caballos. Foto: Washington Arteaga

Leo no vio con malos ojos ese debut. “Viví eso como el bautismo de la caravana. Me pareció bien que la naturaleza nos diera ese regalo”, asegura la organizadora de esta aventura.

Leo promete que repetirá este trayecto de 300 km en primavera para disfrutar del viaje, ya que los nervios por si algo fallaba no se lo permitieron antes. “Lo haré caminando con mi caballo Pintao pero sin cargar carro ni materiales, me acompañará como mascota. Quiero reencontrarme con la gente que nos recibió como reyes, los paisajes y el perfume del campo”.

Retrato de Ida Vitale en la pluma de José Gallino
Retrato de Ida Vitale en la pluma de José Gallino. Foto: Francisco Flores

Ida Vitale fue la segunda uruguaya en recibir el Premio Cervantes, máximo galardón de las letras en español, ya que 39 años atrás fue a parar a manos de Juan Carlos Onetti. Al reconocimiento entregado por el rey Felipe VI en Paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares se sumó el tributo del muralista José Gallino: el 17 de abril pintó en Luis A. De Herrera y Galarza el retrato de la escritora de 95 años. Le llevó siete horas y se suma a una lista de homenajes: retrató a Omar Gutiérrez en San José, a Cavani en Salto, al “Maestro” Tabárez en calle Guayabos, a China Zorrilla en el Cementerio del Buceo, entre otros.

Un viaje artístico muy planificado, sin inconvenientes y seguido vía grupo de WhatsApp
Leo Arti armó un grupo de WhatsApp para poder estar al tanto de los movimientos de la troupe. Foto: Washington Arteaga

Leo Arti armó un grupo de WhatsApp titulado “El camino de los murales” -igual que la travesía- integrado por 100 personas, y sirvió para poder estar al tanto de los movimientos de la troupe. La artista europea recorrió 300 km con un elenco estable compuesto por su nieta Diane, de 12 años, su alumno Washington, el tropero Diego, el cocinero Juan, la vecina Beatriz, que llevó su guitarra, una amiga francesa, un carretero y cuatro caballos -dos de ellos prestados por Daniel- para tirar los carros. El chef abandonó a las tres semanas porque extrañaba estar lejos de su familia, y enseguida lo suplantó “una adorable señora que se había ofrecido a cocinar durante todo el viaje, así que nunca nos quedamos sin comida”, cuenta feliz Leo. Trabajó un año organizando esta excursión y salió perfecta. “Visité los lugares donde íbamos a pintar un mes antes, y cuando llegamos teníamos previsto el hospedaje, y donde dormirían los caballos. Busqué espacio verde y pasto para ellos”, asegura. Sus carruajes llamaban la atención de quienes circulaban los caminos vecinales, y siempre los invitaban a sentarse en su mesa para conocer más de esta historia. La troupe destacó la hospitalidad de todos pueblos.

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