Un refugio sostenible y budista donde encontrar paz y tranquilidad escondido en el bosque de Portezuelo

Se trata de un espacio que invita a la desconexión, el relax y el contacto directo con la naturaleza, entre una vegetación exuberante y estanques con nenúfares. Esta es la historia de El Refugio de Budda.

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El Refugio de Budda, un mágico hostel en el corazón de Sauce de Portezuelo
El Refugio de Budda, un mágico hostel en el corazón de Sauce de Portezuelo
Foto: Robinston

En un rincón escondido entre la vegetación de Sauce de Portezuelo, donde la brisa del verano se mezcla con el canto de los pájaros y el murmullo de un estanque habitado por peces y nenúfares, se encuentra el Refugio de Budda. Este hostel, inmerso en un bosque frondoso, rinde culto a su nombre: se ha convertido en un oasis pacífico donde sus visitantes elevan su alma, y logran desconectarse del caos citadino, descansar, aliviar tensiones y encontrarse consigo mismos.

Es mucho más que un albergue donde pernoctar. Hay en esta especie de jungla con vegetación exuberante plantada por sus actuales dueños (Robinston y Ulrich) un fin eco social, y un afán por instalar ese espíritu en la zona, y contagiar desde su accionar.

"En una época en que todo el mundo llega a Sauce de Portezuelo a talar para construir sus lindas casas, nosotros buscamos defender el bosque y tratar de visibilizar que hay un lugar súper natural entre Piriápolis y Punta del Este", asegura a El País Robinston, actor y anfitrión del Refugio de Budda. En esa línea, también realizaron una construcción sustentable (tres contenedores y una estructura de madera) que no genera impacto en el terreno.

La esencia mística del sitio, que hoy eligen budistas y turistas de todas partes del mundo, responde a su origen. Para entenderlo, hay que retroceder 14 años y ubicarse en una barbacoa en Laguna del Sauce con una energía excepcional. Nacho Cuñetti, amigo de Robinston, había recibido aquel mágico lugar con dos cuartos y un baño como herencia de su abuela, una mujer que había tenido contacto directo con el Dalai Lama. Robinston percibió esa vibra especial y le sugirió una idea a su amigo:

"Con Uli, mi pareja, teníamos un centro cultural en Ciudad Vieja y pensamos que la casa era perfecta para hacer un hostel. Le cuento a Nacho y me dice, 'podría hacer algo así acá pero me gustaría que fuera estilo tailandés y que tuviera que ver con el budismo'. Yo vendría, le dije. Y se generó algo en conjunto, que él llevó a cabo en la barbacoa y yo no lo hice con la casa", relata Robinston.

Así arrancó la historia de este especial lugar creado a pulmón, que, ocho años atrás, se trasladó de la barbacoa al medio del bosque, y tiene un par de particularidades: cada pieza es reciclada y se encuentra en el último monte de coronillas que sobrevive en Sauce.

Un nombre que es un tributo

Uno de los más de diez perros que habita hoy en hostel "El refugio de Budda"
Uno de los más de diez perros que habita hoy en hostel "El refugio de Budda"
Foto: @elrefugiodebudda

La historia del nombre El Refugio de Budda merece un capítulo aparte y está cargada de emoción. La inspiración no llegó a partir del budismo (aunque sus creadores siempre han tenido contacto con esta filosofía), sino por un perro que Nacho rescató hace 11 años.

Cada vez que salía a correr por el margen de la Laguna del Sauce, se cruzaba con un doberman maltratado por su dueño. Como buen defensor de los animales, decidió cortar el collar perimetral que le daba choques con una pinza y llevarse al can a su casa. Al enterarse, el dueño mandó a su capataz a entrar en la barbacoa y llevarse al perro.

“Cuando el tipo llega, le pregunta, ‘¿dónde está Budda?' (así se llamaba el perro). Nacho se resiste a dárselo y el hombre le responde: ‘Entonces lo mato.’ Y le pega un tiro”, recrea Robinston la triste escena. Nacho reaccionó rápido, llevó al animal a la veterinaria, donde le salvaron la vida, empapeló la Laguna con carteles que decían “El refugio de Budda”, y por eso decidió nombrar así su incipiente hostel.

Si bien, en la actualidad, el alojamiento está lleno de budas (grandes y pequeños) por todas partes y muchos budistas se acercan atraídos por el nombre del lugar, el origen es, en realidad, un tributo a ese doberman llamado Budda. Sus actuales dueños intentan mantener vivo ese espíritu de refugio y rescatan todos los perros y gatos abandonados en la zona, luego de la temporada.

Un espacio para la paz y reflexión

Uno de los tantos budas que habitan el hostel "El refugio de Budda", en Sauce de Portezuelo
Uno de los tantos budas que habitan el hostel "El refugio de Budda", en Sauce de Portezuelo
Foto: Rosana Decima

La mudanza de la Laguna del Sauce al bosque de Portezuelo ocurrió hace ocho años. En 2018, Robinston recibió un mensaje de su amigo Nacho, quien le comentó que pensaba vender El Refugio de Budda. Su acto reflejo fue decirle que se lo compraba.

"Volvía de una temporada en Alemania y no sabía de dónde iba a sacar la plata. Llamé a un amigo alemán, le pedí un préstamo a 10 años, pero al año logré devolverle todo gracias a una herencia que recibimos", cuenta.

En ese entonces, Robinston gestionaba residencias estudiantiles en Montevideo y su idea era comprar el refugio para tener un espacio alejado del asfalto capitalino. "Pasó a ser un club de amigos, donde nos reunimos cada enero. Es un lugar de confraternización y encuentro", explica.

Este rincón sencillo cuasi selvático tiene capacidad reducida (cuatro habitaciones con baño y una con cuchetas) y un magnetismo especial: los visitantes no quieren irse por el trato exclusivo y la paz que se respira.

El objetivo principal de los anfitriones es que los huéspedes conecten profundamente con la naturaleza y salgan de su zona de confort: “Cuando alguien llega y me dice, ‘las plantas están mojadas', le respondo, 'te están santiguando”, expresa.

En este refugio cosmopolita conviven personas de todo el mundo y de diversos oficios, y en un ambiente de paz y desconexión, logran abrirse: "De repente, todos están en la misma ronda charlando. Este lugar tan sencillo permite a la gente sacar cosas interesantes y profundas", comenta el anfitrión.

Fuera de temporada, reciben muchos grupos para retiros de yoga y meditación, ya que el sitio es ideal para el relax. La tina de agua caliente es uno de los amenities más valorados por los huéspedes, y planean instalar un sauna.

"La gente busca estar tranquila, en contacto con la naturaleza, y en un espacio donde puedan ser auténticos, sin limitarse en su expresión, pero siempre con respeto hacia los demás. Aquí se despojan y dejan atrás el peso cultural que traen", concluye Robinston.

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