Justo en el límite entre Argentina y Chile, en medio de la Cordillera de los Andes, a 3.570 metros sobre el nivel del mar, hay un glaciar donde se encuentra una cruz rodeada de piedras. De la cruz cuelgan rosarios -de todos los colores, de todos los tamaños-, collares, retazos de telas. Alrededor, sobre y entre las rocas, hay banderas uruguayas, camisetas, estampitas con imágenes de la virgen, fotografías.
Hay, también, pequeños homenajes hechos en placas: “No hay amor más grande que dar la vida por los amigos. En memoria de Numa Turcatti, Montevideo 1948 - Los Andes 1972”; “Javier A. Methol Abal 11/12/1935 - 4/6/2015 ‘No te quejes de lo que te falta, agradece lo que te queda, pero nunca, nunca, dejes de luchar por lo que deseas’. Gracias Tata por la huella que nos dejaste. Te recordaremos siempre, Ana María, tus hijos y nietos”. Un poco más lejos hay fierros, chapas, una rueda, prendas de vestir desgastadas por el tiempo: restos.
Más allá, un pequeño monumento de mármol negro en forma de obelisco que en cada una de sus caras tiene una inscripción. En una,el nombre de los que murieron, en otra, el de los que vivieron, en otra, un texto que dice: “Invitamos a todos los que creen en la vida, de todas las religiones, a pensar que un Ser Superior guía nuestros caminos, aunque a veces sea tan difícil entenderlo”.
En ese lugar llamado el Valle de las Lágrimas, donde el cielo parece más cerca y no se oye nada más que el viento, hay una historia guardada: la de un avión que en 1972 voló demasiado cerca de los picos de la Cordillera de los Andes, se estrelló contra uno de ellos, perdió parte del fuselaje y se deslizó por una pendiente hasta un glaciar, la de las personas que murieron en el accidente, la de las que vivieron las primeras noches, la de las que vieron las estrellas brillar como nadie más las vio, la de las que sobrevivieron 72 días en la montaña.
Desde que se estrenó la película La sociedad de la nieve, dirigida por J.A Bayona en diciembre de 2023, no se habla de otra cosa que no sea sobre la historia del accidente protagonizado por los uruguayos. Con su llegada a Netflix, en enero de este año, la historia se hizo aún más masiva y mundial de lo que ya era.
Y, con esa popularidad, también, creció el interés por todo lo que tiene que ver con la historia. Incluso, con poder visitar el Valle de las Lágrimas. Allí están enterrados los cuerpos de las personas que murieron en la montaña.
A Eduardo Molina le dicen Tuiti, nació en Mendoza y desde niño se ha apasionado por la montaña. Tiene 51 años y, el próximo 26 de enero, irá al Valle de las Lágrimas una vez más. Ese día, habrá caminado hacia el “avión de los uruguayos”, como nombra él la expedición, 58 veces.
La primera vez fue en 2005. La última, en diciembre de 2023. Dice que cada vez que ha subido, se ha emocionado de una forma diferente. Que la primera sintió que estaba invadiendo un sitio sagrado. Que la última, vio al Valle de las Lágrimas como hacía 16 años no lo veía: repleto de nieve.
El lugar del avión está en un predio que es propiedad privada y pertenece al valle Las Leñas, un complejo turístico internacional. Para poder llegar al Valle de las Lágrimas, hay que ir sí o sí en una expedición con guías de montaña. Así, hay algunas propuestas que proponen hacer el recorrido a caballo y otras, como la de Eduardo, que ofrecen una aventura más ambiciosa: llegar hasta el avión caminando.
Desde el estreno de la película de Bayona, dice Eduardo a El País, las consultas por la expedición aumentaron en un cien por ciento. “El 60 por ciento de la gente que va con nosotros es de Buenos Aires o de Uruguay. Y ahora nos han contactado desde Irlanda, desde Vietnam, desde Australia. Creo que la película globalizó la historia”.
Desde Champaquí Adventure, empresa de turismo que organiza la expedición -tanto en modalidad trekking como en cabalgata- dicen que el interés ha aumentado “muchísimo” y que han tenido consultas no solo desde Argentina y Uruguay, sino también desde Brasil y Europa.
Las expediciones desde Mendoza cuestan entre 300 y 600 dólares. El precio varía en función de la duración -en general son de tres días, pero pueden ser de cuatro-, y de los elementos de los que disponga cada persona. Por ejemplo, si se opta por ir caminando, es indispensable tener bastones. En general, las personas y empresas que organizan las expediciones aportan todo lo necesario. Aunque el trekking no es muy exigente, para hacerlo hay que estar preparado y hacer ejercicio físico con regularidad.
"Es un trekking de exigencia media desde lo físico, fácil desde lo técnico. Por lo general lo realiza gente que no es montañista ni hace estas actividades habitualmente, hace falta buena condición física, ganas de cansarse físicamente y de salir de la zona de confort", dice Gonzalo Noste, de la agencia Andes Expediciones. Él fue al avión por primera vez hace más de diez años. "Esta exigencia y el entorno agreste son lo que pone a flor de piel las sensaciones y permite vivir una experiencia diferente, capaz de cambiar los valores preconcebidos".
También se puede ir desde Uruguay. La empresa Inti Aventura organiza salidas desde Montevideo, pasando por Buenos Aires. El precio, con pasajes y alojamientos incluidos, ronda los 1.790 dólares.
Las fechas para hacer la expedición van desde diciembre a marzo, porque en el resto del año las condiciones climáticas no lo permiten.
El camino hacia el Valle de las Lágrimas empieza en El Sosneado, una localidad mendocina. Desde allí se caminan unos 15 kilómetros hacia el campamento El Barroso y, desde ahí al avión hay unos 17 kilómetros. El camino se hace entre piedras, se cruzan ríos, se duerme en el silencio impoluto de la noche de la cordillera. Lo que sucede realmente es imposible de contar.