VIRUS
Este país reportó un caso de esta enfermedad, que es similar al ébola.
Guinea reportó esta semana un primer caso de la enfermedad provocada por el virus de Marburgo, que según la Organización Mundial de la Salud (OMS), es sumamente virulento y provoca fiebre hemorrágica.
¿Dónde surge el virus?
Este virus, conocido antiguamente como fiebre hemorrágica de Marburgo, fue bautizado por la ciudad alemana donde se detectó por primera vez, en 1967, en un laboratorio cuyo personal estuvo en contacto con monos con la enfermedad, importados de Uganda.
El mismo año se detectaron otros dos focos en laboratorios de Fráncfort, Alemania, y en Belgrado (Yugoslavia, hoy Serbia). Siete personas murieron por la enfermedad.
¿Cómo se transmite?
El virus forma parte de la familia de los filoviridae (filovirus), como el Ébola (con el que comparte numerosas características), y se transmite al ser humano a través de los murciélagos de la fruta (rousettus), habitualmente considerados como los huéspedes naturales de este virus.
Se contagia entre humanos por el contacto directo de los fluidos corporales de las personas infectadas, o con superficies o materiales, según la Organización Mundial de la Salud.
¿Cuáles son los síntomas?
Los primeros síntomas de la enfermedad por virus de Marburgo son dolores musculares, dolor de cabeza y conjuntivitis, seguidos de malestar en la garganta, vómitos, diarreas, erupciones cutáneas y hemorragias.
Esto hace que sea difícil distinguir esta enfermedad de otras patologías como el paludismo, la fiebre tifoidea, el cólera u otras fiebres virales hemorrágicas.
La enfermedad tiene un periodo de incubación de 2 a 21 días, según la OMS, y después manifiesta sus síntomas de forma repentina, con una fiebre fuerte, cefaleas intensas y gran malestar.
¿Qué tratamientos existen?
No hay ninguna vacuna ni ningún tratamiento homologado al día de hoy. Según la OMS, se están desarrollando varios tratamientos a base de productos sanguíneos, terapias inmunitarias y tratamientos con medicamentos.
La rehidratación por vía oral o intravenosa y el tratamiento de los síntomas específicos mejoran la tasa de supervivencia. Pero se trata de un virus particularmente mortífero, con una media de un fallecido cada dos casos.
La tasa de mortalidad varió del 24% al 88% durante las anteriores epidemias, en función de la fuente viral y de la gestión de los casos.