Uruguayo busca cómo reparar el corazón luego de un infarto

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Infarto. Foto: Archivo

CIENCIA

Científico lidera desde Estados Unidos una nueva estrategia para tratar los infartos a través del sistema linfático

Durante décadas se creía que la vasculatura linfática tenía funciones acotadas: el suministro del oxígeno y nutrientes y la eliminación de productos de desecho para la desintoxicación, la vigilancia inmunológica, la absorción de lípidos y el mantenimiento del equilibrio hídrico de los tejidos. Adquiría relevancia en dos situaciones: en los pacientes que sufren linfedema, una hinchazón muy dolorosa de los brazos o las piernas por la extirpación o el daño de los ganglios linfáticos como parte del tratamiento oncológico; y en el transporte de la metástasis. “Hasta hace poco ese era el concepto que teníamos de los linfáticos”, apuntó Guillermo Oliver, director del Centro de Biología Vascular y del Desarrollo en el Instituto de Investigación Cardiovascular y Renal Feinberg en Northwestern University, en Chicago, Estados Unidos.

No obstante, el uruguayo y su equipo se encargaron de desentrañar sus secretos. Una de las primeras revelaciones fue que los vasos linfáticos defectuosos promueven la obesidad. Y luego vinieron otras: se los relaciona con el glaucoma, el Alzheimer y otras enfermedades neurodegenerativas y la enfermedad de Crohn.

“Era la punta del iceberg; se siguen descubriendo cosas. Pasaron de ser totalmente ignorados a ser un área muy caliente en la investigación”, dijo el científico a El País.

Buscar una relación con las enfermedades cardiovasculares parecía un paso obligado, teniendo en cuenta que la muerte por ataque al corazón “es la número uno en el mundo y los factores de riesgo en Uruguay son altísimos”.

¿Qué compone el sistema linfático?

El sistema linfático es una red de órganos, ganglios linfáticos, conductos y vasos linfáticos que producen y transportan linfa desde los tejidos hasta el torrente sanguíneo. Es una parte principal del sistema inmunitario. La linfa es un líquido compuesto de glóbulos blancos, especialmente linfocitos, las células que atacan a las bacterias en la sangre; y líquido proveniente de los intestinos, llamado quilo, que contiene proteínas y grasas. Los ganglios linfáticos son estructuras pequeñas que se localizan en racimos en diversas partes del cuerpo como cuello, axilas, ingle, interior del centro del tórax, el abdomen, detrás de los ojos y sobre las meninges. Los ganglios linfáticos producen células inmunitarias que ayudan al cuerpo a combatir las infecciones. Ellos también filtran el líquido linfático y eliminan material extraño, como bacterias y células cancerosas.

Tres sorpresas.

Muchos científicos han estado investigando cómo estimular la proliferación de cardiomiocitos ?la célula que forma el músculo cardíaco? como herramienta para mejorar la reparación cardíaca luego de un infarto. Los cardiomiocitos son células de forma oblonga que se contraen y relajan rítmicamente, generando una fuerza que bombea sangre a través de todo el corazón y hacia el resto del cuerpo.

En afecciones cardiovasculares, la sangre circula más lentamente a través del corazón o se detiene por completo. Esto priva a estas células de oxígeno y otros nutrientes esenciales, a menudo matando grandes franjas de cardiomiocitos y dejando tejido cicatricial que se extiende a lo largo del corazón.

Se han explorado técnicas con células madre o células trasplantadas en ensayos clínicos pero, a juicio de Oliver, no han dado resultados prometedores. Parte del problema es que esa célula no prolifera en mamíferos (pero sí en los peces cebra, por ejemplo). “La capacidad de regeneración se ha perdido en los mamíferos”, apuntó el experto. Por lo tanto, el profesor uruguayo y colegas probaron otro abordaje al preguntarse: ¿qué tal si, en vez de buscar la replicación de los cardiomiocitos, se reduce su mortalidad?

Guillermo Oliver
Imagen de la investigación de Guillermo Oliver

Y al buscar la respuesta tuvieron tres grandes resultados que han sido publicados recientemente en Nature y que constituyen un avance significativo en la formulación de una nueva estrategia para mejorar la función cardíaca después de un ataque.

Uno es que descubrieron una nueva función “totalmente insospechada” de los linfáticos: el crecimiento de un órgano durante el desarrollo. Se vio en un modelo de ratones que carecían de la vasculatura linfática durante el desarrollo embrionario que el corazón era “muchísimo más chico” de lo esperado. “Eso fue la primera sorpresa; nunca se había pensado que se precisaban linfáticos para que un órgano creciera”, dijo Oliver a El País. Esto se debió a que la proliferación de cardiomiocitos estaba severamente reducida.

En este punto se identificó una proteína: la relina. La “segunda sorpresa” es que, hasta ahora, se sabía que esta actuaba sobre el sistema nervioso pero parece ser que también es un elemento clave en el sistema cardiovascular. Los ratones sin relina murieron luego de hacerles sufrir un ataque al corazón. También se vio que hasta los siete días después de nacidos, el corazón tenía una pequeña capacidad de regenerarse.

“La tercera sorpresa” fue que los ratones a los que se les suministró más relina tuvieron una mejora en la función cardíaca. “El hallazgo más importante de todos es que demostramos que la capacidad cardíaca mejora, no porque los cardiomiocitos proliferan más, sino porque esta proteína reduce su muerte, reduce la herida fibrótica y la consecuencia de todo eso es que el corazón funciona mejor”, explicó Oliver.

El uruguayo seguirá ahora las pruebas con ratones con diferentes dosis de relina, para luego pasar a animales más grandes, como cerdos; en una fase más avanzada se harán ensayos clínicos en humanos.

Y añadió: “Este trabajo lo vamos a seguir a futuro. Hay que pensar en futuros tratamientos para enfermedades cardíacas para ver cómo evitar la muerte de los cardiomiocitos (y no solamente su regeneración); esta proteína es un muy buen candidato para eso. Ahora mismo tenemos miles de preguntas abiertas”. Pero el objetivo es uno: encontrar una vía para mejorar la función cardíaca después de una lesión.

Se estima que para 2030, casi 23,6 millones de personas morirán por alguna enfermedad cardiovascular, principalmente por cardiopatías y accidentes cerebrovasculares. Se prevé que estas enfermedades sigan siendo la principal causa de muerte.

Oliver estudia los linfáticos hace 20 años y, según él, comenzó en esta área casi que por “accidente”. Luego de repasar los resultados de su última investigación afirmó: “No lo hubiese creído. Eso es lo bonito de las ciencias básicas. La sorpresa es la parte más importante”.

Guillermo Oliver
Guillermo Oliver (en el centro) y su equipo de investigadores

Un científico por el mundo.

Guillermo Oliver estudió en la vieja Facultad de Humanidades y Ciencias Biológicas de la Universidad de la República. Luego realizó investigación en el Instituto de Investigaciones Biológicas Clemente Estable y en el Hospital de Clínicas. En 1980 realizó una Maestría en Biología Molecular en México; más tarde fue a trabajar en el laboratorio del doctor Eddy De Robertirs en UCLA en Estados Unidos. “Mi trabajo en esa época fue identificar los primeros genes que se mantienen en la evolución de todas las especies (homeobox genes) y controlan el desarrollo embrionario”. A los cuatro años volvió a Uruguay gracias a un programa de UNESCO para la repatriación de científicos. Se incorporó como profesor en el departamento de Bioquímica de la Facultad de Ciencias. Más tarde, a él y a su esposa mexicana, también científica, les surgió la posibilidad de sumarse al plantel del Instituto Max Planck en Alemania en Goettingen. Oliver ejerció allí como profesor asociado. La pareja permaneció cuatro años hasta que contrataron a ambos como profesores en St. Jude Children’s Research Hospital en Memphis, Estados Unidos, donde estuvieron casi 20 años. “Hace cinco años me ofrecieron dirigir el Centro de Biología Vascular aquí en Chicago”, completó. Y añadió: “Mi trabajo por más de dos décadas ha sido reactivar el sistema linfático que estaba olvidado”.

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