Mamá estimula: ¿Y si paramos de "moldear" y empezamos a "aceptar"?

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madre e hijo dibujando

CON LOS HIJOS

La socióloga Claudia Guimaré administra un espacio donde comparte con más de 330.000 madres reflexiones e ideas de crianza, hoy propone entender la crianza basada en la aceptación radical

Como padres y madres, constantemente intentamos influenciar el comportamiento de nuestros hijos e hijas buscando siempre sacar lo mejor de ellos. Pero muchas veces se nos va la mano y no nos damos cuenta de que en realidad, lo que estamos haciendo no es educarlos en sentido estricto, es decir, buscando desarrollar o potenciar sus habilidades, sino intentando cambiarlos para que cumplan con las expectativas que tenemos para con ellos.

Y la diferencia es enorme, porque de un lado tenemos un concepto de un ser a quien debemos ayudar para que florezca, como quien riega una semilla sin saber exactamente a ciencia cierta cómo será su flor y esperando ansiosamente que nos sorprenda, y del otro, estamos presionando, encasillando, forzando, que los chicos salgan exactamente como nosotros queremos, o como nosotros mismos, lisa y llanamente.

Claro que los niños no nacen sabiendo y necesitan que les ayudamos a descubrir el mundo, necesitan aprender a cumplir normas sociales de convivencia y al menos en nuestra sociedad, necesitan ir a la escuela, pero no necesitan que les gusten los deportes en los que queremos que se destaquen, ni ser buenos en las materias que a nosotros nos parece más van a ayudarles, ni compartir nuestros gustos o nuestra forma de pensar.

Nos decimos permanentemente que hacemos las cosas por su bien y seguramente lo creemos, pero cuando minimizamos lo que les sucede porque “no vas a llorar por esa pavada”, o cuando nos burlamos de sus ocurrencias o sus gustos porque “son una pérdida de tiempo” o cuando ninguneamos sus dolores, frustraciones, miedos o peleas con amigos porque “son cosas de niños” y no “cosas importantes”, o simplemente cuando les convencemos de que se dobleguen ante nuestra voluntad dejando de lado aquello que realmente creían o querían, porque les coimeamos con premios o amenazamos con castigos, no nos confundamos, ahí no estamos haciendo nada verdaderamente por su bien.

Hace poco leí un artículo sobre la “aceptación radical” y cómo educar en ella, y decía una frase que me quedó resonando: “puede que no seamos tan obvios como esa madre que al costado de la canchita de fútbol, le grita al hijo durante todo el partido exigiéndole que juegue mejor, pero, ¿realmente somos tan diferentes? ¿Le transmitimos de verdad a diario a nuestros hijos que los aceptamos tal y como son, o en el fondo hay algo de ese mismo mensaje cuando les pedimos “hazlo por mi”, “quiero que seas así” y encima les aseguramos que es por su bien, cuando en realidad, es por el nuestro?
Es decir, cuando les decimos a nuestros hijos e hijas que estamos orgullosos de ellos, ¿se los decimos por algo que les es propio o cuando hacen algo queríamos que hicieran?

Celebrar a los niños por cómo son y no por lo que logran, es como siempre decimos, súper importante, pero celebrarlos por lo que quieren ser y no cuando logran ser como nosotros queríamos, lo es más aún.

Es difícil, por supuesto, pero es necesario hacerlo. ¿Por qué no mejor en lugar de intentar cambiarlos, intentamos aceptarlos tal y como son? ¿Por qué no confiamos en que simplemente, si estamos siempre ahí para ellos, si somos un verdadero modelo positivo para ellos, si los amamos, aceptamos y respetamos siempre, sin duda serán buenas personas y nos podamos sentir orgullosos de ellos?

Una crianza basada en la aceptación radical implica para empezar, entender que se trata de un cambio en la mirada y no de dejar a los chicos solos, para que hagan lo que quieran. Es dejar de ver conductas que tenemos que cambiar, o niños a los que debemos corregir, para ver situaciones en las que hay que mejorar la comunicación. Nada más y nada menos.

No es “volverse blando con los chicos” sino simplemente entender que, en palabras de Pam Leo, autora de Connection Parenting, “No podemos enseñarle a los niños a portarse bien, haciéndoles sentir mal. Cuando los niños se sienten bien, se portan bien”.

Porque como señala la Dra. Shefaly Tsabari, una vez que dejamos de lado nuestras expectativas y nos concentramos en cómo ayudar al otro aceptándolo como es, el otro percibe esta demostración de aceptación lleva directamente a la conexión con él. La receta de Tsabari es: cuando surja el problema, no te concentres en qué debes lograr que tu hijo cambie en sí mismo sino en cómo puedes ayudarlo a estar mejor.

Por ejemplo, estamos en el supermercado y nuestro hijo arma tremendo berrinche porque vio un juguete que le encanta y no podemos comprarle. Hay gente alrededor que voltea a ver la escena y a nosotros nos sube la temperatura a velocidad crucero porque sentimos que el termómetro de la mala madre está acercándose al rojo. Nos sentimos juzgados automáticamente y avergonzados de que nuestro hijo muestre tan poco auto control, que sea tan “malcriado”, y por qué no, que “nos deje pegados” de esa manera, justo ahí, en público, a la vista de todo el mundo!

¿Qué es lo que sentimos primero? ¿Vergüenza o ganas de entender el dolor que el niño siente en ese instante y ganas de contenerlo? Si le decimos a nuestros hijos que sus amigos o parejas deben aceptarlos como son y que no claudiquen jamás en su derecho a ser aceptados tal cual son, necesitamos convencerlos con hechos y no palabras desde su más tierna infancia, para que estén tan acostumbrados a ello que cuando alguien no los acepte y los quiera cambiar (ya sea esa amiga mandona en el cole o el amigo “cool” de la secundaria, o esa pareja posesiva que los aleja del resto) salgan corriendo.

Necesitamos dejar de pensar en los niños como en un vaso vacío que debemos llenar con nuestro contenido y empezar a verlos como un descubrimiento que estamos a punto de presenciar.

Y si no, probemos a imaginar cómo seríamos como personas o qué habríamos hecho de nuestras vidas, si siempre hubiésemos hecho aquello que nuestros padres querían que hiciésemos, si sólo hubiésemos tenido los amigos y amigas que a ellos les caían bien, si hubiésemos estudiado lo que ellos preferían, si nos hubiésemos casado con quienes a ellos más les gustaba o si estuviésemos criando a nuestros hijos, tal y como ellos nos criaron a nosotros y preguntémonos ¿estaríamos realmente mejor?

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Claudia Guimaré

La socióloga uruguaya y especialista en marketing y comunicación es la fundadora de Mamá estimula. En el grupo —de más de 330.000 personas— que administra desde Argentina, comparte materiales educativos y soluciones para padres.

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