DATOS
Encuesta revela más consumo, más recaídas y mayor malestar psicológico; son las secuelas de la “cuarta ola”
La llamada cuarta ola de la pandemia por COVID-19 es la que tarda más tiempo en manifestarse y es la que tiene efectos más duraderos que las tres anteriores (correspondientes a la de los infectados, la de los fallecidos y la de los otros enfermos postergados).
En la cuarta ola podemos estar todos: por estrés postraumático, ansiedad, depresión, síndrome de burnouty tantos otros trastornos por los que se experimentan “altos niveles de malestar psicológico”. Parte del problema es que muchos “los palean con el consumo de drogas”.
El psicólogo Paul Ruiz, docente de la Universidad de la República e investigador de Pedeciba y ANII dedicado al estudio del consumo de drogas en Uruguay, adelantó a El País que los resultados de la segunda encuesta sobre este tema durante la pandemia hacen imprescindible un abordaje de atención. Ya en la primera se había encontrado que el 30% de los uruguayos habían aumentado el volumen de consumo de su principal droga en el comienzo de la emergencia sanitaria.
“Lo urgente es para la persona que llama desesperada al 0800 1920 diciendo que se va a matar. Pero después están los otros, los que desarrollaron un cuadro de estrés, de ansiedad, de depresión y de adicción durante y posteriormente a la pandemia. ¿Qué opciones les vamos a dar?”, increpó Ruiz.
En este sentido, las opciones hoy disponibles acentúan las “desigualdades sobre la salud”.
La segunda encuesta sobre consumo de drogas durante la pandemia por el nuevo coronavirus revela niveles más altos de malestar psicológico, más abuso de sustancias y más recaídas. Respecto a lo primero, este se mide mediante la escala K-10 de Kessler que consta de 10 preguntas específicas que se refieren a los síntomas de ansiedad y depresión.
Entre marzo y abril de 2020, cuando el pico máximo de casos de COVID-19 fue de 36, los encuestados que expresaron sentir altos niveles de malestar psicológico fueron el 19%. Para la segunda encuesta, realizada entre abril y mayo de 2020, con un pico de 4.599 casos, el indicador fue del 32%.
“Este es un punto que sanitariamente es muy importante para pensar en las drogas. Acá está el efecto de la cuarta ola que habla de las consecuencias psicotraumatológicas. Esto va a traer secuelas”, advirtió Ruiz.
Al trasladar ese 32% de malestar psicológico al consumo de sustancias se encuentra que el 81% había tomado alcohol en los dos meses previos a la consulta. Entre los consumidores, el 55% lo hizo una vez a la semana o más; mientas que el 33% abusó del alcoholuna vez a la semana o más. Se entiende por abuso la ingesta de cinco tragos para los hombres y cuatro tragos para las mujeres en una misma ocasión de consumo. El día en el que se bebió más fue el sábado.
En este tema aparecen correlaciones matemáticas preocupantes: se sabe que el consumo de alcohol es una consecuencia del malestar psicológico y este es mayor cuanto más joven es el individuo; además, cuanto más se toma, más chances hay de establecer un patrón de consumo abusivo. Esto es válido para cualquier otra droga.
La segunda sustancia más consumida en la población general es el tabaco. La marihuana es la tercera. Sobre esta, el 33% de los encuestados dijo haberla probado en los dos meses anteriores. De estos, el 24% la consumía todos los días. Los días de mayor consumo son los viernes y sábados; tanto para el alcohol como para la marihuana; los días de menor consumo son los martes.
Le siguen los psicofármacos. De acuerdo con la segunda encuesta, cuyo responsable es Ruiz, el 13% dijo haber utilizado tranquilizantes, en particular, diazepam y benzodiacepinas, sin prescripción médica; mientras que un 10% se administró una dosis mayor a la recetada.
El sondeo reveló que uno de cada 10 encuestados (11,5%) tuvo una recaída o retornó a una droga que había dejado de consumir; mientras que un 7% declaró haber debutado con alguna droga durante la pandemia por COVID-19; las más comunes fueron la marihuana y los psicofármacos.
Abordaje terapéutico.
Estos resultados fueron definidos por Ruiz como “altos” y, a su juicio, lo que esconden es un consumo “problemático y excesivo” de drogas en la población uruguaya. “Lo que me deja muchas dudas es si los recursos están siendo suficientes para atajar esto”, opinó.
Desde 2020 se ha hecho difusión de la línea de apoyo emocional(0800 1920) y se han anunciado algunos planes para mejorar la atención en salud mental en la órbita de ASSE pero, en general, Ruiz no ve una “política explícita” que advierta a la población (que no tiene los recursos para acceder a una consulta psicológica o psiquiátrica privada) de si se siente de determinada manera debe recurrir a determinados servicios.
“Las herramientas y la difusión de estas herramientas que el Estado le puede dar a las personas que la están pasando mal es la limitante más grande que veo”, dijo a El País.
Y expresó: “La desigualdad económica sobre la salud mental queda arriba de la mesa”.