ECOLOGÍA
La llamada cama de pollo no era tratada; ahora este potencial contaminante se transforma en biofertilizantes
Además de los restos de comida, yerba, plásticos, papeles y más materiales que desecha cada día en su casa, cada uruguayo es responsable de un kilo de residuos orgánicos provenientes de las actividades agropecuarias. “Es un problema de todos”, dijo Blas Melissari. Este ingeniero y su colega Pedro Ferrizo asumieron la responsabilidad y se pusieron un objetivo: “Reducir ese kilo a cero”.
Para eso crearon Wirapitá Tech, una empresa uruguaya con financiación de la Agencia Nacional de Desarrollo (ANDE) y con la asesoría de la Fundación Julio Ricaldoni que expuso en la última edición de Ingeniería DeMuestra cómo recolecta y procesa desechos de la industria agropecuaria y genera biofertilizantes para su comercialización. Y no recogen lo fácil.
Melissari y Ferrizo son los primeros que encontraron la fórmula para transformar los residuos de los productores avícolas en abono, evitando así la disposición final y su impacto medioambiental negativo.
“No había ninguna solución para la cama de pollo; nadie la trataba. Y lo que para uno es residuo, para nosotros es un tesoro”, comentó Melissari.
La solución.
¿Qué es la cama de pollo? La mezcla de estiércol, plumas, paja, cáscaras de arroz, viruta de madera y otros elementos secos es el principal despojo de los criaderos de pollos y representa el 25% del total de los desechos orgánicos agropecuarios del país. Sin tratamiento adecuado, es un potencial contaminante de aguas superficiales y subterráneas.
Luego de varias fórmulas testeadas en laboratorios nacionales y alemanes, los fundadores de Wirapitá Tech encontraron la manera de aprovechar su contenido de nitrógeno, fósforo, potasio, calcio, magnesio, azufre, zinc y cobre en un fertilizante orgánico.
“Acá vemos varios impactos. Nos deshacemos de un problema y lo transformamos en un producto que es totalmente adecuado (para el medio ambiente) y que pertenece a un círculo virtuoso para el suelo. Es una enmienda orgánica”, definió el ingeniero.
De forma natural, la cama de pollo tarda entre tres y cuatro años en descomponerse; Wirapitá Tech la estabiliza en seis meses y queda totalmente transformada en humus con destino comercial en un año. “Copiamos a la naturaleza de una forma más rápida”, dijo Melissari a El País.
Pero, una pregunta: ¿no todo el estiércol de animal y toda sobra orgánica vegetal se puede compostar? Sí. ¿Y no basta arrojarlo a la tierra? No. Debe recibir un tratamiento previo puesto que el estiércol fresco tiene amoníaco y quema las raíces de las plantas; además, tiene patógenos que se trasladarán al suelo. “Para distribuir la tierra en los campos, manejarla o registrarla y venderla tiene que estar libre de salmonellay de una cantidad de cosas que iremos definiendo a través de ensayos”, apuntó Melissari.
Wirapitá Tech tiene previsto para 2023 instalar su primera planta piloto de compostaje fuera de Rocha –el predio de investigación está ubicado a 45 kilómetros de Rocha–. Lo hará cerca de un establecimiento fasonero de Canelones que produce un excedente de cama de pollo de 6.000 metros cúbicos al año. Allí se procesarán 10 toneladas por día, cifra que irá en aumento con el correr de los meses.
Más proyectos.
Antes de encontrarle solución a la cama de pollo, Melissari y Ferrizo ya lo habían hecho para los residuos de la actividad pesquera en Rocha. De los desechos de la recolección y venta de mejillones se extrae el zinc; de las algas marinas se obtiene potasio. Y todo acaba en un humus que promocionan como “premium”.
Una buena parte del material orgánico proviene de la zafra de pesca del camarón que, a juicio de Melissari, “genera una gran cantidad de desperdicios”.
Ferrizo relató así la experiencia: “Hace unos años empezamos a llevar tarrinas para recolectar la basura. Hoy, en combinación con la intendencia, nos las traen, pero a temperatura ambiente. Para la próxima zafra –de marzo a mayo de 2023– gestionamos un container refrigerado, así podemos recibir el material fresco y en mejores condiciones. A los trabajadores que hacen la recolección les sirve más; y al medio ambiente no tengo ni que decirlo. Es triple impacto”.
Wirapitá Tech también aprovecha el contenido ruminal de los frigoríficos. Este es el alimento que el ganado ingirió antes de su faena y permaneció en el estómago al momento del sacrificio.
“Cada animal faenado tiene 70 litros de este desperdicio. Lo juntamos y procesamos biofertilizantes”, señaló Melissari. Este no es bosta, ya que atraviesa por un proceso intermedio dentro del sistema digestivo del animal en el cual no se contamina y no tiene olor.
El destino final frecuente para el contenido ruminal es esparcirlo por un campo abierto para su descomposición natural al considerarlo simplemente como un residuo.
Además de avanzar en las negociaciones para establecer la planta piloto de compostaje, el equipo de Wirapitá Tech ya inició los trámites para el registro de los productos ante el Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca (MGAP) y comenzó conversaciones con Uruguay XXI para una posible exportación. Actualmente, los técnicos de esta empresa integran la mesa de trabajo sobre disposición de residuos avícolas y de tambos formada por el Ministerio de Ambiente y MGAP de cara a cumplir con el objetivo de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero para 2030.