Uruguay ya no es territorio virgen para la leishmaniasis: cepas son más virulentas

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Tener un perro tiene beneficios para los niños pequeños. Foto. Archivo

SALUD

Las cepas que circulan en el país son más resistentes que en la región, según alertan investigadores del Institut Pasteur de Montevideo

Apenas dos milímetros. Es el tamaño de un jején o mosca negra. Está en todos lados. Y, aunque puede parecer insignificante por su tamaño, si es una Lutzomya longipalpis y si pica a un perroinfectado con el parásito Leishmania infantum y luego pica a un humano, entonces, se disemina una enfermedad. Los nombres técnicos pueden confundir pero se trata de una de las 10 enfermedades con mayor distribución geográfica global y, a la vez, desatendida.

Aunque, por ahora, los casos de leishmaniasis visceral humana –una de las tres variantes pero la más mortal– están concentrados en Salto y Artigas, investigadores del Institut Pasteur de Montevideo (IP), creen que es hora de emitir varias alertas.

Una de ellas es que las cepas que circulan en Uruguay son más virulentas y resistentes a uno de los fármacos indicados para el tratamiento en humanos cuando se las compara con las cepas presentes en países limítrofes, según reveló Paula Faral, integrante del Laboratorio de Interacciones Hospedero Patógeno de la Unidad de Biología Molecular del IP, autora de un artículo recientemente publicado en la revista de la Royal Society of Chemistry.

Otra alerta es que esos departamentos son el punto más austral en el continente en donde se ha registrado al parásitopor lo que no se descarta que continúe su descenso hacia el sur.

Este movimiento ha sido lento, puesto que comenzó con su introducción con la llegada de los españoles a Centroamérica, pero hay varios factores que favorecen su expansión a zonas alejadas del trópico.

“La última llegada más al sur monitoreada hasta la fecha es nuestro país. Es algo a lo que hay que prestarle atención. Nos sorprende como biólogos que a raíz de muchas modificaciones en el ambiente, como deforestación y urbanización, esta enfermedad ha podido establecerse climáticamente en donde no era tan frecuente”, comentó Faral.

Tres variantes.

Primero, unos datos generales. La leishmaniasis es causada por un parásito del género Lieshmania, transmitido a animales y a humanos a través de la picadura de flebótomos infectados (los jejenes). Existen más de 20 especies del parásito y más de 90 especies de vectores transmisores pero el perro es el “preferido” en las zonas urbanas.

En el mundo, la leishmaniasis es la segunda causa de muerte relacionada con una parasitosis después de la malaria y está presente en 98 países.

La enfermedad se presenta de tres formas. Una es la cutánea que es la más frecuente y se caracteriza por ulceraciones en la piel localizadas en la picadura. Otra es la mocutánea, más severa que la anterior, puesto que afecta las mucosas en faringe y laringe y la boca. “Es altamente estigmatizante y desfigurante”, apuntó Faral. La última es causada exclusivamente por algunas especies de Leishmania que circulan en Sudámerica. No obstante, ninguna de estas tiene casos autóctonos en Uruguay.

Sí los tiene la leishmaniasis visceral, una manifestación clínica más sistémica, con episodios de fiebre, adelgazamiento y con agrandamiento de órganos, en particular del bazo e hígado. De las tres es la letal: su tasa de mortalidad es del 90% si la persona no recibe tratamiento. La buena noticia es que hay “altísimas chances de cura”; la mala es la primera advertencia del IP. “Estamos viendo una especie de principios de proceso de resistencia”, afirmó Faral.

Qué se investiga.

La historia de la leishmaniasis en Uruguay es corta. En 2010 se detectó la presencia del vector por primera vez. Cinco años después, en la localidad de Arenitas Blancas, Salto, se identificó el primer brote de leishmaniasisvisceral canina: 15 perros infectados. “Hasta ese entonces, la población canina uruguaya era totalmente virgen a esta enfermedad”, señaló la bióloga. En 2018, llegó a humanos. El primer caso fue una niña. Al año siguiente, se detectó en una mujer adulta. Fue la primera muerte en Uruguay. Le siguieron otros tres casos: en total, hasta ahora, dos niñas y tres adultos.

La enfermedad es más severa y presenta una evolución más rápida en los niños que en los adultos.

Gracias a muestras tomadas en los animales afectados en 2015, el IP pudo ahora analizar las cepas para caracterizar las de circulación autóctona. Aquí se encontró que son más virulentas que las vecinas y menos susceptibles al fármaco anfotericina B.

“Podemos estar viendo una foto de un proceso de adquisición de resistencia, lo que sería bastante grave para los humanos porque hay muy pocos medicamentos para la leishmaniasis visceral”, explicó Faral.

Los investigadores desarrollaron una técnica y dieron un paso para otra: la primera es para identificar la especie, puesto que esto sirve para redirigir los tratamientos; y la segunda es un test serológico, tanto para perros como para humanos, para detectar la enfermedad. Esto último evitará la importación de un kit desde Brasil que, según la experta, presenta algunos problemas operativos.

Los perros no eliminan los parásitos de su cuerpo.

La cura parasitológica en perros no existe, apuntó la bióloga Paula Faral. Lo que sí existe es la cura clínica.

Esto quiere decir que el animal seguirá teniendo alojado el parásito aunque no presente síntomas.

“Esta enfermedad no se transmite de humano a humano; es solo de perro a humano. Al no tener cura parasitológica, quiere decir que, por más que la sintomatología del perro parezca mejorar y haya hasta una cura clínica por el tratamiento con algunos fármacos, los parásitos siguen estando disponibles en el perro para que sean absorbidos por otro insecto vector y ese pueda transmitirlo a humanos”, añadió la experta a El País.

Los síntomas generales más comúnmente encontrados en perros son: lesiones de piel, pérdida de peso progresiva, atrofia muscular, cojera, vómito y diarrea, entre otros. El control que se puede hacer es que los perros usen un collar insecticida que reduce la posibilidad de la picadura de un flebótomo. Además, se deben mantener limpios los patios y jardines para evitar la cría de insectos que se reproducen en lugares húmedos y con materia orgánica.

Se estima que se infectan cada año entre 900.000 a un 1,7 millones de personas por año en el mundo, pero solo una pequeña fracción desarrolla síntomas. No obstante, 30.000 personas mueren cada año por leishmaniosis.

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