CON LOS HIJOS
Alicia Fernández, nuestra pediatra de cabecera, nos conmina a prestar atención a este problema evitar que otros pares sean cómplices.
En esta nueva columna decidí abordar lo que conocemos como bullying, un fenómeno inserto en nuestra sociedad que provoca daño en quien lo padece, alguien que muchas veces se cree merecedor de lo que le sucede y no solo es incapaz de defenderse sino de denunciarlo.
Este término que traduce una forma de violencia o maltrato, continuo, intencional hacia un niño/a o adolescente por parte de uno o varios iguales, con el único objetivo de causarle daño, un daño que repercute gravemente en quien lo padece afectando, violando sus derechos y su dignidad como persona.
De lo que acabamos de mencionar surge claramente que se produce en el ambiente educativo, deportivo, social en los que interaccionan grupos de pares.
La victimas de este acoso son elegidas por el o los victimarios por sus características o su forma de vida: condiciones físicas , discapacidad, orientación sexual, identidad de género, procedencia tanto migratoria como social, entre otras.
Hay un detalle no menor y es que la situación de hostigamiento es presenciada o conocida por otros, que saben del acoso y lo permiten, sin denunciarlo, siendo cómplices del mismo.
La forma de violencia puede ser física, verbal, psicológica, sexual, material o a través de las redes sociales lo que se conoce como ciber bullying.
Así como cualquier otra forma de violencia que se ejerce sobre un niño o adolescente, en este caso tiene consecuencias negativas en quien la padece en su salud, en el más amplio concepto de la misma.
No es el bullying un hecho aislado, casual, sino repetido, continuo , con una víctima vulnerable y un agresor o agresores conscientes del daño que buscan causarle.
Los diferentes lugares en que este hostigamiento está presente, referidos previamente, deben adoptar y aplicar estrategias para prevenirlo, promoviendo una convivencia de respeto, fortaleciendo la autoestima en quienes no la tienen y enseñándoles a resolver conflictos (presente en todas las relaciones humanas) de forma constructiva y sobre todo poniendo límites claros a patrones de conducta de violencia como es a la que nos estamos refiriendo en el día de hoy.
Debe existir a nivel de las diferentes comunidades educativas un claro rechazo a toda forma de violencia, dejándolo claramente entre los alumnos que estas situaciones no son tolerables. Los niños y adolescentes deben ser protegidos, no vulnerados, en los centros educativos o en cualquier otro lugar en que realicen alguna actividad.
Basta con subir una sola vez una imagen o comentario abusivo a una red social para que la repetición se produzca cada vez que alguien la vea, la comparta y existan nuevos comentarios. Ayudar a que una agresión se propague por las redes causa daño y hace responsable a esa persona también, porque puede no haber iniciado la agresión pero la perpetra y esto hay que explicarlo claramente, son cómplices de esa violación de derechos que está sufriendo la víctima.
El componente psicológico es parte de todas las formas de bullying.
Las víctimas de bullying tienen diferentes síntomas que traducen la somatización de la violencia que se ejerce sobre ellos. Suelen presentar trastornos de sueño, alimentación, dolor abdominal, cefaleas, desgano, agotamiento entre otros.
Tienen sentimientos de insatisfacción, miedo, soledad, inseguridad, abandono, desconfianza en sí mismo/a con afectación de las relaciones en el ámbito familiar y social, se encierran en sus cuartos y en sí mismos, son pocos comunicativos, sobre todo si no cuentan con una red de apoyo fuerte que los contenga.
Están desmotivados, desinteresados, dispersos en clase, comienzan a bajar el rendimiento académico e incluso llegan a la deserción del lugar donde están sus agresores. En muchos casos son tratados con medicaciones de uso psiquiátrico, cuando esto podría evitarse si se aborda el tema, si el niño o adolescente es capaz de verbalizar lo que le está sucediendo y por otro lado, si los diferentes lugares del ámbito educativo y social donde ser produce esta forma de violencia, toman medidas de prevención para fortalecerse y evitar que se presente.
Lo que es fundamental es que sepan que ante una situación de bullying, quienes la observan pero no son víctimas directas, se acostumbran a esta conducta enfermiza como un hecho cotidiano, sin darse cuenta que ellos también son víctimas indirectas y en realidad son los que tienen el poder de denunciar y así detener lo que está sucediendo.
Siempre existió el hostigamiento; tal vez si nos ponemos a pensar todos fuimos victimas en algún momento de nuestra vida educativa o social, pero ahora que se puso sobre la mesa, que podemos hablar del tema, que sabemos el daño que determina, no podemos ni debemos tolerarlo ni permitirlo y tenemos que educar en todos los ámbitos para prevenir que suceda.
Los pediatras debemos indagar en nuestros pacientes esta posibilidad de la misma forma que hablamos de prevenir lesiones no intencionales o que recomendamos las inmunizaciones. No preguntar, no hablar del tema, lo único que hace es favorecer que suceda.
Médica pediátra
Coordinadora Área Programática de la Niñez
Dirección General de Salud
Podés seguir a nuestra pediatra de cabecera en Twitter como @AliFernandezUY