Villa Valentina: los secretos de una casona abandonada que fue restaurada para cumplir un sueño

Camila Barraco la compró y la restauró junto a sus amigos para crear un espacio cultural.

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Casona Villa Valentina
Villa Valentina, una casona en Reducto.
Foto: Estefanía Leal.

Entonces apareció: un lugar que se parecía a lo que venía buscando desde hacía tanto tiempo, pero que era mejor, una casona de 1900 en medio del barrio Reducto de Montevideo que estuvo cerrada por quince años y que estaba a la venta, un sitio que no se parecía a ningún otro, unas cajas repletas de secretos, una historia que contar.

Fue un amigo suyo que le avisó. Le dijo: “Dejá de buscar galpones, tengo la casa ideal para vos”. Camila Barraco (33), -que llegó a Montevideo desde Durazno para estudiar en la Facultad de Arquitectura, pero que abandonó para dedicarse a trabajar en el arte y el diseño-, fue a verla y supo que esa casona de rejas y vitrales era el lugar que había estado buscando durante los últimos tres años. En la fachada, la casa tenía un nombre: Villa Valentina. Y todo tuvo sentido.

Camila, que se dedica a hacer escenografías, vestuario, instalaciones artísticas, y que además tiene a un grupo de amigos artistas, estuvo buscando durante mucho tiempo un lugar que funcionara como taller de trabajo, galería de exposición y espacio cultural para ella y sus amigos. Había visto galpones, casas que no eran lo que buscaba, hasta que llegó a Villa Valentina, en un barrio que no conocía demasiado. Hubo algo que le pasó con esa casa, como un flechazo, como un impacto. Siempre había pensado que quería que su proyecto tuviera un nombre de mujer y ahora había una casa que se lo entregaba. Pensó que sería imposible comprarla y, casi en el mismo momento, sin pensarlo, vendió el apartamento en el que vivía con su compañero y se mudaron a la villa.

Camila Barraco
Camila y Chela, su perra, al frente de Villa Valentina.
Foto: Estefanía Leal

Cuando abrieron la puerta, Villa Valentina era un lugar húmedo y oscuro, con escombros por todas partes, los techos y las paredes dañadas por el tiempo, sucio. También, estaba repleto de cajas y carpetas cerradas, cubiertas de polvo y de tierra.

Villa Valentina no se parece a ninguna otra casa de la cuadra. Está allí, sobre la calle Alfredo García Morales, rodeada de techos bajos, de casas nuevas. En el frente tiene una reja, unos escalones, un farol y un pequeño jardín que hoy, que es una tarde de primavera y sol, está tupido. La puerta principal está hecha de hierro y de vitrales. En la fachada y en lo alto, talladas sobre la pared, unas letras con el nombre de la casa.

Por dentro, Villa Valentina es un viaje en el tiempo. Pisos decorados, paredes decoradas, mezclas de estilos, espacios amplios, vitrales, un patio y un altillo, un sótano. También, un recordatorio: por cosas como estas es que hay que conservar y cuidar la historia de la ciudad.

Cuando Camila y sus amigos empezaron a limpiar y reparar la casa, comenzaron a abrir las cajas y las carpetas que se acumulaban en todos los espacios. Encontraron fotos, cartas, postales, cuadernos de escuela, libros, objetos, títulos universitarios. También encontraron una historia: la de Valentina García y su familia. Y supieron que un lugar está hecho - por sobre todo-, de las personas que lo habitan.

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Interior de Villa Valentina.
Foto: Estefanía Leal.

“Valentina compró esta casa en 1905 y murió siete años después, por eso entiendo que la compró para su hijo, Ricardo. Él se casó con Clara y vivieron acá. Ellos tuvieron cuatro hijos. Dos de ellas, Clara y Haydee, fueron de las primeras ingenieras del Uruguay. También, de las primeras mujeres que tuvieron libreta de conducir. Después, Clara se casó con Juan Carlos, también ingeniero, lo conoció en la universidad, y tuvieron una hija, también Clara, que también fue ingeniera y fue la última de la familia que vivió en esta casa”, dice Camila. “Las mujeres de Villa Valentina me abrazaron”.

De a poco fueron reconstruyendo la historia. Conocieron algunas cosas de la familia a través de todo ese archivo, pero, también, a través de los vecinos del barrio. Dos de ellas han vivido allí toda la vida y todavía recuerdan: que les contaron que fue una de las primeras casas de la cuadra, que cuando se construyó alrededor solo había campo, que los viernes a la noche todo el barrio iba a mirar la televisión allí porque no había otra casa que tuviera tele, que eran una familia culta, que en la casa todo el tiempo estaban sucediendo cosas. Que ahora que Camila había comprado la villa y la había puesto en funcionamiento otra vez, se sentían de nuevo en el barrio en el que crecieron.

De todas las personas de la familia que vivió en Villa Valentina, solo pudieron contactar a Marta, que nunca vivió allí. Para ella, la casa también guardaba una sorpresa. Entre las cajas encontró las fotos de su casamiento. Pero Marta también quería encontrar una foto de su madre porque no tenía ninguna. No encontraron nada en las cajas ni en las carpetas, pero un día, alguien que compró muebles cuando la casa se vendió por primera vez apareció con un proyector y unas cintas. Las proyectaron y allí estaba su madre.

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Uno de los espacios de Villa Valentina.
Foto: Estefanía Leal.

Hoy, gran parte del archivo de la familia está expuesto en la casa en forma de instalación, en forma de arte. Todo lo que está en la villa, que hoy funciona como espacio cultural y espacio para talleres y actividades, fue pensado por Camila. El próximo paso es digitalizar todo el archivo, una actividad en la que está trabajando junto a un equipo de archivólogas y antropólogas. El proceso ha sido lento. Camila no recibe ninguna ayuda más que la de personas que quieren ayudarla por pura voluntad.

“Todo ha costado mucho, no es que nos cayó una casa de arriba, ha sido mucho trabajo, no tenemos presupuesto para nada, por eso no queremos mostrar todos los resultados finales, el proceso es lento, es difícil, cuesta”, dice.

El próximo fin de semana del Patrimonio habrá actividades durante todo el día, los dos días. De mañana se harán visitas guiadas y de tarde habrá distintas muestras y talleres. Además, habrá música y abrirán una cantina. A la agenda completa se la puede encontrar en su Instagram, @villadelacultura.

En Villa Valentina hay paredes que todavía tienen manchas de humedad. Hay otras que fueron restauradas, pero igual dejan ver las marcas de lo que fue. Todo en Villa Valentina tiene que ver con eso: con el tiempo. Con cuidar el tiempo. Con proteger la historia. Y también con contarla.

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