Una canción de Agarrate Catalina, una casualidad en MSN y una amiga en común: la historia de Ana Inés y Sebastián

Era 2008 cuando Ana Inés cambió su nick en MSN y puso una frase de la Catalina. Sin saberlo, un completo desconocido hizo exactamente lo mismo. Esta es la sexta historia de 130 pulsaciones.

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Ana Inés y Sebsastián por Paz Sartori

Es febrero de 2008. Las luces del escenario del Teatro de Verano se apagan. Todo queda en penumbras. La gente desde la tribuna ruge y después hace silencio. Se encienden apenas unos focos. Suenan unos acordes desde una guitarra. La murga se acomoda detrás de los micrófonos. Una voz dice: “Domingo 32 de otoño. La niebla lo invade todo. Este cuarto que no eligió. Este mundo que no es el suyo. Y estos ojos desconocidos que la miran, que la buscan y que aseguran conocerla”. Después, el Zurdo Bessio entra al escenario, se coloca adelante, y canta: “Solita en un rincón de un tiempo que murió / Hace algún tiempo atrás sin horas ni reloj / Ausente en ese vals de cínico compás / Bailando en un montón de niebla y soledad / Y yo no sé, no sé cómo llegar / Y solo sé, solo sé cantar”. Y sigue: “Y agradecer que pude disfrutar de tus mimos de budín y caramelo / De tus mimos de budín y caramelo”. Entonces el teatro se viene abajo, con ese tipo de ovación que es, al mismo tiempo, reconocimiento y emoción.

Dos meses después, cuando la Catalina haya ganado el primer premio del concurso de Carnaval con su espectáculo El viaje, Ana Inés Corrales, 24 años, estudiante de Derecho en la Universidad de la República, entra a MSN, cliquea en “cambiar nick” y escribe: “Agradecer que pude disfrutar de tus mimos de budín y caramelo”.

Un poco antes o un poco después, Sebastián, 26 años, cocinero uruguayo que había pasado por la facultad de Derecho y ahora vive en Barcelona, entra a MSN, cliquea en “cambiar nick” y escribe: “Agradecer que pude disfrutar de tus mimos de budín y caramelo”.

En algún momento, Aldara, estudiante de Derecho, amiga de Ana Inés y de Sebastián, entra a MSN y nota que dos de sus amigos tienen de nick la misma frase de la Catalina. Y, sin pensarlo demasiado, le habla a Sebastián y le dice algo más o menos así: “Mi amiga tiene tu mismo nick, agregala, se van a llevar bien”.

Las historias están hechas de decisiones: caminar hacia un lugar o hacia otro, dar el paso o no darlo, insistir o cambiar, irse o quedarse, agregar a alguien a MSN y hablarle o no hacerlo y no saber, nunca, qué hubiese pasado.

Las historias están hechas de decisiones. Porque un día, de la nada, a Ana Inés le llega una solicitud en MSN y aunque ella no está segura de quién es ese Sebastián -cree que podría ser alguien de Varela, su pueblo, que, como ella, se vino a estudiar a Montevideo- lo acepta. Y, cuando él le habla -“Hola! ¿Cómo estás? Soy amigo de Aldara y me pasó tu contacto porque teníamos el mismo nick, y pensó que podríamos llevarnos bien”- ella elige contestarle.

Las historias están hechas de decisiones. Porque ese día dos desconocidos que podrían haberse cruzado antes en la misma facultad, empiezan a hablar sin saber nada del otro. Y sí todos los días. Sebastián vive en Barcelona, trabaja en un restaurante y cada noche, cuando termina su turno, entra a MSN y ahí está Ana Inés. Y pasan ahí, frente a una pantalla, una hora, dos, tres, cuatro. Se cuentan cosas, intercambian sobre la vida, sobre lo que quieren y lo que no, se cuentan sus miedos y sus alegrías y, aunque no pueden verse ni tocarse, de pronto sienten que se conocen desde siempre.

Sebastián había estado en Uruguay de vacaciones hasta hacía poco tiempo, así que no puede volver. Ana Inés está estudiando, y no puede viajar. Hablan por MSN durante cuatro meses. Hasta que en agosto de 2008, un primo de Sebastián que vive en Estados Unidos decide venir a casarse a Uruguay y él decide venir. Para el casamiento, pero, también, para conocer a Ana Inés.

Saca un pasaje y no le avisa a nadie de su visita, salvo a ella, que el día de su llegada va a buscarlo al aeropuerto. Cuando se encuentran no hace falta decir nada. Se dan un abrazo largo, de esos que hacen temblar al cuerpo, y se van a la casa de Ana Inés. Allí están por tres o cuatro días. La noche del casamiento ella lo acompaña, conoce a su familia, la pasan bien. Sebastián se queda por un mes en Uruguay. Vuelve a irse. Y, como el primer día, en el aeropuerto, no dicen nada. No hace falta: saben que van a volver a verse.

Después todo sigue más o menos igual: él viene, se queda todo lo que puede, ella se recibe de abogada, va, él se muda a Inglaterra, ella viaja, dice en migraciones que va a visitar a un amigo muy especial, los ingleses sospechan, la revisan, le abren la valija, le niegan el ingreso, se extrañan, él vuelve. Hablan por MSN o por mail. Cada tanto, se hacen llegar alguna carta o algún regalo por personas que van o vienen. Todo sigue siendo igual, pero la distancia, ahora que se conocen, ahora que saben cómo es estar juntos, pesa cada vez más. Pasan dos años, hasta que, en 2010, Sebastián decide quedarse. Y las charlas, por las noches, empiezan a ser sobre otras cosas: imaginan el futuro, piensan en cómo sería vivir juntos, proyectan, se ríen.

En noviembre, entonces, él viene y se queda. Se mudan juntos. Se casan. Tienen dos hijos, Ciro y Enzo. Pasan 16 años. Es enero de 2024 cuando Ana Inés, del otro lado del teléfono, dice: “No hay una fecha. Porque desde que él vino a verme, todo se fue dando sin que tuviésemos que hablar, sin que tuviésemos que ponernos de acuerdo. Todo fluyó hacia donde estamos hoy”. Las historias están hechas de decisiones. Pero, a veces, hay que estar en el lugar y en el momento indicado, saber que algún día, tal vez, un completo desconocido aparezca para cambiarte la vida.

130 pulsaciones

Una casualidad, una palabra, una mirada, algo que, de pronto, tiene el poder de cambiarlo todo. Cuando eso sucede el mundo cambia su colores, los corazones se aceleran. Hay quienes dicen que eso, así, es el amor. 130 pulsaciones es un ciclo para contar esas historias en las que el amor tiene la potencia de cambiarlo todo. Si tenés una que quieras contar, escribí a sgago@elpais.com.uy

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