Apunte de cata: Los vinos humanos de Florencia De Maio y Bodega Casa Grande

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Eduardo Lanza, nuestro experto en vinos cuenta en su columna sobre Casa Grande Arte y Viña, de una de las primeras bodegas en romper con las etiquetas convencionales.

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La bodegaCasa Grande Arte y Viña, donde Florencia De Maio elabora sus vinos, queda cerca del aeropuerto en el Camino de Los Horneros (yendo hacia el norte y a poco de dejar atrás la serie de barrios privados que lo circundan).

Recién egresada de la Escuela Superior de Enología, le pidió a su abuelo un lugar en el galpón contiguo al viñedo para colocar sus primeros tanques de fermentación y demás equipos imprescindibles para hacer sus primeros VCP.

Washington, su padre, un experimentado viticultor, entusiasmado con el empuje de su hija, no vaciló en apoyarla. En 2013 hicieron juntos su primera vendimia, lo que le dio el puntapié a una nueva etapa de esta familia de indudable raigambre italiana.

Ambos decidieron que precisaban actualizar el viñedo y comenzaron a implantar nuevas variedades, porque el afán de experimentar los une y el crear nuevos vinos los fascina. Así hoy, además de las clásicas francesas cuentan con las cepas italianas Barbera y Nebbiolo, aún poco cultivadas en nuestro Uruguay.

Etiquetas rupturistas

La enología no fue la primera opción de Florencia. Antes probó con otras disciplinas y en Bellas Artes cursó un año que la marcó y le dejó la huella que hoy se refleja en las etiquetas de sus vinos. Dos artistas –Adela Casacuberta y Gastón Izaguirre– las diseñan y hacen que las figuras humanas ocupen un lugar central en ellas.

“Fuimos de las primeras bodegas en romper con las etiquetas convencionales”, cuenta orgullosa.

“En la del Cabernet Franc, por ser una cepa francesa, aparece una chica elegante y llamativa. El Merlot en cambio es un joven tímido, parecido al amigo hippie, por ser un tinto muy versátil. Por su parte, el Tannat representa al uruguayo, de mirada melancólica y sombrero, que en la fiesta está acodado en la barra con una copa en la mano”, relata.

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Vinos humanos

En la tienda de la bodega, detrás del mostrador llama la atención un poster donde una mano sostiene un racimo de uvas tintas y un sobre impreso dice: Vinos humanos. La asociación con las etiquetas aparece y merece una explicación:

“La magia del vino, esa que nos hechiza al beberlo, viene del esfuerzo y la pasión humana. Es cuidar las viñas bajo el sol ardiente y bajo la lluvia, es amanecer con ellas. Es observar, analizar, saber esperar y actuar. Es estudiar, viajar para aprender, intercambiar ideas y experiencias, escuchar a los que estuvieron antes y animarse a probar lo nuevo. En su elaboración no hay fórmulas que se apliquen de manera mecánica. Se hace con nuestras manos, nuestra pasión y nuestra creatividad. El vino es esencialmente humano”, define Florencia convencida.

Un blanco, un rosado y un tinto

Durante la visita probamos muchos vinos; se nota una coherencia en ellos, como un hilo conductor que los enlaza. Florencia es partidaria de la intervención mínima y cuando usa la madera, lo hace con mucha precaución. El alcohol no se despega y en sus vinos no llega a los 13ºC.

El Albariño Edición Limitada 2020, por ejemplo, tiene una crianza en roble que le da corpulencia, pero no aparece en su aroma. En él sigue predominando el clásico durazno que distingue a esta cepa gallega.

Para el Rosé 2021 eligió la Caladoc, una variedad cruza de Grenache y Malbec, que muy pocos trabajan en nuestro país. Pálido al estilo de los de la Provence francesa, es fresco y aromático y al probarlo, parece que reclamara la compañía de uno chipirones a la marinera.

El Nebbiolo 2020 es de neto corte italiano. Un tinto claro, muy perfumado, elegante y seductor. Es una de las variedades italianas más famosas y en el norte de la península produce los reconocidos Barolo. Su nombre viene de la niebla mañanera, que comenzando el otoño cubre los viñedos del Piemonte.

Tanto el blanco como el tinto llevan una etiqueta negra, donde en letras blancas figura el nombre de una famosa novela de Luigi Pirandello. “Uno, centomila e nessuno” (uno, cien mil y ninguno) es un homenaje y un recuerdo, para el abuelo Giuseppe Dito, que adoraba esta singular obra del dramaturgo italiano.

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CONOCÉ A NUESTRO COLUMNISTA
Eduardo Lanza EME
Eduardo Lanza

Es Ingeniero químico y experto en vinos. Su pasión lo ha llevado a visitar terruños, descubrir cepas y probar las más variadas etiquetas.

Es fundador de Catadores. Escribe y enseña con el mismo placer que degusta un vino desde hace más de 20 años

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