Voluntarios de la Cruz Roja protagonizan historias de pandemia que emocionan

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SALUD

Desde la llegada del covid-19 al país cumplen distintas tareas en centros de hisopado y se sumaron a los vacunatorios cuando se comenzó a inocular.

"Quiero agradecerles por la excelente labor que ustedes están realizando; cuidándonos, dándonos las esperanzas que tanto necesitamos en estos momentos. Espero poder endulzarles aunque más no sea un pequeño espacio de tan agotadores días. Gracias, muchas gracias”.

Esta pequeña nota, que está guardada en la filial que la Cruz Roja tiene en Mercedes (Soriano), acompañaba una caja de bombones. Apenas un ejemplo de las muchas muestras de cariño que los voluntarios de Cruz Roja de este departamento recibieron de la gente por su trabajo en los vacunatorios y centros de hisopado.

“Todos aprendimos mucho de esta experiencia”, cuenta Ana Curbelo, voluntaria de Cruz Roja desde hace 15 años y una de las ocho que están trabajando en el vacunatorio del Hospital de Mercedes desde que comenzó la vacunación.

“En la filial de Soriano somos 22 voluntarios, todas mujeres menos un chico de 19 años. Pero no todos podemos trabajar en el vacunatorio porque algunas son personas mayores y tenemos un seguro por covid-19 que es hasta los 59 años”, explica quien justamente está en el límite de edad.

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Ana y sus compañeras se ocupan de controlar la lista de personas agendadas, organizar la fila, asegurarse de que se cumplan los protocolos sanitarios de distancia y uso de tapaboca y alcohol en gel, dirigir a los agendados con el vacunador y luego supervisar que todo esté bien en los 15 minutos post pinchazo.

“Al principio de la vacunación había mucha aglomeración de gente. Teníamos que conversar con las personas porque había muchas nerviosas. Teníamos que tratar de contenerlas y ver cómo estaban después de vacunarse”, comenta.

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Por ese entonces las consultas tenían que ver mucho con lo que las vacunas podían provocarles, sobre todo si eran alérgicas o tenían otras patologías.

“Más que nada era una conversación para animarlos y tranquilizarlos”, apunta la voluntaria.

Si había alguna persona mayor a la que le costaba bajarse del vehículo en el que había llegado, le ofrecían vacunarla en su auto.

Una situación bastante distinta y plagada de anécdotas fue la vacunación “pueblo a pueblo”, de la que Ana también fue parte.

“Vacunar en los pueblos es otra experiencia. A veces hacíamos tres pueblos en un día. Salíamos temprano de mañana, íbamos en la camioneta de la Intendencia con todo pronto, llegábamos al lugar y ya estaba la gente esperando. Tienen otra impronta, son muy amables”, destaca.

En esos lugares los regalos pasaban mucho más por lo que la propia gente producía en el campo.

En pueblo o ciudad, los agradecimientos siempre los emocionaron mucho. La gente les reconoce el tiempo que le dedican a cuidarla y lo importante que eso es.

Ana recuerda especialmente lo que le ocurrió un día de invierno, yendo al vacunatorio a pie, como hacía siempre junto a una compañera. “Hacía muchísimo frío y estaba oscuro. Un taxista que dejaba su turno nos vio, paró y se ofreció a llevarnos gratis. Desde ese día, cuando le tocaba el mismo turno nos esperaba y llevaba. Son gestos que emocionan”, remarca.

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Una de las tantas notas de agradecimiento que reciben junto a regalos, en este caso bombones.

Un poco de humor.

Con 21 años Jeanfranco Silva es el integrante más joven del Consejo Nacional de la Cruz Roja, institución de la que es voluntario desde hace cinco años.

“Antes de eso yo solo sabía que la Cruz Roja daba ropa gracias a mi abuela que les compraba y siempre me llamó la atención”, cuenta.

Eso hizo que se vinculara con su trabajo gracias a los delegados de UTU y a las comisiones barriales. Hasta que siendo más adolescente, un día pasó por la sede, vio la puerta abierta y se animó a entrar. “Me fue convenciendo”, acota.

Hoy es uno de los voluntarios que trabaja en el centro de hisopado de Fray Bentos, Río Negro. “Está en la Plaza de las Mujeres, que es de la Intendencia. Fuimos convocados por el Ministerio de Salud Pública porque no daban abasto”, dice de la labor que viene desarrollando desde el pico de casos de inicios del año pasado.

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Jeanfranco recibe a las personas, les toma los datos, les pregunta por qué están allí (por síntomas, por contacto, derivados por un médico) y, de acuerdo al entrenamiento recibido del MSP, resuelve si corresponde hisopar en ese momento o deben volver en cinco días.

Para quienes se hisopan arma el tubo de PCR con sus datos, se lo da al licenciado que realiza el hisopado y luego se encarga de enviar ese tubo con la planilla al laboratorio.

Como es de público conocimiento el testeo aumentó mucho en los últimos meses por la llegada de ómicron. “Metemos más de cuatro horas por día”, señala el voluntario, lo cual es mucho para el lugar en el que se encuentra.

“A las personas que llegan, enseguida les tiro un chiste porque quiero que en ese segundito que estén conmigo piensen en otra cosa. La gente viene preocupada, triste, enojada, angustiada… entonces yo me tomo el tiempo de escucharla y evacuarle todas las dudas. Uno siempre tiene que ir con la verdad. Además, hay que pensar que muchos vuelven a su casa a hacer cuarentena”, comenta.

Jeanfranco también ha cosechado muchas anécdotas de esta pandemia como voluntario de la Cruz Roja. Una de las que más recuerda tiene que ver con su trabajo en la entrega de canastas de alimentos gracias a una donación de Tenfield, cuando todo recién empezaba.

“Fuimos a Grecco, un pueblo súper del interior de Río Negro. Luego de entregar las canastas, una señora desconsolada se me acercó y me dijo ‘estoy súper agradecida porque no estábamos comiendo y gracias a la Cruz Roja tuve un plato de comida para mi niño’. Esas palabras me desbordaron”, confiesa.

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Con todos los cuidados.

Tanto Ana como Jeanfranco reconocen que todos los voluntarios siempre estuvieron muy cuidados por la Cruz Roja. Controlaron siempre su salud, les proporcionaron todos los materiales para trabajar y hasta les brindaron asistencia psicológica.

“Destaco el trabajo de todas las voluntarias, que dejaban a sus familias por la tarea, todas con mucho miedo al principio de la pandemia”, señala Ana sobre lo que pasaba por sus cabezas, sobre todo por temor a contagiar a seres queridos que tenían problemas de salud.

Para combatir eso se hicieron muchas videollamadas o reuniones por Zoom para que todos contaran lo que les pasaba y cómo se sentían. “Porque eso es muy importante también, cuidar al voluntario”, destaca quien se jacta de no haber tenido hasta ahora ningún hisopado.

“Yo estoy arriesgando mi salud, pero es poner tu granito de arena para contribuir por tu ciudad y para tus seres queridos, porque Fray Bentos es una ciudad muy chica y todos nos conocemos. Entonces es ayudar a mi vecino”, señala Jeanfranco por su parte.

El joven fraybentino confiesa que la Cruz Roja le ha servido mucho a nivel personal. “Es una buena enseñanza de vida, para saber valorar lo que uno tiene”, afirma sobre un trabajo que todavía sigue, pero ya los cambió más de lo esperado.

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Un trabajo en conjunto y cooperación con el Estado

Cruz Roja Uruguaya es una asociación civil, auxiliar de los poderes públicos y parte del Movimiento Internacional de la Cruz Roja. Dentro de sus principales líneas de intervención se encuentran las vinculadas a la gestión del riesgo y respuestas a desastres.

Cuando surge una emergencia –en este caso emergencia sanitaria– se activan sus mecanismos de respuesta internos con Centros de Operaciones de Emergencia que coordinan a todas sus áreas.

Procede siempre realizando una evaluación de necesidades y/o daños para planificar una respuesta acorde, sin duplicar esfuerzos con el Estado.

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Formación permanente y equipos de protección

La Cruz Roja Uruguaya tiene firmado un acuerdo macro con el Ministerio de Salud Pública desde el comienzo de la pandemia.

Los voluntarios cuentan con procesos de formación permanente en primeros auxilios, gestión integral de riesgos y respuesta ante emergencias.

Todos cuentan con los Equipos de Protección Personal recomendados para cada una de las actividades. El básico es tapabocas, guantes y sobretúnica. No se brinda atención clínica en psicología, pero sí cuentan con formaciones de apoyo psicosocial básico, identificación de posibles derivaciones o atención en primeros auxilios psicológicos.

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